Roldán

A Cristina le brillan los ojos cuando recuerda los veranos de su infancia, al sol de Los Urrutias y entre chapuzones en el Mar Menor: "Me tenían que sacar del agua con cuchillo y tenedor porque era como un pez". Tan fuertes son los vínculos de esta bióloga con la laguna, que sentía que no podía quedarse de brazos cruzados mientras su ecosistema agoniza. De modo que realizó –por su cuenta y riesgo- un experimento que ha sido clave para poner en marcha Algarikon: un proyecto que pretende valorizar las algas, a través de un método secuencial de procesos que transforme en cosas útiles estos organismos que han convertido en una 'sopa verde' el Mar Menor.

O dicho en 'román paladino': esta iniciativa busca que las algas del Mar Menor se puedan utilizar como un sustrato que potencie la producción de setas, champiñones o lechugascomo aditivos para la industria alimentaria, como bioestimulantes, incluso como 'combustible' para generar gas metano que permita crear electricidad.

"Las setas se 'comen' las algas como si fuesen chocolate", ejemplifica Cristina Soler, investigadora y profesora titular de la Sección Departamental de Ciencias de la Alimentación de la Universidad Autónoma de Madrid.

EL ESPAÑOL acompaña a la bióloga, a las nueve de la mañana de este lunes, a la planta de Reciclesan en Roldán para recoger una muestra de estos organismos que se han convertido en una especie de cáncer con metástasis para el Mar Menor. De hecho, las brigadas de limpieza del Gobierno murciano retiraron 27.023 toneladas de algas en 2022, lo que supuso un desembolso para las arcas públicas de once millones de euros.

Cristina Soler, bióloga y profesora titular de la Universidad Autónoma de Madrid, impulsa el proyecto Algarikon para reutilizar las algas del Mar Menor.

Para 2023 el panorama no pinta mejor: los presupuestos autonómicos tienen reservada una partida, con otros 11 millones de euros, para financiar el trabajo de 100 operarios, dos técnicos, un biólogo y 50 pescadores que combatirán la acumulación de algas que causa la 'sopa verde'. Eso es lo que ocurrió el año pasado en la cubeta sur del Mar Menor, desde Punta Brava a la playa de Los Alemanes, pasando por zonas del término de Cartagena: Los Urrutias, Los Nietos, Mar de Cristal, Playa Honda y La Manga.

El final de esas toneladas de algas que siguen llegando a diaro a varios gestores de residuos vegetales de la Región de Murcia, siempre es el mismo: son mezcladas con restos de podas de jardinería para producir compost. Y excepcionalmente, según apunta la Consejería de Medio Ambiente, se convierten en biomasa triturada para camas de ganado y camas de doma de caballos. De ahí la importancia de Algarikon: abre el abanico de alternativas para valorizar el fitoplancton que el Mar Menor produce en cantidades industriales desde que sufre una crisis ambiental.

"El proyecto surgió una tarde de septiembre, estaba contemplando con mi tío el estado del agua en Los Urrutias, la zona más afectada por las algas, y me pidió que hiciese algo como científica", recuerda Cristina, sobre aquel día en el porche de la casa que construyó su bisabuelo, Ángel Ródenas, y donde generación tras generación, acuden a veranear a una playa que antaño tenía caballitos de mar y que ahora no tiene ni turistas.

- ¿Cómo recogió el guante de su tío?

- Cristina Soler: Me llevé al laboratorio una muestra de la playa de Los Urrutias y realicé un experimento para ver si las algas podían servir para algo. Yo suelo trabajar con setas, así que tenía Pleurotus eryngii [seta de cardo] y Shiitake, una seta china que se vende en los supermercados, de manera que preparé un par de placas de Petri donde se puede cultivar el micelio: la raíz de esas setas. El experimento consistió en utilizar las algas como sustrato donde deposito el micelio.

