Kate, Margaret y Leah Fox empezaron a escuchar ruidos extraños en su casa de Hydesville, situada en un páramo del estado de Nueva York. Corrían mediados del siglo XIX y lo achacaron a la existencia de una presencia oculta. Un hombre asesinado en ese mismo inmueble, supuestamente, era quien intentaba comunicarse con estas tres púberes. La madre, en un movimiento acorde a aquellos tiempos oscuros, convirtió el fenómeno en una atracción. Y la gente se agolpaba para que estas tres hermanas les facilitaran la correspondencia con seres queridos o les mostraran cómo respondía esa figura etérea.
Nunca se demostró si aquella performance era o no verdad, pero las hermanas Fox se auparon como una de las primeras impulsoras del espiritismo. Ahora, unos cuantos años más tarde, no sólo siguen dando material literario o cinematográfico: su leyenda sirve de nombre a un cóctel elaborado, en un guiño a esa dulce adolescencia, con licor de violeta, ginebra de mora o pétalos de rosa. ¿Dónde? En el Spirits Cocktail Bar de Barcelona, una coctelería del barrio de Sants dedicada a este tipo de bebidas, pero también a todo lo relacionado con el ocultismo.
Sesiones de ouija, mentalismo o rutas guiadas por rincones misteriosos de la Ciudad Condal son algunas de las actividades que nutren este negocio, abierto hace unos meses. En la carta, no sólo se celebra el sendero iniciado por esas chicas crecidas en plena era victoriana: se rinde homenaje a las mujeres quemadas en los juicios de Salem, acusadas de brujería, o se recuerda a Jacinto Verdaguer, poeta y sacerdote famoso por sus versos místicos y por llevar a cabo un alto número de exorcismos. En este caso, el brebaje contiene, como no podía ser de otra forma, un chorro de Frangelico, aguardiente de ratafía y una hostia consagrada caramelizada.
“Vimos que los cócteles estaban en auge y junto al espiritismo son algo que nos apasiona”, sostiene Luis Pardo en conversación telefónica con EL ESPAÑOL. El fundador habla en plural, incluyendo a su pareja, Mistress Minerva. Ambos, de 48 y 45 años respectivamente, son quienes, después de una larga trayectoria en el sector, decidieron consagrar este local a lo indescifrable. La plantilla se completa con otros dos empleados: Padre Armander y Bloody Malice, que atienden a los clientes con sotana, cruces invertidas y un racimo de tatuajes. Y que saludan con un clerical “Ave María Purísima”. “Estuvimos indagando y no había nada igual”, rememora Pardo, que se define como alguien “atemporal” acostumbrado a “los viajes en el tiempo” o los “sucesos paranormales”.
Una atmósfera “mágica”
Pardo y Mistress Minerva han volcado su sabiduría en este universo plagado de calaveras y de conceptos como telepatía o alquimia. Han mimado cada detalle para que el inmueble sea único. Y han concebido una atmósfera “mágica”, con detalles góticos, un piano original del siglo XIX o una tenebrosa muñeca de porcelana: en teoría, anota Pardo, está poseída. “Aparte, tenemos una carta de 25 a 30 cócteles y yo hago espectáculos de mentalismo”, explica. En esos shows, Pardo proporciona técnicas para contactar “con alguien del más allá”. “Y queremos incorporar actuaciones o presentaciones de libros”, afirma, contento de cómo ha funcionado estos meses: “Hemos creado algo íntimo y siempre hay gente. En fin de semana se llena”, comenta. El horario a diario es hasta la 1 y media, pero los sábados y domingos se prolonga una hora más.
El público, sostiene Pardo, es heterogéneo. “Hay de todo. Gente que viene y se echa las cartas del tarot. O que tiene curiosidad por el ocultismo y que aquí encuentran un ambiente seguro”, anota. Resalta esta cualidad: muchos de los que se acercan al Spirits Cocktail están interesados en la reencarnación, en la multiplicidad de dimensiones o en la posibilidad de manosear un alma colectiva. Para eso, no sólo se dispone de un cuenco con agua bendita nada más atravesar la puerta, sino que cada mesa tiene una tabla de ouija.
