Se la conoce por Elisenda en ‘Saga de Poder’, Maite Villanueva en ‘Los Misterios de Laura’ o Cristina en la película ‘Héroes’, pero si hay personajes míticos en su carrera, son los de Vero, la hermana histriónica de Gonzalo en ‘7 Vidas’ y Valle, aquella adolescente rebelde que todos queríamos ser en ‘Compañeros’. Más de 25 años después del boom que supuso esta última ficción y su personaje en la misma, Eva Santolaria vuelve a estar en boca de todos por sus mentiras en, valga la redundancia, ‘Todos Mienten’, una serie que además de protagonizar, ha guionizado junto al también director y su pareja, Pau Freixas.
No es la primera vez que mete mano en los guiones, solo que hasta ahora “no se había oficializado como tal”, nos dice ella misma en una cafetería de Madrid. Entra como una clienta más, parece que no la reconocen y tampoco está pendiente de ello. Sin embargo, los fans de la época sí reconocerían en alguna mueca de la Eva de ahora la timidez de la de por entonces, o incluso algún gesto regalado al personaje de Valle.
Qué honor —como relata ella misma desde la calma de ahora— que a veces la actriz se mezcle de esa forma con el protagonista, aunque en plena post adolescencia aquello pudiera ser demasiado. Spoiler: en algunas ocasiones lo fue. Ahora que puede coger el metro, entrar en un centro comercial, pasear con sus dos hijos por el centro de la ciudad o entrar en esta cafetería donde la entrevistamos, lo recuerda con cariño, pero también con agradecimiento: aquello fue un boom bestial, pero no ha sido lo único importante en su carrera hasta ahora.
—¿Has tenido miedo al encasillamiento después de tantos años?
—Yo no he tenido esa sensación, igual es una visión mía y la gente tiene otra, pero es que, a los dos meses de terminar Compañeros, yo me meto en ‘7 vidas’ durante cuatro años. No uno ni dos, sino cuatro, además con un personaje radicalmente diferente.
Mientras hacía ‘Compañeros’, yo estaba terminando otra serie que era muy famosa en Cataluña que era ‘Saga de Poder’, con la que ya tenía popularidad. Pero es cierto que con ‘Compañeros’ llega el fenómeno fan, que es otra cosa.
Ahora es un honor que me reconozcan, al final fue una serie que reunía muchos factores para ser especial y seguir estando en la memoria emocional de la gente: el tipo de colegio en la que se basaba, las tramas que se trataban y luego un tema que digo mucho, pero que es totalmente cierto, y es que no éramos especialmente guapos, por lo que no parecíamos inalcanzables. La gente quiere sentirse identificada con lo que ve en pantalla, era fácil. Y luego es que éramos amigos de verdad y eso traspasaba la pantalla. Pero claro, aquello nos pilló por sorpresa a absolutamente todos.
No tarda mucho en salir en la conversación: ‘Compañeros’ no solo supuso un cambio en la ficción española, sino también un cambio radical en la vida personal de esos actores que encarnaban una pandilla de amigos madrileña que tenía todo tipo de problemas: drogas, alcohol, conflictos familiares, relacionales… Incluso algún lío con la mafia. “Aquello a lo mejor se nos fue de las manos”, recuerda ahora entre risas.
La serie llegaba en 1998 a Antena 3 con unos primeros datos de audiencia no muy altos y duraría casi cinco años más, aunque la primera pandilla, la compuesta por Quimi, Valle, César, Arancha, Eloy o Isabel, solo estuvo tres en pantalla. Poco tardarían aquellos porcentajes en cambiar exponencialmente, apenas ocho o nueve capítulos.
—¿Cómo se asimila todo eso con apenas 22 años?