Pude comprobar que en las placas con algas, crecían mucho más rápido las setas, que en aquellas donde usaba el sustrato convencional para cultivar hongos. Lo más interesante es que no solo crecían más rápido y mejor, sino que además, las algas inducían a la fructificación. Es difícil conseguir en una placa de Petri que salgan los primordios y luego las setas, para eso tienes que añadirle algún producto. Le conté estos resultados a una compañera y me dijo que presentásemos un proyecto de investigación para darle una utilidad a las algas que produce el Mar Menor.

Miembros de una brigada de limpieza del Gobierno de la Región de Murcia para limpiar las algas del Mar Menor. CARM

El Ministerio de Ciencia ha destinado 500.000 euros de los Fondos Next Generation a la iniciativa de Cristina Soler: una murciana nacida hace 55 años en el Barrio del Carmen y que solo quería aportar su granito de arena a la recuperación del Mar Menor, a través de sus tres décadas de experiencia entre probetas y microscopios.

"Llevo veinte años de carrera en España y otros diez en Holanda donde hice mi doctorado sobre la mancha parda de los champiñones, llegando a patentar un líquido que evitaba su aparición", tal y como resalta esta bióloga, mientras selecciona una muestra reciente de algas en la planta de Reciclesan donde trabajan a destajo los molinos trituradores.

Ahora le toca demostrar si los hongos comestibles, las setas y los champiñones, pueden reducir el impacto negativo de la eutrofización del ecosistema del Mar Menor. Un proceso que es fruto de la acumulación de nitratos de la actividad agrícola, ganadera y de las aguas grises de las urbanizaciones que han colapsado el litoral de varios municipios.

- ¿Cómo pueden reducir las setas y los champiñones el impacto de las algas en el Mar Menor?

- Si esos hongos crecen en un sustrato con algas, lo que hacen también es transformar esa alga, quitándole compuestos nitrogenados que suelen proceder de los fertilizantes. Es decir, el 'champi' le quita esa fuente de nitrógeno al alga porque la usa para mezclarla con los carbohidratos que le aporta y la utiliza para crecer. De manera que esos compuestos son degradados por los hongos y dejan de ser tóxicos, al ser transformados en materia orgánica que sirve para algo.

El proyecto Algarikon echó a andar en diciembre y ha despertado tanto interés que hay implicados cerca de veinte investigadores de Ciencias de la Alimentación, Química Agrícola, Geología y Geoquímica de la Universidad Autónoma de Madrid; del Centro de Investigaciones Energéticas, Medioambientales y Tecnológicas de Madrid; del Centro Tecnológico de Investigación del Champiñón de La Rioja, y del Instituto Murciano de Investigación, Desarrollo Agrario y Medioambiental. De momento, se está experimentando con una partida de 22 toneladas de algas a las que primero hubo que retirarle toda la arena: un trabajo de chinos.

La investigadora Cristina Soler (c), con su equipo, haciendo un cribado de algas en la Sección Departamental de Ciencias de la Alimentación de la Universidad Autónoma de Madrid.

En cada centro de investigación se desarrollan distintos ensayos con algas oreja de liebre (Caulerpa prolifera) y mucilaginosas (ova), para comprobar si es posible sacar partido a este organismo que tiñe de verde las playas del Mar Menor y que es el más odiado por los turistas porque se lo llevan de 'recuerdo' en el bañador. Los investigadores trabajan con algas 'frescas' y otras congeladas que pasan por el liofilizador: un aparato que se encarga de someterlas a una deshidratación. 

"En el laboratorio tenemos alga 'fresca' y alga seca, maltratada aposta, para comparar resultados en distintos ensayos. Una vez secadas, parte de las algas se las envío al Centro de Investigaciones Energéticas, Medioambientales y Tecnológicas de Madrid para que las metan en sus biorreactores y comiencen a medir la producción de metano, entre otras miles de cosas", según detalla Cristina Soler. "Otra parte de esa ova nos la quedamos nosotros para ver si podemos extraer compuestos útiles para la industria alimenticia, como por ejemplo, los ácidos grasos omega 3".

