Toc, toc. Se abre la puerta y del otro lado asoma una mujer con capa, traje ajustado de superheroína, melena rosa con trenzas, maquillaje a juego y un poquito de cara cansada, que camufla con una sombra de ojos fucsia intenso. Debería sonar eso de “L-U, L-I, Luli, ¡Pampín!” Quienes tengan hijos de 2 a 8 años sabrán bien de qué estamos hablando. Al entrar en su estudio, sin embargo, no se escucha ninguna sintonía. De fondo se ven las pistas de esquí de Ordino Arcalís, en Andorra, un lugar todavía poco frecuentado, a la espera de que los esquiadores comiencen la temporada. “Pasad, pasad, aquí es donde la radio mágica lleva a Luli Pampín a un mundo de imaginación”. Si esos niños de 2 a 8 años ya saben leer y lo están haciendo, spoiler, esperamos no romper el hechizo.
Intentemos que no sea así. Luli es una bailarina encerrada en una cajita musical, que un buen día llega como regalo a la casa de la familia Pampín. Allí, como el vaquero Woody o Buzz Lightyear pero en versión femenina, la frágil muñeca comienza a bailar. Y a través esa radio mágica, abandonada en un viejo baúl, se convierte en una superheroína que viaja a mundos inimaginables donde los niños tienen el poder gracias a los bailes y las canciones. La historia, verán, tiene tintes autobiográficos. Su creadora se llama Lucía Pérez Gerardi y ha tardado hora y media en transfigurarse en el personaje más admirado por los niños del momento.
Con Lucía se podrían cruzar por la calle, que no la iban a reconocer. A Luli la encontrarán en su canal de Youtube, que ya está cerca de los 15 millones de suscriptores y donde hay vídeos con más de 800 millones de visualizaciones. “Camino por la selva, no sé qué encontraré; oigo animales, ¿cuáles hoy descubriré?”. Perdón por insistir, pero si tienen hijos, de verdad que esta frase la tendrán clavada en el hipocampo de su cerebro. “Son canciones que escuchaba en mi casa de niña y otras me las invento. Pero a mí me pasa igual, cuando estoy cocinando de repente me doy cuenta que estoy: ‘a mi burro, a mi burro, le duele la cabeza’. Y no te fijas en que estás cantando inconscientemente esa canción que tienes taladrándote la mente”, reconoce ella.
Pero, Luli, o Lucía, o lo que sea, imagina eso repetido en bucle diecisiete veces, con sus bailes y sus colores fluorescentes en la pantalla.
PREGUNTA- Hablo en representación de muchos. Antes que nada, te doy la oportunidad en este momento de pedir perdón a los padres de España.
RESPUESTA- [Ríe. Ríe mucho, además] Lo siento, papás, pero creo que seguiré en sus cabezas.
Vayamos atrás para entender.
Una infancia difícil en Argentina
Lucía nació en Mendoza (Argentina) hace 35 años. “Me crié en el campo, subiendo a los árboles, jugando, saltando. Pero mi familia venía de una clase media-baja, éramos cinco hermanos, yo era la única chica, y me tuve que hacer cargo de ellos. De alguna forma, sin yo quererlo, me convertí en una especie de madre con 10 años”. Su padre era, entre otras cosas, profesor de taekwondo. “Pero, ¿a qué no se ha dedicado alguien de una familia sin demasiados recursos en Argentina en los últimos años? Uno intenta trabajar de lo que sea, y lo hace todo el tiempo. Entonces, claro, mis padres no estuvieron presentes en mi infancia como a mí me hubiera gustado y es algo que yo no quería para mis hijos”.
[Así es Míster Jägger, el nuevo 'tacañón' del 'Un, dos, tres' de TheGrefg]
Era la Argentina del corralito, la que en medio de una crisis económica y una inflación galopante, decidió limitar la cantidad de dinero que se podía sacar de los bancos para evitar una fuga masiva de depósitos. “Vivíamos muy mal, llegó un momento en el que mi cena todos los días era un vaso de yogur”. Y así, su familia decidió emigrar a España, cuando Lucía tenía 12 años.
Se instalaron en Alicante, más barata que Madrid o Barcelona, y con el mar a su alcance. La única hija de los Pérez Gerardi pasó su adolescencia en una ciudad que no era la suya, tratando de ayudar a sus padres, cuidar a sus hermanos y encontrarse a sí misma. Entonces, mientras estaba estudiando el bachillerato, alguien le comentó la posibilidad de alistarse al Ejército. “Me pareció muy interesante lo que ofrecían, desde el punto de vista del ejercicio físico, de ayudar a los demás, de viajar… Yo soy una persona muy competitiva, si tengo que escalar una montaña, voy a querer estar allí la primera. Y como mujer sentía que tenía que ser muy fuerte, física y mentalmente”. Lo cuenta, no lo olvidemos, vestida de superheroína. Pero eso es otra vida, antes fue soldado en el Regimiento de Artillería Antiaérea de Cartagena.
