"Subsistirán, pues, las corridas de toros mientras existan en el alma española este anhelo de lo pintoresco, del espectáculo brillante y movido, esta apreciación del color y esta propensión a la alegría... Se puede decir que el día que no haya toros, los españoles tendrán que inventarlos". Esa cita, pronunciada por Don Benito Pérez Galdós, resume la esencia de lo vivido el 7 de agosto en Estella (Navarra).
Allí, el conocido como "el torero navarro", Pablo Hermoso de Mendoza (57 años), se despidió de la plaza de su pueblo natal ante la atenta mirada de los vecinos que quisieron rendir los últimos respetos al rejoneador que ha puesto a Estella en el mapa taurino. Lo hizo, como no podía ser de otra manera, junto a su familia. Su mujer y su hija Paula lo observaban desde el palco, pero faltaba Guillermo (23 años).
Él se encontraba abajo, en la arena, junto a su ídolo, junto a su padre. La historia de los Hermoso de Mendoza siempre ha estado ligada al mundo ecuestre. Cuando Pablo era joven su padre tenía caballos y, tras probar como jinete, acabó descubriendo que su sueño era ser torero o, mejor dicho, rejoneador. Ahora, tras una larga carrera y más de 2.500 corridas a sus espaldas, ha llegado el momento de la retirada, pero su sombra es alargada y, tras él, espera Guillermo para recoger el testigo.
La familia ha abierto las puertas de su finca a EL ESPAÑOL y Pablo y Guillermo han ofrecido a este periódico una entrevista en la que se han sincerado sobre el pasado y el futuro, sobre los miedos y las alegrías, sobre la vida y la muerte. Un recorrido por la trayectoria de uno de los mayores rejoneadores que ha dado España y sobre la herencia que deja al mundo taurino.
La finca de Zarapuz
Llegamos a Estella y las puertas de Zarapuz se abren ante nuestros ojos. Un largo camino rodeado de cipreses nos acerca hasta la finca familiar y lugar de trabajo de la Hermoso de Mendoza. En la puerta, un curioso perrito nos da la bienvenida y, entre relinches, esperamos a Paula, la hija de Pablo y hermana de Guillermo. Entramos y damos con un espacio diáfano, una gran plaza techada rodeada de los habitáculos en los que viven algunos de los caballos de la familia.
En la finca habitan cientos, a cada corrida deben llevar en torno a 18. Nos cuentan que, con la entrada de Guillermo a los ruedos, han tenido que alquilar otro camión para transportarlos. Todos los caballos de rejoneo son machos y Pirata, Regaliz, Navegante, Berlín o Disparate son algunos de sus nombres. Esa elección no es baladí, según la letra por la que comienza se conoce la generación a la que pertenece.
Allí conviven distintas ramas de una misma familia. Pablo vivió con Cagancho, su caballo más importante, una de esas historias de amor inexplicables. Ambos se entendían a la perfección y, cuando el rocín se retiró, las plazas de todo el mundo rindieron homenaje al corcel que se enfrentó a más de mil toros y llevó a su jinete a lo más alto.
En la finca todo está planificado. Algunos de los más de 20 trabajadores con los que cuenta trenzaban a los caballos que por la tarde saltarían al ruedo, mientras Pablo entrenaba en otra de las salas. "El caballo me tiene que enamorar", cuenta el mayor de los Hermoso de Mendoza, a la vez que afirma que "tiene que tener una rebeldía" que le atraiga.
El amor por estos animales y por su profesión les ha hecho crear un espacio dedicado para ellos, donde su comodidad sea la prioridad. A fin de cuentas, no dejan de ser sus herramientas de trabajo, pero también parte de la familia. Con la guerra de Ucrania y la falta de grano comenzaron a plantarlo ellos mismos. También están comenzando con la crianza de toros, creando un círculo perfecto.
De padre a hijo
La pasión de Pablo por el rejoneo fue heredara por Guillermo, que recuerda que cuando era más pequeño le llegaba incluso a molestar que la gente le preguntara si quería ser torero. "Mi carrera la tengo que marcar yo y, al paso que voy yendo, sé que todavía me queda muchísimo, pero voy por el buen camino", cuenta al tiempo que elogia los logros de su progenitor y en afirmar que "superarlos es lo que te motiva a seguir".
Pablo no quería abandonar las plazas hasta que no viera a su retoño preparado del todo, pero los últimos éxitos de Guillermo han propiciado su salida. El rejoneador quería disfrutar de unos últimos años de carrera junto a su hijo y, ahora que ya lo ha conseguido, ha llegado el momento de soltar las bridas.