—Es que nadie se lo imagina, ni nosotros ni creo que el equipo que había detrás. Por un lado, no teníamos sensación de que la serie se estuviera viendo mucho, piensa que trabajábamos muchísimas horas de lunes a viernes en un plató encerrados. Yo lo veía como que nos lo pasábamos muy bien y era guay poder hacer una serie de ese tipo con gente con la que estás todo el rato de risas, y luego es que llegaba el fin de semana y me iba a mi casa a Barcelona.
No percibimos el fenómeno fan hasta que estuvimos en unos exteriores en Cádiz, creo que era en el capítulo 10 u 11, que grabábamos de noche en la playa en bañador. Grita el equipo ‘acción’ y de repente tienen que parar. ‘¿Qué es aquello que se ve?’, decían todo el rato. Era tal la marabunta de gente que se estaba acercando a la playa que no se pudo rodar, tuvimos que parar y refugiarnos en los autocares que nos llevaban de vuelta en los que no estaban ni los conductores.
De camino, vimos una madre gritando a Julián González (que anteriormente también había protagonizado ‘Farmacia de Guardia’): “¡Toca a mi hija!”. Nos entraba la risa, era surrealista, te llamaban por el nombre del personaje y no era la primera vez que nos reconocían, pero no habíamos sido conscientes de que aquello estuviera funcionando tan bien como para que la gente estuviera a las dos de la mañana esperándonos muertos de frío.
—Y a partir de ahí… Portadas, entrevistas, prensa del corazón…
—Puf… Cuando la gente nos escribía cartas, era imposible contestar por el volumen. Un día lo intenté con mi hermana: llevaba 300 cartas y no había bajado casi nada la cantidad, todas las semanas me llegaban cajas y cajas a casa.
—¿Sería igual si aquello sucediera ahora, en un mundo dominado por las redes sociales?
—En las redes igual lo hubiéramos podido gestionar de otra manera. A lo mejor no una respuesta a una carta, pero un guiño o un “te he leído”. O podríamos haber hecho fotos infinitas y vas dando material a los fans… aunque eso lo digo ahora con la tranquilidad de los años, a lo mejor en ese momento lo que menos te apetece es alimentar la situación y lo que necesitas es tranquilidad y que todo se coloque. Evitar que te persiga un paparazzi no lo vas a evitar, eso es así, pero cuando eres coherente…
Es decir, cuando no sueles hablar de tu vida privada, mantienes una buena relación con la prensa y eres coherente con lo que haces, creo que el tiempo te acaba colocando en un lugar donde se te respeta. Y luego hay momentos más incómodos, también porque en tu vida puedes estar pasando por un momento que también lo es, pero no creo que fuera tan diferente de una época a otra. Aunque, claro, ahora tenemos los teléfonos móviles y en eso no soy capaz de imaginarme con estos aparatos o con las redes en general, no sé si nos hubiera dado la oportunidad de gestionar la fama a nosotros.
—¿Llegó a abrumarte aquello?
—Es una situación que cuesta digerir porque todo cambia a tu alrededor, tu núcleo más cerrado no, porque en mi caso no fue así, pero eres consciente de que molas mucho de repente. También depende de la edad o de cómo seas, nosotros éramos jóvenes y en mi caso, era muy tímida, por lo que ser centro de atención constante en la calle me agobiaba porque la traducción era que en tu tiempo libre no podías ir con tus amigas a una discoteca en Barcelona o recoger a tu hermana en la facultad, coger un metro, pasar delante de un colegio o entrar en un centro comercial, donde siempre acabábamos escoltados por la policía.
En ese momento crees que va a ser así siempre, entonces necesitas tiempo para ti haciendo cosas que no sean estar encerrada en tu casa. A mi me costó gestionar y asumir que aquello formaba parte de mi vida y necesitaba estar segura con la gente que me rodeaba, que además de mi entorno de siempre, fue el propio equipo de la serie y de la profesión que estaba cambiando contigo en ese proceso.
Me salían ex amigas, ex familiares y ex novios por todos lados que no existían, y pasé de quedarme con los amigos de los ligues de mis amigas en una noche de discoteca a que de repente cualquier chico se me acercara a mí, y este tipo de cosas a mí me rallaban muchísimo.
