La pequeña localidad manchega de Manzanares (Ciudad Real) conoció el miércoles de esta semana la peor de las noticias: una de sus jóvenes vecinas, Irene J.H., de 17 años, había fallecido fruto de una parada cardiorrespiratoria, provocada por el shock anafiláctico que sufrió después de que el pasado domingo ingiriera un café con trazas de leche, a cuya proteína era alérgica. La joven permanecía en coma desde la tarde de los hechos, que ocurrieron en la Plaza Mayor de Campo de Criptana, a 60 kilómetros de Manzanares, donde vivía.
Irene se había desplazado el fin de semana a este otro pueblo para unirse al encuentro religioso “Creo”, organizado por la Pastoral de Juventud de la diócesis de Ciudad Real, y en la que participaron cerca de 2.000 jóvenes de varias parroquias de la provincia. La joven era voluntaria en estas jornadas, que se celebraron los días 4 y 5 de marzo en Campo de Criptana, organizadas por la parroquia de Nuestra Señora de la Asunción.
Según describen algunos criptanenses a EL ESPAÑOL, las actividades del encuentro religioso se celebraron en diferentes puntos del municipio. Estas incluían charlas, interpretaciones teatrales... Entre actividad y actividad, el domingo por la tarde, Irene fue con unos amigos a tomar un café después de comer. Una participante de “Creo”, conocedora de los hechos, asegura bajo condición de anonimato que la joven fue a casa de estos amigos y que introdujo una cápsula en una cafetera automática que tenía restos de leche que nadie supo detectar.
“Su cápsula era solo de café, sin leche. Era muy cuidadosa en esto. Pero la máquina estaba sucia por el uso anterior y el café salió con restos de leche”, asegura esta participante del encuentro a este periódico.
Poco tiempo después, alrededor de las 19:30 del domingo, Irene comenzó a sentirse mal. El alboroto al cierre de las jornadas en la Plaza Mayor de Campo de Criptana se vio interrumpido por la reacción de la joven, quien fue rápidamente evacuada en ambulancia hasta el Hospital Hospital La Mancha Centro de Alcázar de San Juan. Allí fue ingresada de urgencia en la UCI. Los médicos lograron estabilizarla pero, transcurridos tres días, su estado no mejoró y su vida terminó por apagarse.
Fue la propia parroquia Nuestra Señora de la Asunción la que informó del trágico suceso a través de sus redes sociales: primero colgó un mensaje en Facebook el lunes, informando del accidente y subrayando que este se había producido por “causas ajenas a la organización”. El miércoles, la parroquia confirmó por la misma vía la muerte de la joven.
"¡Nuestra querida Irene ya descansa en La Paz de Cristo! Agradecemos su trabajo generoso como voluntaria en el Creo y pedimos una oración por su eterno descanso y tenemos muy presentes a sus padres, hermano y demás familia. Que Dios los fortaleca en este momento tan doloroso", escribía la parroquia.
Preguntados por lo sucedido, en la casa parroquial declinaron hacer declaraciones a este periódico.
“Sonreía siempre”
Irene era una joven deportista, extrovertida y con numerosas inquietudes, que hicieron que participase de manera especialmente activa en la vida de Manzanares. Era miembro del Club de Triatlón de Manzanares, de la agrupación de música y danza ‘Manuel de Falla’ y del coro de voces blancas ‘Mansil-Nahar’.
“Estamos completamente desolados. Era una joven que siempre sonreía, muy alegre, encantadora y muy implicada en el coro. No fallaba nunca, le encantaba cantar”, relata a EL ESPAÑOL Francisco José Román, director del coro Mansil-Nahar, donde Irene hacía de segunda voz.
Además del deporte y la cultura, otra de las grandes aficiones de Irene era viajar. Según describe el entorno de la familia, sus padres, ambos profesores, habían inculcado en ella y en su único hermano mayor una insaciable curiosidad y “los llevaban constantemente de viaje” pese a su corta edad, recorriendo España o ciudades europeas como París o Brujas.
Su madre, Marian, era profesora en el mismo Instituto Azuer de Manzanares donde Irene estudiaba bachillerato. En el centro educativo, el agujero que ha dejado Irene es insustituible.
La familia tenía profundas convicciones religiosas, de ahí que Irene participase igualmente en numerosas actividades de su parroquia en Manzanares, como voluntaria y catequista. Esto es lo que la llevó este fin de semana al que iba a ser un encuentro en medio de la Cuaresma del que volvería renovada, tras haber convivido con numerosos jóvenes como ella. Un despropósito, sin embargo, provocó lo inexplicable.