Soldado Pérez Gerardi
“Estuve diez años en el Ejército. Ya había aprendido a utilizar todas las armas, pensé que ya no podía progresar más. Y, además, había algo que me hacía no sentirme bien conmigo misma: cuando estás ahí sientes que tienes que demostrar todo el rato tu fortaleza y, de alguna forma, pierdes tu vulnerabilidad. Yo quería volver a sentir esa parte de mí, y cuando tuve a mi bebé, me di cuenta de que ya no era la persona que había entrado en el Ejército y que no era feliz en ese trabajo”. Toda esta parte la cuenta de pasada, porque también quedó atrás, como esa infancia difícil en Argentina. Con 25 años, mientras vestía el uniforme de soldado, tuvo un niño y le tocó hacer de madre de verdad. De madre soltera.
Fue entonces cuando cambió todo. “Me tenía que levantar cada día a las 6 de la mañana y dejar a mi hijo con mi madre o con otra persona, hacer malabares durante todo el día y después volver súper tarde. No estaba con él, a lo mejor te tenías que ir de maniobras una semana, dos o un mes entero y yo decía: ‘no puedo, yo tengo que hacer algo que me haga feliz’. Fueron momentos muy duros, me encontraba muy triste. Entonces me di cuenta de que lo que más me hacía feliz era bailar con mi bebé y poder disponer de mis horarios”. Y así fue cómo con unos pocos ahorros se compró una cámara y empezó a hacer “vídeos muy precarios con una caja de cartón” que ella misma había pintado. La caja musical de la que nació Luli.
P- Cualquiera que tenga hijos entenderá la sensación de la que hablas. Y muy probablemente las mujeres la comprenderán aún mejor, porque, por mucho que hayamos avanzado, vosotras soléis asumir más carga de trabajo. ¿Has sentido esa presión de tener que ser una súper mamá, ser perfecta y estar siempre en todo?
R- Es que eso es imposible, yo me permito a mí misma ser imperfecta. Es lo natural de la maternidad y la paternidad, no siempre somos felices ni somos los mejores padres del mundo. Eso que dices genera frustración si te pones metas inalcanzables, pero creo que hay que ser menos crítico con uno mismo y olvidarse de esa de idea de ser perfectos.
Lulipampineros
Sus primeros vídeos, con los que pasó dos años sin ver un euro, tampoco lo eran. “Recurría todo el rato a mi hermano, que sabía de ordenadores. Le llamaba a su habitación a las 8 de la mañana mientras estaba durmiendo y le pedía que me grabara”, afirma. Había compatibilizado el Ejército con el coro del conservatorio y con clases de interpretación. Y, de repente, uno de esos vídeos de principiante, donde repasa las vocales cantando y bailando, empieza a acumular millones y millones de visitas.
“Mi personaje está muy enfocado al ámbito de la maternidad. Todo lo que hago, lo hago pensando en mi hijo, en la enseñanza y en incentivar su imaginación”, explica. En sus vídeos aparecen, sin mencionarlos, el bullying o los miedos infantiles, con personajes que quieren atemorizar a nuestra protagonista, pero que terminan huyendo despavoridos o sumándose a la fiesta. “Hay niñas y niños lulipampineros, pero a las niñas lo que pretendo inculcarles no es ese personaje de muñequita que estamos acostumbrados a ver, sino esa mujer guerrera que es capaz de salir adelante gracias a su imaginación”.
P- ¿Qué es el lulipampinerismo? ¿El lulipampinerismo va a llegar?
R- [Ríe] No había pensado en el término. Pero sería algo así como que los niños adoptaran esa actitud. Ves a una niña que se pone el traje de Luli y se siente poderosa.
Lucía, antes de Luli, había crecido “bailando con Xuxa, María Elena Walsh -una cantante argentina-, con el manga de Sailor Moon…”, y todo eso le sirvió de inspiración. Diseñó ella misma sus trajes, empezó a comprar complementos y, poco a poco, sus admiradores le fueron mandando más material con el que completar el personaje.
P- ¿Te han dicho alguna vez que estabas demasiado sexualizada?
R- No, al principio recibí burlas, pero yo, personalmente, no creo que esté sexualizada. Tengo trajes un poco más ajustados, otros un poco más rectos, pero soy una mujer y tengo un cuerpo de mujer, no voy a ir en una bolsa o un chándal si soy una superheroína.