—Y siendo tan joven, el elogio continuado o efectivamente te abruma, o te convierte en gilipollas.
—El fenómeno fan tiene esta cosa de que se confunde la persona con el personaje. Yo no era el personaje, ni había tenido esa vida ni esa pandilla. Básicamente es que tú molas mucho, y hay que tener en cuenta que existen personajes que tienen características sobre papel que ya te avisan de lo que van a molar en la ficción.
El malote mola más que el buenote, eso es así. Entonces, ni estás estupenda ni en todas las escenas estás maravillosa, y tienes que ser consciente de que esta cosa tan guay está escrita, no es que tú te levantes un día y demuestres lo ocurrente que eres. Hay un equipo enorme detrás y, en ese sentido, yo he sido consciente siempre.
Luego, tuve suerte porque este fenómeno fan se graduó o se colocó en un nivel diferente en muy poco tiempo porque al poco tiempo fui Vero en ‘7 Vidas’. Pero también pienso que es bueno que te acaben identificando con tu personaje de una manera tan brutal, será porque estás construyendo personajes con una identidad propia muy potente.
No te fallaré… 25 años después
Todos queríamos ser Valle y Quimi y, más de 25 años después, queremos ver el reencuentro de todo el elenco en la pantalla o... fuera de ella. Esto último ya lo podemos ver continuamente en las redes sociales de los actores, que publican imágenes de sus diversos encuentros. "Es como una forma de decirle a la gente: ‘Oye, que esto era y sigue siendo verdad, somos muy amigos’", apostilla Santolaria.
En la pantalla pudimos tener algo muy parecido con ella y Antonio Hortelano (Quimi en la ficción) en Citas Barcelona, donde encarnan a dos personajes que no tienen nada que ver con la historia de Compañeros, pero donde hacen numerosos guiños a la ficción de los 90. Un regalo, sí. Pero…
—¿Habrá o no reencuentro en la ficción?
—Esto es una cosa que no depende de nosotros. No lo sé, depende de otras personas e instancias. Yo lo que creo es que no es fácil, no me parece sencillo desde un punto de vista de guion: ¿cómo hacer para no manchar el recuerdo? Es tan chulo el que tiene la gente, que tienes que contar algo que esté a la altura, que merezca la pena. Porque para hacerlo y no acabe siendo mágico, es mejor el recuerdo o la fantasía de cómo sería. No me parece fácil encontrar la historia con la que la gente pueda conectar.
En pantalla
Después de tanto ruido, el personaje de Verónica en 7 vidas también le dio muchas satisfacciones a la catalana, aunque no fuera lo único que lo provocara. Desde entonces, ha participado en más de nueve películas, se ha subido a las tablas con El Apagón o Auto, y ha pasado por diferentes series como Los misterios de Laura o Paquita Salas.
A pesar de su trayectoria, ha reconocido en diversas entrevistas que durante un tiempo el teléfono dejó de sonar al establecerse en Barcelona, dejar de tener representante y priorizar el cuidado de sus hijos, los cuales, por cierto, no han visto las míticas series de su madre.
“Ven cosas sueltas como de Todos mienten, y saben detalles porque tenemos la casa llena de pizarras y hablamos de guion todo el día, pero sentarse en el sofá a ver la serie… no. A mi hija pequeña le sorprende cuando me paran, o cuando voy a comprar y de repente me piden un autógrafo. Me dice: ‘¿Tú eres famosa?’. O a mi hijo adolescente, que le digo a veces ‘No te pases un pelo, porque tu madre no es como crees. Estos hijos adolescentes que se creen que eres sosa, que has nacido siendo una señora y de repente le digo: 'No te confundas'", relata entre risas.
—Hace unas semanas y antes de ganar el Goya por 'Que Nadie Duerma', Malena Alterio venía a decir en una entrevista que daba igual si la gente no la había visto en su última película por la que estaba nominada y solo la recordaban por su papel en Aquí No hay Quien Viva. “Lo importante es ser querida”, añadía.
