Dejó a su pareja por el sexo, abandonó su trabajo por el sexo y su futuro, casi siempre incierto, depende del sexo. Parece claro, por tanto, cuáles son las prioridades de Patricia Galán.
La historia de esta madrileña de 42 años, sin embargo, no es un relato de alguien con una enfermedad o una parafilia que le nubla otros aspectos de la existencia. Su historia es la de una chica que estudió Magisterio en Educación Infantil, trabajó en varios centros pedagógicos, tuvo un largo noviazgo de juventud que derivó en un corto matrimonio y engendró un hijo que ya suma 10 años. Hasta que...
Todo eso quedó en un segundo plano y emergió la Patricia Galán que es ahora. La que en lugar de por su nombre completo y su apellido se la conoce como Patri Requete. La que antes ha sido Patri Wyylde, Patri OhFidelio o Patri Kembali. La que ahora, exenta de marcas asociadas a su imagen, se erige como una ‘influencer’ por cuenta propia del mundo liberal.
Pero el camino hasta aquí -a ratos empedrado en mármol, a ratos sumido en fango- no ha sido fácil. Por muy placentero o divertido que se imagine: como todo negocio, en el ambiente liberal también ha tenido sus etapas y sus dudas. Más, después de estar al borde del precipicio emocional y económico varias veces pudiendo haber elegido el sendero de lo convencional.
Veamos, por ejemplo, esa ruptura con su cónyuge y la decisión de terminar con una situación estable: “Una mañana me levanté y pensé: ‘He perdido todo el deseo sexual hacia mi pareja’. Entonces me di cuenta de que tenía 33 años y, antes de salir de fiesta con mis amigas y engañarle o directamente dejar de disfrutar de mi sexualidad, tenía que tomar decisiones en mi vida. Porque para mí el sexo es algo muy importante”, suelta como quien narra el último cotilleo de la oficina. “No dudé”, apostilla. De no ser por aquel día, cavila, quizás ahora tendría una vida corriente: una casa, un empleo de lunes a viernes, parque por las tardes con su criatura.
No fue así: hace casi una década, Patricia Galán presionó el botón que dinamitaba los cimientos sobre los que se había mantenido desde los 18 hasta esa edad. Y dio el primer paso, aún suave, en esta singladura como ‘reina’ del mundillo.
Sus inicios 'liberales'
“Como el 90% de las mujeres ‘singles’ que se inicia en este mundo, empecé con el divorcio y abriéndome una cuenta en Tinder”, dice acompañada de una risotada en una terraza del centro de Madrid. Y se extiende: “Quedaba prácticamente todos los días. Y uno de estos chicos, complaciendo una de mis fantasías sexuales, me habló de ir a un local liberal. Esa noche experimenté lo que tanto deseaba y descubrí un nuevo mundo del que no quise marcharme. Así que repetí un par de veces, pero me utilizó para entrar con alguien como pareja y luego buscar a otras sin preocuparse por mí. Y ese no es el plan, porque vas con alguien, aunque no sea tu pareja, debes estar pendiente de que esté bien y se sienta a gusto”, rememora.
A Patricia Galán le gusta dar porcentajes de su propia cosecha. Tiene una máquina mental de hacer estadísticas a partir de la que ha tanteado en este tiempo, aunque matiza que “no son oficiales”. También le gusta explicar cómo funciona el ambiente liberal, sus protocolos para interactuar o su vocabulario específico.
Tras una sesión de fotos en la tienda erótica Lys Store, que la ha arropado a lo largo de su trayectoria, habla sin filtros en una terraza contigua. Es Navidad y hordas de transeúntes caminan por la calle en busca de luces, regalos o un sitio donde tomar algo. Nada impide que Patricia Galán siga con su historia, donde intercala anécdotas ‘off the record’ y reflexiones de todo tipo: “Después de este chico, ya me aficioné a un mundo donde nadie te juzga, donde puedes realizar todas tus fantasías”, confiesa, desplegando su propio álbum de deseos: probar con una mujer aun sabiendo que era heterosexual, aumentar el número de personas en la ecuación sexual, ser mirada mientras copulaba…
“El punto de inflexión fue Cap D’Agde”, apunta, en referencia a este enclave de la costa azul francesa conocido por el nudismo y el intercambio de parejas. Allí, Galán vio la sublimación de esta atmósfera: del club en la oscuridad se pasaba al sol mediterráneo y a los cuerpos hercúleos. “Eso era otro universo”, comenta. Galán ya había empezado una relación con uno de los organizadores de eventos sexuales más conocidos de Madrid y Wyylde, una plataforma liberal francesa, se fijó en ella para ser su embajadora en España. Entonces, comienza a encargarse de las redes sociales y los saraos de esta compañía como “un extra” a su contrato de maestra.
