La pesadilla de Dolores Gascó: le quitan la pensión que le daba su maltratador por tener nuevo novio
Esta sexagenaria ha solicitado un letrado del servicio gratuito del Colegio de Abogados de Murcia para recurrir la decisión ante el Tribunal Supremo.
19 julio, 2023 01:58Dolores suele contar que nunca olvidará la fecha de la muerte del dictador Francisco Franco -el 20 de noviembre de 1975- porque fue la primera vez que sufrió malos tratos: "El mismo día que murió Franco, mi marido se fue al bar, se puso 'tonto' y empezó a pegarme guantazos. Yo tenía 16 años y solo llevábamos dos meses casados". Dolores aguantó la violencia de género durante 46 largos años hasta que se divorció porque asegura que "estaba muerta en vida".
Aquella separación no ha evitado que su exmarido le siga haciendo la vida imposible, ya que ha logrado que un juez le exima de pagarle la pensión compensatoria por haberse echado novio. "Esto es muy injusto porque yo tengo derecho a rehacer mi vida", tal y como sostiene Dolores Gascó Jiménez, a sus 64 años, mostrando la sentencia de la Audiencia Provincial de Murcia que le retira su única fuente de ingresos: la pensión compensatoria de 400 euros mensuales que le abonaba su exmarido.
Todo ello, en base a que esta mujer era la parte que sufría el mayor desequilibrio económico en el proceso de divorcio, tal y como marca el Código Civil. "No he cotizado nunca en la vida: no sé de qué voy a vivir ahora", subraya con preocupación esta mujer que antaño alternó la crianza de cuatro hijos, con varios empleos en la economía sumergida, mientras sufría los desmanes de su marido. "Esa sentencia es un castigo para mí y para todas las mujeres que han sufridos malos tratos".
- ¿Defina cómo han sido sus 46 años de matrimonio?
- Dolores: Muy malos. Terribles. Lo único bueno han sido mis cuatro hijos que son maravillosos porque su padre quería acabar conmigo. Si llego a seguir con él me habría muerto. Mi marido me decía que si le denunciaba: 'Yo voy a la cárcel, pero tú no sales de bajo tierra'.
Tales palabras las tuvo tan presentes que se fue marchitando junto a su marido durante décadas, aquella zagala risueña que era un bellezón de la huerta del Segura y que había dejado su trabajo en una fábrica de juguetes para casarse un 14 de septiembre de 1975 con Salvador: empleado en una panadería. "Cada vez que venía mal del trabajo la pagaba conmigo. Me decía: 'Vas a comer mierda'", según ejemplifica Dolores. "De tanto maltrato psicológico que sufrí ya no sentía nada por él, pero no me divorciaba para mantener unida a la familia". "Me he querido suicidar tres veces".
- ¿Cuál fue el peor episodio que sufrió durante su matrimonio?
- Dolores: El 3 de enero de 2016 me dio un síncope. Sufrí un desmayo cuando mi marido salió a comprar unas alfombras para el coche nuevo. Al regresar, noté que me llamaba, pero yo no contestaba. Me arrastró a un sofá y me violó. Doce años habría tenido de cárcel y se los quité: encima de todo le perdoné. Le dije: 'Márchate a vivir a la casa de campo. Los animales que tienes allí son mejores que tú. Vete al campo y recapacita'.
Esta mujer no solo no presentó una denuncia contra su entonces marido, sino que además le dio una segunda oportunidad tras echarlo a la propiedad que ambos tenían en El Garruchal. "Acudimos a terapia de pareja, al psiquiatra, a reuniones de matrimonios de la comunidad cristiana…".
Nada cambió en la convivencia diaria cuando Dolores perdonó a Salvador: "En 2016 le dio por beber. Cada vez que bebía, los ojos se le ponían retorcidos y la pagaba conmigo con unos celos y una ira que no podía dejarme vivir. Mi marido no podía verme feliz. Absorbía mi energía porque notaba que el corazón se me salía".
El matrimonio de Dolores fue un calvario 'aderezado' con tres abortos que no fueron motivo suficiente para que dejase de prestar atención a sus hijos: tres niñas y un niño. Incluso sacó fuerzas de flaqueza para aportar dinero a la economía doméstica, "trabajando sin cotizar un solo día", cuando a su marido no le iban bien las cosas en la panadería. "Estuve ocho años limpiando sin contrato, llevaba seis casas para adelante y aparte la mía, también he sido comercial de productos cosméticos sin estar dada de alta durante diez años...", según enumera esta mujer sobre los empleos en 'b' que ha desarrollado, al tiempo que muestra al periodista sus dedos doloridos por una artritis que es el reflejo de una de las 26 patologías que recoge su historial clínico: miocardiopatía, ansiedad, lumbalgia, tendinitis...
"He trabajado por amor a mis hijos y he dado mi vida por mi familia: si me descuido me muero", sentencia -sin derramar una lágrima porque ya no le quedan-. "He llorando mucho por los rincones".
- ¿Qué es lo que desencadenó el proceso de divorcio?
- Dolores: En 2019, denuncié a mi marido por malos tratos ante la Policía Nacional porque él me denunció primero a mí, por tirar un vaso contra los azulejos de la pared de la cocina. Solo lo hice para asustarle porque se estaba riendo de mí y no me respetaba. Después de todo lo que yo había aguantado, él me denunció a mí asegurando que yo le había tirado un vaso para hacerle daño. Entonces, decidí denunciarle porque reventé. Era un maltratador.