La 'última' corrida
Todo estaba listo. Una marea de navarros ataviados de blanco y rojo inundaban las calles de Estella. También había viajeros que llegaban del otro lado del charco. "Venimos a verte desde México", le contaba una aficionada a Pablo, que ha consagrado su carrera entre España y el país de los mariachis.
En el entrenamiento previo, padre e hijo no paraban de sacarse fotos con sus seguidores y vecinos. Nadie quería perderse el evento del año, toda Estella se reunió para presenciar una de las últimas corridas de uno de sus paisanos más ilustres y de su digno sucesor.
Cada uno debía de matar dos toros. En el rejoneo existen cuatro rondas en las que se cambia de caballo, solo el primero está decidido previamente. Una vez se ha visto la actitud del toro, los rejoneadores deciden la estrategia a seguir.
Pablo le dedicó el primer toro a su padre, que lo miraba ilusionado con esos ojos de orgullo con los que solo se puede mirar a un hijo. Entre banderillas, espadas y aplausos, acabó cortando un rabo y dos orejas. Él hizo su trabajo y sus ayudantes le acompañaron.
"Tienes que proteger al caballo y que el caballo te proteja, tener esa conexión y esa confianza con el animal para poder salvar los dos la vida y finalmente vencer frente al toro". Eso hicieron, en perfecta armonía y paz, a pesar de que el público siempre tenía la sensación de que acabarían corneando al caballo.
Guillermo salió triunfante, rebosaba la actitud que tienen los que saben que van a llegar lejos. Su trabajo fue impecable. Animaba al público a aplaudir más alto, a gritar más alto, la orquesta tocaba más alto cuando el joven cabalgaba sin brazos y arengaba a su pueblo. Lo logró, se mostró como el heredero más digno que podía desear Pablo. La sangre no miente y Estella fue testigo.
Que tu alma toree
"El toreo es un arte misterioso, mitad vicio y mitad ballet. Es un mundo abigarrado, caricaturesco, vivísimo y entrañable el que vivimos los que un día soñamos con ser toreros". Así lo describió Camilo José Cela. Para Pablo, una frase que lo ilustra muy bien es la que dice que "hay que preparar y educar a tu cuerpo para que cuando estés en la plaza tu alma sea la que toree".
Para los rejoneadores el toreo es un ballet, un baile improvisado en el que tienen "mucho menos peligro que el torero a pie, pero mucha más complicación, porque nosotros tenemos que poner tres mentes de acuerdo", explica Pablo.
"Tenemos que adaptar todos esos miedos, todo ese movimiento del toro, los movimientos del caballo en respuesta a esa agresividad del toro. Poner de acuerdo todo eso y hacer un ballet lo más exquisito y lo más estético posible", cuenta el veterano rejoneador que, antes de que empiece cada faena, besa una medalla de San Pablo, agarra las orejas de su rocín y piensa en toda su familia.
Esa familia que, miedosa y orgullosa a la vez, observaba atenta el sueño de una vida. "Ay, la chingada madre", exclamaba hija y hermana cuando algo se torcía. Ella no toreaba, pero era como si lo hiciese. "Ay, Pablo", gritaba su mujer cada vez que el centauro de Estella se ponía en peligro. Los Hermoso de Mendoza han construido su vida alrededor del rejoneo. Este mundo se lo ha dado todo, ahora es el momento de hacer un repaso al pasado y mirar al futuro.
Por la puerta grande
A hombros y por la puerta grande, así salieron Pablo y Guillermo de la plaza de toros de Estella. El público les aclamaba como se aclama a los grandes toreros, con garra y fervor. Saben que es una de las últimas veces que podrán verlos juntos en acción, por eso, la despedida fue intensa, pero no fue dolorosa.
Pablo dice adiós, pero deja a buen recaudo su legado. Su hijo tratará de consolidar una carrera tan longeva como la de su padre, que, como cuenta el propio Pablo, puede resumirse en "sufrimiento, trabajo y éxito". Guillermo quiere que la suya sea de "éxito, valores y regularidad".
Sea como fuere, es indudable que el joven es meritorio heredero del gran rejoneador Pablo Hermoso de Mendoza, uno de los más grandes. Toca mirar al futuro, Guillermo deberá construir un legado propio, pero es indudable que su padre siempre estará ahí, mirándole desde la barrera con ojos de orgullo, los mismos con los que su padre le ha estado mirando él durante tantos años. Muy pronto será Guillermo el que le dedique los toros a Pablo.