Suena el teléfono. Al otro lado, la voz se escucha con nitidez: "Soy José, de El Cobrador del Frac". Tras el susto inicial, la imaginación muestra al interlocutor: lleva chaqué, bigote, un sombrero de copa y una maleta que a saber qué guarda. Llama, a buen seguro, para pedir que se salde una deuda. "Pásate por las oficinas de Madrid", dice antes de colgar.
En plena calle Orense, un cartel señala el bloque donde está la empresa de cobros más famosa de España, con 35 años de antigüedad. Se ganó su fama en los años 90 por la vestimenta de sus cobradores, que perseguían a los morosos con el atuendo descrito. Sin embargo, la llegada de Google, estiman, les golpeó como un boxeador cuando apunta al hígado y les hizo tocar la lona. De hecho, acaban de presentar una querella contra el gigante norteamericano por delitos contra la propiedad industrial y calumnias.
Las escaleras dan a unas enormes puertas mecánicas con un cartel que advierte: "Se recuerda a gestores y cobradores que todos los cobros en efectivo deberán ser ingresados en el banco, trayendo a la oficina el correspondiente ingreso".
[Más de 7 años de cárcel por intentar aplastar a un cobrador del frac con un vehículo industrial]
Una vez se atraviesan las puertas, la recepción. El lugar es diáfano y la luz blanquecina. Recuerda a una oficina de la década de los 90 del siglo pasado, quizás principio de los 2000. Suelo de granito, paredes negras y blancas. Sobre ellas, decenas de cornamentas de cabras. "Al jefe, que le gustan mucho", dice un empleado.
José sale del interior de las oficinas. Va vestido normal, es sólo el gestor. A su lado, presenta al cobrador del frac. Es el último que queda en Madrid. Su nombre es Óscar Adalia. Viste sombrero, pajarita, frac y un maletín. "Este es mi uniforme de trabajo", dice. "Antes éramos cuatro: ahora soy el último mohicano".
Un día con Óscar Adalia
Tras la presentación inicial, Adalia narra su día a día. El resumen es claro: se encarga de notificar a los morosos –que no a los deudores– de que ahora tienen una deuda con el Cobrador del Frac. Es un hombre imponente. Asegura que no practica ningún tipo de arte marcial o defensa personal para prevenir cualquier ataque en el trabajo. De hecho, no hay mucha preparación para este trabajo, como otro cualquiera, pero con un uniforme peculiar.
Cuando se le pregunta a Óscar si les enseñan técnicas teatrales, expone: "Eso son bulos que circulan por ahí". Su primera labor, al contrario, es llamar por teléfono al susodicho. Le explica lo que ocurre y concierta una cita para entregarle la documentación. Le informa de que ahora su acreedor es de El Cobrador del Frac, que ha comprado la deuda que tenía al anterior. Por lo tanto, deberá pagarle a esta empresa. Ahí comienzan a hablar.
Luego, Adalia acude a entregar la notificación. El problema es que una nota en mano de este cobrador no es una más. La vestimenta y el maletín alerta a todo el que rodea al individuo que recibe la visita: no sólo le señala como moroso, sino que además lo publicita.
El operador no tiene siquiera que hablar para señalarlo. Su uniforme de trabajo ya es un dedo acusador. El reportero lo comprueba cuando se sube al coche del operador. Las miradas se vuelven todas hacia el vehículo en el que está. Cuando se baja, los ojos siguen volviéndose hacia él.
En caso de que el moroso incumpla, el cobrador irá a notificarle nuevamente al moroso que sigue siendo uno de los deudores de la empresa. Sólo irá a entregarle la notificación. Si la quiere recoger, bien; de lo contrario, insistirá.
El trabajo de este operador es de riesgo. En 2014, en Valencia, un empresario del sector de los aires acondicionados atacó a un compañero con un toro mecánico. Destrozó el coche —siempre un peugeot 208 de los antiguos en negro y blanco— y le dejó una invalidez de por vida. Acaba de ser condenado a siete años de cárcel, señalan desde el gabinete jurídico de El Cobrador del Frac, por tentativa de homicidio.
Adalia apunta que él no tiene miedo. Alguna vez ha tenido problemas, pero no han sido muchos. "Una vez me sacaron una pistola", afirma. Sin embargo, aquello no pasó a mayores. Reaccionó con tranquilidad, explicándole al hombre que él solo era un trabajador y esa acción solo acrecentaría los problemas. "Pero no suele haber problemas tan graves", apunta el último Cobrador del Frac.
