En Térmens, un pequeño pueblo de unos 1.300 habitantes situado a 20 kilómetros al noroeste de Lleida, no tienen ningún problema con el catalán. La mayoría de sus vecinos lo habla con fluidez. Allí nació hace 20 años María Estévez, una joven a la que siempre le ha gustado “leer y escribir” y que desde pequeña se muestra preocupada por “preservar la lengua”. Hace tres cursos se matriculó en un doble grado de la Universidad de Lleida de Filología catalana, estudios occitanos y Traducción. “Me metí por un sentido patriótico, ya que la lengua catalana está decreciendo y el occitano, no digamos”, comenta. Aquel año fue la única alumna de su promoción, después de que un compañero abandonara en diciembre.
Desde que comenzó a impartirse en el curso académico 2018/19, esta doble titulación se ha caracterizado por la escasez de alumnos. En aquella ocasión sólo tuvo un inscrito, lo mismo que ocurrió en la promoción 2020/21 o en este mismo año. “Yo creo que es muy necesario que haya gente que tenga interés en proteger estas lenguas y seguir estudiándolas para expandir el conocimiento”, insiste la alumna, que ahora está en tercero de carrera. “Mucha gente dice que es una tontería, que el catalán no se va a perder. Pero lo que yo pienso es que hay que esforzarse para hablarlo más o negarse a utilizar de esta forma tan opresiva, por así decirlo, del castellano”, prosigue.
Según su opinión, “el castellano se lo está comiendo todo”. Sobre todo, en entornos urbanos, “porque en poblaciones como Barcelona sales a la calle y se escucha castellano más que otra cosa”. Por eso, se muestra totalmente contraria a medidas como la que decretó el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña, que ordenó que al menos el 25% de las horas lectivas en las escuelas se impartieran en castellano, pese al rechazo de la Generalitat.
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“Yo esto lo veo muy mal, porque el catalán ya se habla poco. Se está dejando de lado mientras se impone el castellano y, al fin y al cabo, aquí no hay nadie que desconozca el castellano. No veo la necesidad de difundirlo más en las escuelas; lo que se tiene que apoyar es la lengua minoritaria y minorizada, que es el catalán”, aprecia la estudiante universitaria.
Descenso en el informe PISA
Cataluña es, sin embargo, una de las comunidades más vapuleadas del último informe PISA, publicado este martes. En el aspecto relacionado con la comprensión lectora Cataluña ha caído 22 puntos, de 484 a 462, con respecto a los anteriores datos de 2018. De esta forma, esta comunidad se sitúa a la cola de España en esta materia, sólo por delante de Andalucía, Ceuta y Melilla; y bastante por detrás de la media de la UE y la OCDE. En matemáticas y ciencias, los otros dos aspectos que se evalúan, Cataluña también ha sufrido retrocesos, pero es en la comprensión lectora donde obtiene peores notas.
En un primer momento la Generalitat achacó los malos resultados a los estudiantes que realizaron la prueba, ya que las autoridades insistían en que había una muestra sobrerrepresentada de alumnos de origen inmigrante, con mayores dificultades para el aprendizaje. Después rectificó y desvió su argumento a un problema de pobreza infantil. Desde las instituciones apuntan a un mayor alumnado con problemas socioeconómicos, a los recortes y a los efectos de la pandemia.
Sin embargo, asociaciones como la Asamblea por una Escuela Bilingüe señalan directamente a la política de inmersión lingüística. Su presidenta, Ana Losada, explicó a este periódico que más del 50% de los alumnos catalanes tienen el castellano como lengua materna, pero no son educados en ella, por lo que es “es ilógico pensar que puedan entender las matemáticas como un alumno catalanohablante al que sí se las explican en la suya, y lo mismo es aplicable a la lectura y a las ciencias".
Occitano, oficial pero desatendido
María Estévez no se refiere a los datos que se desprenden del informe PISA -la conversación se produjo antes de su publicación-, pero sí insiste en defender carreras como la que estudia para garantizar “el futuro de estas lenguas”. Al margen del catalán, el occitano es una lengua romance, hablada por unos dos millones de personas, que se encuentran sobre todo en el sur de Francia, pero también en algunos puntos de Italia y en el Valle de Arán, en el Pirineo leridano. En 2010 el Parlamento catalán reconoció el occitano como lengua oficial en la Comunidad Autónoma.
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“Cuando empecé no estaba pensando en las posibilidades laborales, pero ahora sí que veo que ofrece un trabajo seguro. Muy poca gente conoce el occitano y si, además, lo juntas con la Filología catalana y la Traducción, te puedes dedicar a la edición de textos, la traducción o a la transcripción”, revela. Afirma que le gustaría contribuir a la divulgación de la lengua, en un campo como el de la investigación, aunque tiene claro que su futuro no pasa por la docencia con los más pequeños.
Para pensar en ello todavía le quedan dos cursos y lo que resta de éste, de los cinco años en los que se imparte el doble grado que estudia. No obstante, que sea la única matriculada de su promoción y que esta circunstancia se haya repetido en tres de las seis ediciones en las que se ha impartido esta titulación en la Universidad de Lleida no significa que sea la única alumna en el aula. Dependiendo de la asignatura, comparte clase con los estudiantes de Filología catalana -la titulación simple-, Filología hispánica o Estudios ingleses. “Sí que es verdad que en Filología catalana está muy mal la cosa, somos muy pocos en clase, no más de cinco o seis”, reconoce.
De ahí que vuelva una vez más a la misma conclusión: “por esto es doblemente importante, porque ya se ve que faltan estudiantes. Y esto significa que antes no se ha protegido lo suficiente para que haya un número más alto de personas que tengan ganas y vean futuro en esta lengua”. Entre los cinco cursos de su doble grado, otros nueve alumnos, además de María, están inscritos en esta carrera.