A partir de 2019 dejaron de convivir bajo el mismo techo y se inició un proceso de separación en el que se produjeron dos sentencias condenatorias contra Salvador, por violencia de género sobre Dolores. Un duro trance en el que esta mujer que se define como "una luchadora", siempre tuvo a uno de sus mayores apoyos en su hijo: Salva, un treintañero que trata de labrarse una carrera como artista audiovisual.
"Mi padre contrató a una detective para retirarle la pensión compensatoria a mi madre, simplemente, por haber conocido a otro hombre", según critica Salva, mostrándose indignado porque la mujer que lo trajo al mundo no se merece eso: "Nunca nos faltó de nada con ella".
El proceso de separación que vivió Dolores fue rocambolesco porque hubo juicios por violencia de género de por medio y Salvador le puso un detective privado, al enterarse de que había conocido a un pensionista, cuyo hobby consiste en organizar viajes en grupo.
"Conocí a este hombre porque estaba preparando una visita a Lanjarón y a mí me apasiona viajar. He visitado Malasia, Praga…", según explica esta mujer, sobre la alegría inesperada que le regaló la vida cuando se divorciaba del padre de sus cuatro hijos. "Esa persona vio algo especial en mí y me dio el cariño que nunca había tenido". Nada que ver con su marido: condenado dos veces, una por golpearla y otra por amenazarla de muerte.
De hecho, en ambos fallos consta que a Salvador se le prohibió tener armas durante 16 meses, se le impusieron sendas órdenes de alejamiento de 500 metros, se le condenó a desarrollar trabajos en beneficio de la comunidad por un periodo que sumaba 110 días, incluso se le llegó a colocar un dispositivo de control telemático para tenerle localizado. "Le quitaron las dos escopetas de caza que tenía", apunta Dolores. "Cada vez que veía un crimen machista en la tele siempre me decía lo mismo: 'una menos'".
El Juzgado de Violencia sobre la Mujer número 2 de Murcia emitió una sentencia el 27 de mayo de 2021 donde fijaba la "disolución del matrimonio". El fallo hacía oídos sordos al informe del detective contratado por Salvador, para demostrar que Dolores mantenía una relación análoga a la matrimonial con otro hombre, con el objetivo de ahorrarse el pago mensual de una pensión compensatoria de 400 euros.
El Código Civil establece esa pensión para los casos en los que el divorcio provoca un desequilibrio económico en una de las partes, bien por las escasas oportunidades de empleo, por la dedicación a la familia durante el matrimonio, la elevada edad, por haber perdido el derecho a recibir una pensión… Y casi todos los ítems los cumplía Dolores.
De modo que a pesar de haber iniciado un noviazgo con el pensionista aficionado a organizar viajes, al juez le pareció "muy atrevido" considerar que el informe de la detective demostraba que mantenía una relación análoga a la matrimonial. "Puede que pase días o temporadas con su nueva pareja, pero esto no implica la extinción de su derecho a una pensión que además debería de ser vitalicia dada la edad de la señora Dolores Gascó y a su dificultad para acceder al mercado laboral", tal y como concluye el Juzgado de Violencia sobre la Mujer número 2 de Murcia.
El exmarido de Dolores no aceptó la derrota y presentó un recurso de apelación ante la Audiencia Provincial para alargar el infierno de su ya exmujer. La Sala falló el 24 de marzo de 2022 que la relación de esta sexagenaria divorciada con el jubilado tenía "la consideración de equivalente a la convivencia marital". De manera que ordenó "revocar" el pago de la pensión complementaria de 400 euros mensuales.
"Me he visto obligado a ayudar económicamente a mi madre", se lamenta Salva. "Ahora mismo, no tiene derecho ni a recibir el Ingreso Mínimo Vital porque todavía no ha concluido el proceso para dividir los bienes gananciales del divorcio". Prueba de ello es que madre e hijo comparten una casa que les han prestado en la pedanía murciana de El Palmar.
A Dolores solo le queda la posibilidad de presentar un recurso de casación ante el Tribunal Supremo, para recuperar su pensión compensatoria, pero no dispone de liquidez para contratar a un letrado y ha solicitado uno al servicio de justicia gratuita del Colegio de Abogados de Murcia. "Inicialmente nos lo concedieron, pero la abogada del turno de oficio alegó la insostenibilidad de la pretensión de mi madre y lo he recurrido", expone Salva. "No pueden concedernos una ayuda legal y luego quitárnosla".
Para terminar de rizar el rizo, en 2022, el exmarido de Dolores quebrantó una de las órdenes de alejamiento y volvió a ser condenado. Una situación que supuso un motivo más para que Salva pelee por los derechos de su madre hasta el final: "La Audiencia Provincial ha castigado a una mujer que ha aguantado carros y carretas, retirándole la única ayuda económica que tiene, solo por rehacer su vida como ha hecho mi padre, en Abanilla, junto a otra mujer, y con una pensión de 1.300 euros".
Las palabras de Salva llenan de emoción a Dolores y suponen una motivación para no rendirse: "Yo no voy a tirar la toalla para recuperar mi pensión porque me han maltratado. Tengo mucha fe. Solo quiero ser feliz porque la vida solo se vive una vez".