—Absolutamente. Es importante ser querido por el público y no pasar desapercibido. Esto es así, puedes ser querido o de repente puedes ser odiado porque has caído fatal, lo importante es que puedas provocar una emoción. Es peor que hayas hecho un personaje que no genere nada. Y no me refiero a que no que te reconozcan por la calle, sino a que no cale, que no llegue, que no produzca ningún tipo de emoción o sensación.
Pero, claro, también tienes que tener la oportunidad de tener estos personajes, que te den la oportunidad o te llegue un guion de este tipo, así que por eso creo que hay que ser súper agradecido y ser consciente de que nuestro trabajo tiene sentido porque el espectador está al otro lado.
—En esa gala se condenó con el lema ‘Se acabó’ los abusos que diferentes mujeres del gremio han denunciado por parte del director Carlos Vermut. Allí, Coixet decía que no sabía si aquel era el lugar para la denuncia o la reivindicación y Penélope Cruz que había que usar el altavoz, pero que a lo mejor había que revisar las instituciones que luego amparaban a esas mujeres. ¿Cómo lo ves tú?
—Lo más importante es que las cosas se digan, porque poner en duda el momento o el lugar… Yo parto de que cada uno tiene que hacer lo que le da la gana, si tú consideras que la gala de los Goya es un buen momento para denunciar porque tienes los focos y el altavoz para la reivindicación, me parece bien.
Pero también hay que tener en cuenta que mucha gente quiere contar su historia y no puede hacerlo porque no tiene ese altavoz, así que creo que las personas conocidas no solamente tenemos que aprovechar las entrevistas para hablar de los trabajos que hacemos, sino también para hablar de las cosas de la sociedad.
¿Eso significa que lo que decimos es la verdad absoluta? No, soy un ser humano, tengo una voz y puedes estar o no de acuerdo, pero tampoco me parece que por ser actriz tenga que limitarme a hablar de mis personajes o de mi trabajo. La ficción en ese sentido es importante, hay que usarla para contar cosas y ver otros puntos de vista, o si no solo nos escuchamos a nosotros mismos.
En cuanto a los abusos de poder, pasa en nuestra profesión pero también pasa en muchas otras que no son escuchadas. Esto existe, ha existido y son formas tóxicas de relacionarse, así que me parece valiente que se diga y que salga. Si no, ¿cómo vamos a evitar que sigan ocurriendo estos casos? Me parece muy importante lo que ha ocurrido, no sé si saldrán más, pero creo que hay que hablar para que las cosas cambien.
—Tú empezaste muy joven en la profesión, ¿recuerdas alguna situación de abuso de poder que en ese momento callaras?
—Sobre lo que puedo hablar en primera persona, nunca he vivido una situación que yo pueda considerar ni antes ni hoy un abuso. Es decir, no he vivido una insinuación ni me he encontrado en una situación incómoda con un director o alguien del equipo. A mí no me ha ocurrido. Otra cosa, y esto nos pasa a todas ahora, es que hay comentarios fuera de lugar, que en su momento te incomodaron y los dejábamos pasar porque todos estábamos educados de otra manera, pero ahora los pienso y admito que no tenía por qué aguantarlo. Sonreías y ya está. Ahora siento que todo el mundo va con más respeto, no solo en lo laboral, sino en la vida también.
Guionizar sí, pero actuar también
Durante el tiempo que no sonó el teléfono, Eva, entre otras cosas, ejercía una labor de ‘análisis’ sobre los guiones de Pau Freixas. Nunca lo vieron como algo profesional, sobre todo ella, que hasta entonces lo llevaba a cabo “como una manera natural de ayudar a tu pareja”.
Era algo que no solo le pedía este, también amigos de la industria, confiando en su criterio: “Pero era algo como de ir a tomar un café y hablar y hablar sobre el guion, no era nada profesionalizado”. Pero cada vez ocupaba “más horas y más discusiones” con Pau, confiesa entre risas.