Para cuando le llegó el éxito ya había conocido a quien ahora es su marido, que está en la habitación contigua junto a su segunda hija, de apenas cuatro meses. “Nos conocíamos desde la infancia, desde que llegué a España con 12 años. Yo estaba enamorada de él, perdimos el contacto y más tarde volvimos a encontrarnos”, recuerda. Él trabajaba como frutero en un supermercado de Torrevieja, aunque se había formado para ser diseñador gráfico; y, a sus treintaytanos, ella era una antigua soldado que pegaba fuerte en Youtube. “Cuando comenzamos a trabajar, él volvía del supermercado y estábamos hasta las 5 de la madrugada haciendo las animaciones. No dormíamos casi, pero estábamos felices”.
Andorra
Y hace dos años, cuando la cosa ya marcha, deciden venir a Andorra.
P- Fue el momento en el que vinieron muchos youtubers. ¿Por qué Andorra?
R- Esa pregunta me la voy a saltar. Pero estoy muy feliz de vivir en Andorra por la vegetación y la naturaleza. Estuvimos viviendo un tiempo en Madrid, pero a mí tanto edificio me mataba.
P- Pero viniendo de una familia modesta, ¿entiendes que haya gente que piense que esos ingresos que has podido conseguir se pueden redistribuir entre quienes tienen menos?
R- Creo que ser youtuber tiene muchas veces una connotación negativa, que parece que uno se sienta y el trabajo se hace solo. Los streamers de videojuegos tienen que estar todo el día con ello, tienes que tener ciertas habilidades comunicativas, talento, algo que le atraiga a la gente. No se puede hablar de ello como si fuera cualquier cosa.
P- No se discute el trabajo, hablamos de la forma de redistribuir los rendimientos que genera.
R- Pero esa es la misma pregunta de antes, me la sigo saltando.
Vale, tampoco yo hubiera pensado estar hablando de impuestos con la superheroína de los niños.
En su estudio andorrano ahora tiene tres habitaciones en la planta baja de un edificio, donde se transforma en Luli y edita sus vídeos; y un sótano con una cabina de grabación, un vestidor para toda la indumentaria, cámaras profesionales, luces y una sala con un chroma verde. Si han llegado hasta aquí, niños, Luli no vive en la selva, en un parque o en la cabaña de la bruja. Ella se graba delante de esta pared verde y todo lo demás lo pone después el ordenador de José Daniel, el marido de Lucía. Avisamos de que habría spoilers.
¿Qué puedes hacer si tu hijo quiere ser influencer o youtuber? El experto recomienda]
Lulimanía
Todo lo que sale de aquí se ha convertido en un fenómeno de masas, que llevará a Luli en unos días a actuar en diferentes teatros de Italia. Hasta ahora había triunfado, principalmente, en España y Latinoamérica. Vende libros, discos y toda una serie de objetos de merchandising, que se pueden encontrar en su web. E incluso abundan por distintas ciudades los ‘tributos’ a Luli, eventos en los que otras intérpretes imitan con mayor o menor fortuna a la actual diosa de los niños, normalmente de manera informal. “Lo he tenido que decir en mis redes sociales, que para hacer un tributo hay que tener un permiso, porque eso afecta a mi trabajo”, defiende.
P- Hay un programa en la tele, que se llama La Resistencia, donde van muchos youtubers y personajes populares entre los jóvenes, en el que siempre preguntan a los invitados cuánto ganan.
R- [Nooo, ríe] Si no te conteste a la de antes, imagínate a ésta.
P- Tendrás que preparar una respuesta si te llaman…
R- Nada, no la contestaré tampoco.
P- ¿Y qué hay de ese mensaje extendido en este mundillo de que enriquecerse no es tan difícil y que si te esfuerzas mucho conseguirás tus objetivos?
R- El objetivo para mí nunca fue ese, mi objetivo era divertirme. Obviamente, es mi trabajo y no vivo del aire, pero para mí era más importante entrar en las casas de la gente y dejar un mensaje. Y en cuanto al esfuerzo, la palabra 'siempre' no existe, pero en mi caso trabajé día y noche y conseguí hacer lo que me proponía.
A la mujer que tenemos delante no le interesan demasiado la política o el papa Bergoglio; ni siquiera el fútbol, Messi, Maradona. No cumple el canon de buena argentina, pero queda la sensación de haber hablado con Lucía, que Luli ha sido más el atuendo. Igual hemos fallado en el enfoque.
P- Le había preguntado a la hija de un amigo, que tiene dos años y medio y seguro que conecta a la perfección contigo, que me mandara alguna pregunta para Luli. Lo único que me dijo es que te quiere mucho. ¿Qué le respondemos?
R- [Con voz aguda, como hablándole a los niños] Que le mando un fuerte abrazo y un besito lulipampinero. [Y ya en serio] Y le diría que la imaginación es muy fuerte y que la utilicen porque en su cabeza se estrena el universo. Tienen el poder de hacer lo que sueñen y lo que deseen.