Por esa época, las fricciones entre esta afición y su empleo habían aumentado. En la escuela de infantil donde ejercía (después de muchos años de currículo), alteraron los métodos de enseñanza. Ella, inconforme con estos cambios, se desencantó: “Vi que era todo política, que quien llegaba marcaba el programa”, protesta, recordando cómo había luchado por hacer ciertas actividades o incluso cómo había logrado que el grupo Boa Mistura pintara con sus alumnos, “por nada de pasta”, un mural en su centro. Además, se juntaron varios factores: el volumen de trabajo la sobrepasaba entre las noches y los fines de semana, sus intereses mutaban y comenzaron las sospechas. “El de mantenimiento, casado con la hermana de la directora, me dijo que me había encontrado en la web liberal”, explica.
Sus esfuerzos iban trasladándose hacia este nuevo sector. Y, aunque tenía un salario minúsculo por gestionar fiestas o la aplicación, dio otro salto. Si ya había dejado a su marido por esto, ahora dejaba su trabajo. “La persona con la que estaba en ese momento me ofreció asociarme en un nuevo proyecto que pensaba realizar y que no funcionó”, aclara. Patricia Galán, madre casada y profesora, se había convertido en Patri Wyylde, la representante de un lugar donde parejas y solteras se internaban en el abismo del sexo. “Ya era bastante conocida y me seguía mucha gente”, anota.
El problema, concede, es que su enlace emocional se fue deteriorando. Él, indica, la engañó durante toda la relación. ¿Acaso existe el engaño en este mundo? “Sí, claro, porque aquí todo es consensuado. Es decir, que si no está hablado y se hace a escondidas, son cuernos, igual que en el mundo vertical”, resuelve, dando pie a las normas, vocabulario y códigos que hay en su esfera. Galán expone que ella habla de relaciones “horizontales” a quienes andan en su onda y con los que puede hablar de cualquier tema sexual. El resto de amigos son verticales: omite alusiones a su oficio y modo de vida. “Aquí decimos que tenemos una quedada horizontal si son del rollo o que es vertical si, por ejemplo, quedas con tus amigas y están los niños, los maridos…”. Otro aspecto clave es la dinámica en estos espacios, pero eso se mostrará más tarde, ‘in situ’.
Su conversión en OhFidelio
OhFidelio fue su mascarón de proa. Ya estaba metida de lleno en el ambiente liberal. Ya tenía un nombre. Una marca. Y una nueva red social se interesa por su perfil. “Sobre la mesa de un hotel de Gran Vía, me ponen un contrato muy jugoso”, revela. Así se convierte en otra insignia sexual. “Pero nunca olvidando la parte didáctica. Al final soy profe y me nace”, arguye.
De momento, Galán apura una copa de vino narrando esa trayectoria profesional. De OhFidelio pasó a ser Patri Kembali, por el nombre del local que dirigía. “La persona con la que estaba asociada se aprovechó de mi situación económica, de mi esfuerzo y de mi ilusión, así que me fui”, lamenta con un toque de ira y desprecio. En el inmueble citado se hizo cargo de la dirección. Sus planes, como amante de la electrónica, eran conjugar el entorno con la buena música –“en estos sitios todo es reguetón”, protesta- y adoptar una nueva filosofía.
“Quería cambiar el concepto de ir siempre en pareja o de que se pague distinto si vas solo. Yo soy feminista –aunque no radical- y si la idea es ser todos iguales, no podemos cobrar distinto”, argumenta. Generalmente, para ingresar en uno de estos locales se necesita una pareja. Ambos pagan una cantidad. Si eres chico, sueles pagar una cantidad que duplica la normal. Y si eres chica, lo mismo o entras gratis, como reclamo. “Me apetecía modificar eso y empezar a tratar a las personas como únicas e independientes”, incide.
En su nuevo cargo tomó varias decisiones, aparte de “mejorar” la lista de reproducción. “Quise hacer de Kembali un club con entrada gratis, donde todo el mundo con curiosidad por conocer este universo tuviera su espacio y la mayor información posible. Estaba por la calle Orense, en Nuevos Ministerios”, comenta. Lo hizo hasta en pandemia: en 2020, cuando estalló la crisis de Covid-19, Galán tuvo que espabilar. Su ámbito era la diana perfecta de la epidemia. Pero ella intentó sortearla. “Tuvimos que rebajar el aforo a 30 personas, pero lo hice gratis, lo moví mucho por redes y lo llenaba todos los fines de semana”, esgrime orgullosa.