Hasta que llegó su primera factura por este trabajo: “Un día, Carlos Fernández, jefe de Filmax, me dijo que me iba a pasar un guion para que le echara un vistazo porque Pau le había hablado de mi visión en los guiones. Cuando lo leí, le dije que nos contábamos cuando quisiera y me puso una reunión en su despacho. Yo pensaba que iba a ser un café, pero fui allí y estuvimos como tres horas discutiendo con mis notas y demás. Cuando salí, me dijo que me iba a pagar. No me lo podía creer, así que se lo conté a Pau y me dijo que había que empezar a hacerlo así”. Y en el siguiente guion de Pau, Eva ya era guionista.
—¿Se puede elegir: guionista o actriz?
—No, no. Yo soy actriz por necesidad, es mi manera de ver el mundo y comunicarme. Soy actriz en mi casa. Es muy guay tener una cámara e interpretar personajes, pero si no, yo estoy todo el día pensando en personajes y hablando sola. Yo he nacido actriz, así que esto de la fama o no fama… tú eres actor, interpretas delante de una persona o delante de un teatro de 800 butacas. No tengo ni la opción de escoger, es mi forma de comunicarme con el mundo.
Y precisamente por eso creo que he pasado alguien, porque pienso en contar historias, me gusta pensar desde el punto de vista de los personajes, construir personajes que cuenten cosas, que te hagan pensar. Y luego creo que es la necesidad de tener cierto control. Te vas haciendo mayor y esto de estar esperando a que suene el teléfono está muy bien, pero las esperas se hacen largas y creo que con el tiempo empiezas a construir historias que te apetece contar a ti.
No dejamos de ser actores porque no te estén viendo o no estés trabajando. Los actores somos y es una forma de vivir, de sentir, de comunicarnos. Una necesidad casi terapéutica. Ahora que puedo ir en metro me fijo mucho, alucino (ríe). Todo el mundo va, todo el mudo tiene prisa, todo el mundo tiene que… Estamos rodeados de historias.
—En cualquier caso, es una putada envejecer en pantalla, sobre todo para las mujeres.
—El tema es que estamos pervirtiendo nuestros ojos. No se está contando el envejecimiento en pantalla porque lo estamos camuflando. Es verdad que la sociedad está cambiando mucho, nos cuidamos mucho más, no tienen nada que ver los 40 de ahora que los 40 de nuestros padres, pero también es verdad que no todo el mundo tiene las posibilidades, ni el tiempo, ni la necesidad de ir a un gimnasio a hacer todos los días ejercicio o tratamientos de belleza.
No podemos hacer que todos los personajes femeninos de cierta edad estén inmaculados porque no es real, no es verdad. ¿Hay colegios de élite con alumnos con tendencias homicidas muy heavies? Puede ser. Pero también hay colegios e institutos normales donde va la hija de la cocinera y donde va el chaval que no conoce a su padre porque les abandonó cuando era pequeño con otro tipo de realidad.
Con los personajes femeninos pasa igual, claro que está la señora de 50 en la calle estupenda, guapa, que viste que te cagas, sí. Pero no todo el mundo tiene esa vida ni vive de esa manera. Tenemos que entender que una actriz en pantalla debe tener arrugas, líneas de expresión, ojeras, poder hacer un personaje que apenas se maquille. Yo no soy actriz para ser guapa ni para estar en la portada de una revista, sino porque me apetece interpretar personajes. Y hay veces que están súper bien y otras veces, no.
Tenemos que ser capaces de aceptar la imperfección, también en los comportamientos. ¿Dónde está la menopausia? ¿Y las estrías? Que cuando tienes hijos el cuerpo o el pecho te cambian. Si estamos falseando todo y salen madres en pantalla maravillosas que no reflejan todo esto, pues normal que haya gente en su casa a la que le generas una frustración tremenda.