Nada más entrar al portal se ve un patinete abandonado junto a otros restos de basura. El hedor de los pisos superiores se percibe ya desde el umbral de la calle. A la derecha, una puerta de metal pintarrajeada, de la que cuelga una cadena, aparece ahora cerrada con una cuerda. Hasta hace unos días, era el lugar de encuentro para decenas de jóvenes y desde este domingo es el escenario de una presunta violación grupal por parte de menores a dos chicas de unos 14 años en Logroño.
Un joven mayor de edad, que reside desde hace poco en el inmueble, confirma a EL ESPAÑOL que el grupo se encontraba en este cuartucho, situado en los bajos del edificio, cuando ocurrieron los hechos. “Es el lugar donde se reúnen los pequeños para fumar o pasar el rato”, asegura. Por pequeños, habla de chicos de unos 12 o 13 años hasta los 16. Los mayores, como él, que supera por poco la mayoría de edad, quedan en las inmediaciones del portal.
“Ese día, el domingo, sobre las 8 y poco de la tarde, bajé a la calle a por una Coca-Cola y me encontré con un montón de policía. Paraban a todo el mundo, no nos dejaban salir. Nos tuvieron allí retenidos un par de horas, enseñándoles el móvil y todo lo que teníamos encima”, cuenta. A él, que venía de su casa, lo dejaron ir. Otros diez o doce chicos de entre 13 y 16 se los llevaron los agentes.
Según una nota de la Jefatura Superior de Policía en La Rioja, hay cinco detenidos que ya están tomando declaración ante el Juzgado de Menores de Logroño. Este miércoles por la mañana una treintena de familiares y conocidos, todos ellos de etnia gitana, esperaban noticias frente a la puerta de las dependencias judiciales.
Según fuentes de la investigación citadas por Europa Press, los arrestados tendrían entre 14 y 16 años. Además, hay otros dos menores de 14, que quedaron bajo tutela de sus padres al resultar inimputables. La Policía está investigando la presunta agresión sexual, aunque el caso de momento está en mano de la Fiscalía de Menores de La Rioja bajo secreto de sumario.
“Estoy seguro de que las chicas que venían a este sitio no lo hacían por primera vez. Todo el mundo sabe lo que hay aquí”, afirma el vecino del edificio. En su cuartel general, los chicos beben, fuman o, simplemente, pasan la tarde. Según la versión del joven, “uno de ellos había robado a una de las muchachas y ahí empezó todo”.
En la puerta que da acceso a ese cuarto se lee el nombre de “Manu”. En la pared de la derecha vuelven a aparecer los nombres de “Manuel y David” y en la de la izquierda alguien le declara su amor a “Jesús”. Los buzones lucen destrozados, abiertos de par en par. Seguramente nadie se atreve a dejar allí la correspondencia.
Pasados los primeros escalones del portal, una barra de metal apuntala el techo. Subiendo por la escalera, más barrotes de este tipo sustentan una estructura que uno se pregunta cómo puede continuar en pie. Algunos listones de la barandilla de madera están sujetos con cinta aislante y la basura se reparte de forma equitativa entre cada planta.
Territorio comanche
El edificio de cuatro alturas, ubicado en el número 16 de la Avenida de Navarra, contrasta enormemente con el resto de inmuebles de la zona. Se podría decir que los demás tienen un aspecto ciertamente señorial, a dos pasos del casco antiguo, en una zona habitualmente tranquila. Un lugar, Logroño, en el que normalmente no pasaba nada.
Unos vecinos del portal de al lado también fueron testigos del despliegue policial del pasado domingo. “Veníamos de la calle y nos encontramos a la Policía aquí. No le dimos mucha importancia porque no es la primera vez que vienen, pero no podíamos esperar que esta vez fuese para algo así”, relatan. Según ellos, “un día se produjo un pequeño incendio junto al portal”. “Aquí se movía de todo, trapicheaban, entraban, salían, imagínate”.
Según todos los testimonios recogidos, el edificio es territorio comanche. “Muchas casas están vacías y el resto, unas cinco o seis, están ocupadas por tíos, primos, todos de una misma familia”, sostiene un amigo de uno de los inquilinos. Varios vecinos confirman que se trata de personas de etnia gitana, que habitan desde hace años en el edificio y se niegan a rehabilitarlo.
Droga al por mayor
Un comerciante de la zona recalca que hace años “aquí sí que se vendía droga de verdad, al por mayor, aunque ahora todo eso parece haber pasado”. “Se ve a muchos niños y no sé si alguno de ellos se meterá en líos o no”, añade. Otra compañera subraya que ella “tiene un cierre de seguridad especial por lo que pueda pasar”. A ambos la Policía les preguntó si tenían cámaras de seguridad para investigar lo sucedido, pero ninguno de los dos cuenta con ellas.
Justo delante del portal se encuentra la discoteca Hangar, un gran local, famoso por alojar muchas despedidas de soltero, que de un tiempo a esta parte se han puesto de moda en Logroño. “Esta Semana Santa la discoteca estaba abierta, aunque lo del domingo no tiene nada que ver. Los chicos quedaban entre ellos y ni siquiera salían de esa habitación”, insiste el vecino del edificio.
El cuarto en cuestión tiene una ventana que da a los bajos del edificio, apuntalada por un tablón de madera. La luz no pasa por ningún resquicio, lo que ocurría allí, ahí se quedaba. El pasado domingo, dos niñas decidieron denunciar a la Policía que habían sufrido agresiones sexuales en este mismo cuchitril. Cuando los agentes llegaron al lugar de los hechos, hora y media después, varios de los presuntos agresores continuaban allí.