También hay una partida que se emplea en invernaderos del Instituto Murciano de Investigación, Desarrollo Agrario y Medioambiental, como sustrato para producir lechugas y como portador de bioestimulantes naturales. Y en el Centro Tecnológico de Investigación del Champiñón de La Rioja se plantarán micelios de setas sobre algas marmenorenses, para potenciar su fructificación y acortar plazos de producción.

- ¿Estaríamos hablando de setas con 'denominación de origen' del Mar Menor?

- Hay que ver si las setas que se producen, se pueden comer o son tóxicas. Para eso las someteremos a un estudio, pero en el caso de que no se puedan comer, de esas setas también se podrán extraer muchos compuestos bioactivos que son beneficiosos para la salud y que se pueden separar. Y del sustrato en el que crezcan, también podremos extraer cosas útiles porque siguen siendo algas que tienen polisacáridos y omega 3 que se pueden vender como suplementos para la industria alimentaria.

Un cubo lleno de algas en la cubeta sur del Mar Menor. Cedida

La materia prima para este proyecto de investigación que se prolongará dos años, no va a faltar, ya que la Consejería de Medio Ambiente prevé retirar en 2023, "un volumen similar al de 2022". De abril a septiembre, cuando suben las temperaturas, es el periodo de mayor proliferación de algas en el ecosistema, aunque en otoño y en invierno también se mantiene constante su presencia en las playas del Mar Menor. La plaga se ha mitigado gracias a las brigadas de limpieza, pero no desaparece. "A diario, los operarios las sacan a mano y las dejan en la orilla para cargarlas en contenedores que traen a nuestra planta", tal y como corrobora José Miguel Rubio, responsable de Reciclesan.

"Cada semana gestionamos cinco contenedores, de 2,5 a 4 toneladas de capacidad, pero en primavera y verano recibimos hasta diez contenedores diarios", detalla el empresario, esperanzado en que los ensayos de Algarikon obtengan buenos resultados. "Las algas solo las quieren clientes de la zona para los purines de los cerdos, las vacas y los borregos. Hay que quitarle de la mente a la gente la idea de que el alga es dinamita".

Cristina ha recogido una muestra 'fresca' de estos organismos autótrofos y este mismo lunes se recorrerá los 439 kilómetros que separan Roldán de Madrid, con el objetivo de regresar al laboratorio para retirarles la arena, colocarlas en bandejas y congelarlas.

- ¿Qué tipo de alga tenía inicialmente el Mar Menor antes de padecer esta plaga?

- La Cymodocea nodosa que es finita y fija los nitratos y el nitrato en el suelo. El problema surge cuando abrieron el Canal del Estacio [en La Manga] y entró la Caulerpa prolifera, procedente del mar mayor, entonces, poco a poco, ha ido colonizando el hábitat. Con el cambio de estación, la Caulerpa prolifera se muere, se desintegra su materia orgánica en el agua y libera al ecosistema todo lo que había absorbido: nutrientes, nitratos...

- ¿Cómo trabaja con las muestras en los laboratorios de Ciencias de la Alimentación de la Universidad Autónoma de Madrid?

- Una vez quitamos las setas que han crecido con el sustrato de algas del Mar Menor, esas algas están transformadas por el micelio de las setas y en el laboratorio tengo unas plantas específicas de extracción de compuestos para darles utilidad y separar compuestos para la industria alimenticia: como sustitutorios de la sal, compuestos hipotensivos...

Lo que sobre de ahí, lo vamos a utilizar como biofertilizante, estimulante natural de plantas y como inductor del crecimiento de las lechugas porque ese sustrato no tiene tanto nitrógeno. Otra de las aplicaciones que estamos viendo, es meter ese sustrato en un biofermentador y hacer una combustión anaeróbica para generar biometano con el que producir electricidad.

En definitiva, el proyecto Algarikon ha abierto la puerta al aprovechamiento de la plaga que azota al ecosistema del Mar Menor: las algas.