En todo caso, siempre tienen el apoyo del gabinete jurídico de la empresa. Daniel Ocaña, jefe de esta sección, apunta: "Tienen nuestro apoyo. Lo defendemos si hay algún contratiempo con algún moroso, que suele haberlos, porque a nadie le gusta que llegue un señor a decirle soy del Cobrador del Frac. Todas las denuncias o se archivan o se ganan".
Líos judiciales
En los años de bonanza llegaron a ser hasta cuatro cobradores del frac sólo en Madrid. En el gabinete jurídico se contaban dos decenas de juristas. Ahora, sólo Adalia continúa con su labor. El sector legal está compuesto por tres.
La culpa no la tuvo ninguna crisis. En épocas de vacas flacas, el Cobrador del Frac aumenta su negocio. Tampoco las sentencias en contra. Como aquella que emitió el Tribunal Supremo, en la que estimaba "ilegítimo" —"divulgar una deuda tiene por fin atemorizar y coaccionar al deudor por medios vejatorios para que pague"— el método del Cobrador del Frac, porque ser moroso no resta el derecho a la intimidad.
El gran enemigo de esta empresa es Google. Daniel Ocaña, jefe del servicio jurídico, lo explica: "Es una plataforma que ha tenido o ha llevado a cabo un mal uso de nuestra marca porque si te metías en google y ponías El Cobrador del Frac aparecían otras empresas que no eran el cobrador del Frac. Aparecía la competencia. ¿Cómo es posible?".
"Eso nos ha hecho muchísimo daño", prosigue el letrado de un cuerpo que llegó a tener 20 componentes, pero que hoy en día solo está integrado por tres personas. "Es que hunde un negocio, como puede hundir a un restaurante: 'Es que lo dice Google...'. Esos son los motivos de la querella que se ha presentado. Delitos contra la propiedad industrial y las calumnias que se han hecho".
Poco más ha cambiado la empresa desde hace 35 años. "El método es el mismo que cuando empezamos. Es una persona que se dedica al cobro de deudas de morosos, que no de impagados. Seguimos siendo la marca líder, tanto para nosotros como para nuestros clientes", exclama Ocaña.
El letrado reconoce que "el mundo ha cambiado mucho" en estas tres últimas décadas, pero "la morosidad no". No obstante, explica que "el moroso ha perfeccionado su método de engaño con las nuevas tecnologías, con los medios, la información que cada vez se adquiere más. Hay gente que de la morosidad hace su profesionalidad. La situación es distinta pero por la profesionalidad del moroso".
El Cobrador del Frac no actúa, generalmente, contra particulares. De hecho, la deuda mínima que reclaman son 10.000 euros. Ellos se quedan una parte y el resto irá al deudor original.
Un ejemplo de moroso, explica Ocaña, "son las empresas que abren, contratan, adquieren productos de terceras sociedades, hacen un primer pago y desaparecen. Has dejado a nuestros clientes una deuda de 100.000, 200.000 euros o más y la tendremos que intentar recuperar. Tanto por medios extrajudiciales como judiciales". Generalmente, añade, "ante este tipo de individuos tenemos que acudir extrajudicialmente".
Como muchas de estas empresas han cerrado, seguir la pista del moroso no es fácil. "Es muy importante acudir a los registros públicos. El que lo ha hecho una vez lo ha hecho varias. Deja señales y rastros por donde va pasando y tiene otras empresas vinculadas. Ahí tienes un margen de actuación y te puedes dirigir a la persona", explica Ocaña.
En los tribunales han ganado en muchos casos. "Hemos cobrado querellas, procedimientos civiles… Estamos abiertos a cualquier tipo de actuación", avisa.
El hecho de no recuperar deudas por debajo de los 10.000 euros tiene un motivo. "Por debajo de ese precio no es factible. La gestión de un expediente es cara. Hay un departamento de investigación y hay un departamento de gestión propiamente. Todo ello tiene que pasar a través del gabinete jurídico. Todo eso genera un costo. Gestores que hay que pagar. Nosotros establecemos un mínimo que son 10.000 euros".
Las tarifas están publicadas en la web. Un porcentaje, dependiendo del montante, por los honorarios y, posteriormente, El Cobrador del Frac le asegura el 62% de la deuda recuperada.
Ocaña asegura que hace poco estuvo con un cliente satisfecho. "Me dijo que estaba muy interesado en seguir dándonos expedientes porque estaban muy contentos. Lo que quiero decir es que nos llaman los clientes. Tenemos algunos con 30 años y no voy a decir nombres, pero son conocidos".