Las letras del alfabeto, los números del cero al nueve y un sí o un no presiden las mesas. Pardo ayuda a seguir “paso a paso” el procedimiento de esta presunto vínculo con lo ultraterrenal. “Se hace sin miedo, sin temores, y aquí saben que están seguros y protegidos”, advierte el responsable, que asegura llevar más de dos décadas internándose en estos mundos del espiritismo y que facilita, por si acaso, unas instrucciones en su página web. “Me atrae lo desconocido. Y cuanto más te adentras, más te enganchas”, concede, defendiendo esta inclinación y aludiendo a Allan Kardec, el filósofo francés que bautizó esta doctrina, allá por 1850.
“Hay personas que lo relacionan con el peligro o el temor, pero eso sólo pasa en los libros o las películas. Realmente no es así”, arguye Pardo, que lo recomienda para satisfacer una curiosidad o calmar un dolor. “No hay nada malo en la ouija. Sólo es intentar conversar con alguien que no está presencialmente entre nosotros. Y no vas a invocar al diablo o a un espíritu maligno, como se cuenta a veces”, insiste. Lo que ocurre en esta liturgia, eso sí, es secreto: no sale de lo vivido en estas ceremonias privadas. Él dice que ha tenido muchas experiencias, pero no puede revelarlas. Ni las de otros ni las suyas. Es, en este sentido, como un en el confesionario: “Todo se queda aquí”, zanja.
Según puntualiza Luis Pardo, él solo se pone al lado de alguien y va ayudando. No es, aclara, ni un gurú ni un pregonero. Su intención pasa por proporcionar un espacio cómodo donde todo el mundo sea bienvenido, independientemente de sus aficiones o sus ganas de aprender sobre este lado misterioso. Los miembros del Spirits Cocktail simplemente intentan expandir sus inquietudes sobre lo arcano sin excluir a nadie. Así rompen ciertos tabúes y aumentan los ángulos de lo palpable: “Hablar de la muerte o de otras vidas no debería darnos miedo”, justifica Pardo, “y hay quien está tan obsesionado que no puede ni pasar cerca de un cementerio”.
La Barcelona oculta
Unas cautelas que aún no han afectado a esta coctelería. “No hemos tenido quejas”, apunta Pardo, a quien sí han llamado de otros países como Estados Unidos o Japón para saber un poco más en qué consiste este negocio, algo singular en España y probablemente en Europa. El lugar no sólo hace gala del espiritismo o venera a las precursoras del término, sino que se complementa con alguna visita a la casa de Enriqueta Martí, apodada La vampiresa de la calle de Poniente o del Raval por haber secuestrado y asesinado a varios niños. Vecina de la urbe catalana y enterrada en el cementerio de Montjuic, se dice que usaba sus contactos en las altas esferas de la época para prostituir a menores de edad. Algo sin confirmar, pero que entra en el imaginario siniestro de una Barcelona poco relatada.
Y que Pardo pretende transmitir con Minerva en esas visitas al aire libre. Porque, según aduce, lo que quieren es que su conocimiento o sus creencias no se queden dentro de las paredes del Spirits Cocktail Bar. Que voces como las que apelaban a las hermanas Fox se intuyan más allá de este rincón de Barcelona. Un sitio donde una de las bebidas estrella es la Resurrección, servida con una jeringuilla que derrama una combinación fluorescente de vodka, jengibre, limón o menta. O el Houdini, dedicado al célebre ilusionista y cuya mezcla de bourbon, licor de canela, sirope ahumado, aroma de naranja o nuez moscada va acompañado de unas esposas que no se abrirán hasta que no se haya tragado la última gota. Nada difícil si se tiene voluntad o si se sigue la máxima que defienden sus anfitriones: “Recuerda: todo está en la mente”.