Aunque no duró: el local también puso el candado. Ella, que ya había ido escalando a la cima y que tenía bastante repercusión en el ambiente, no se amilanó. “Soy una especie de ‘influencer’ en el mundo liberal”, señala, “entonces, me junté con mi amiga Lucía y decidimos seguir por libre”. Crearon ‘Censuradas X’, un proyecto de “dos mujeres independientes y emprendedoras que se unen para disfrutar de la misma pasión: el sexo y la música electrónica”. “Organizamos quedadas, talleres, fiestas… siempre desde el juego, el erotismo, la sensualidad. ¿Por qué no ver un club liberal como la casa cultural del sexo?”, pregunta. Ella misma ha colaborado en algunos sobre BDSM (acrónimo de ‘bondage’, disciplina, dominación y sumisión), o sobre ‘squirting’ (eyaculación femenina).
Ya relata esta nueva singladura de camino a ‘Encuentros Vip’, uno de los clubes más emblemáticos de Madrid que últimamente ha salido en los medios por el altercado con José Rodríguez Vacas, el jefe de la Policía Municipal. Allí, la entrada son 60 euros por pareja, con cuatro copas. Y a una hora temprana, el percal es similar al de cualquier discoteca. En la barra, varias parejas hablan y beben. Lo mismo ocurre en los sofás de enfrente. Solo cambia el panorama una vez te adentras: más allá de esta sala hay una piscina jacuzzi, varios habitáculos con colchones y un cuarto oscuro con un columpio de cuero.
Galán recorre cada estancia con confianza. Charla con el dueño, con un cliente que atraviesa la puerta, con una chica. “El mundo es más o menos pequeño y nos conocemos todos”, justifica. A medida que avanza la noche, las cosas van acelerándose. Las parejas se pierden entre los recovecos más oscuros o se lanzan al sexo en zonas poco escondidas. En un pasillo donde está permitido fumar hay unos huecos sospechosos en la pared. “Esto lo han reformado con metacrilato y ahora hay ‘glory holes”, describe con naturalidad entre los agujeros donde cualquiera puede introducir su pene para el capricho de la concurrencia.
“Aquí, aunque no me gusta la palabra, la mujer se empodera. Y nadie juzga. Es un sitio que abre la mente”, aduce antes de aleccionar, ahora sí, sobre los códigos de conducta: siempre hay que pedir permiso si quieres jugar. En ocasiones es dialogando antes, poniendo los límites, y en otras, cuando ya se está en el acto, con gestos como acariciar o decir que no con la mano, resume, mencionando algunos episodios propios, "pocos", en los que se ha visto en situaciones incómodas. Es como cualquiera de ligoteo: prima la seducción, el respeto, la comunicación. “Aquí se cumple escrupulosamente con el consentimiento. Si no, se avisa y eres expulsado inmediatamente”, concluye tajante.
Con el transcurso de la noche, lo implícito se torna en explícito. Una chica que ha acudido sola narra su descubrimiento con una historia semejante a la de Patricia Galán: “Me divorcié porque me gustaban otras cosas. Yo es que soy muy especial”, comenta. Añade que en su círculo no da muchas pistas. Un colega la saluda y habla de que predomina la discreción. “Aquí la gente hace lo que le apetece y se siente tranquila”, dice mientras a su lado pasa una chica en lencería: “Puedes ir como quieras y no pasa nada, ¿ves?”.
Es lo que Galán ha definido como un ‘lifestyle’ o estilo de vida. Lo que quiere enfatizar desde su perfil público y profesional. “Quiero que se naturalice esta forma de vivir la sexualidad, de gente a la que le gusta el sexo y lo expresa sin tapujos porque no es nada malo”, afirma. La veterana en el asunto enumera a ‘celebrities’ que sabe que forman parte de este mundo y a allegados que ya están al tanto de su oficio. Patricia Galán también quiere incorporar el término ‘swingle’, una mezcla de ‘swinger’ y ‘single’: “Es una persona ‘single’ que conoce y comparte las normas del mundo ‘swinger”, detalla.
“Me apetece animar a que pruebe la gente soltera, a que no sea algo exclusivo para parejas y no importe asistir solo o sola a un evento”, incide quien todavía no se lo ha contado literalmente a su hijo. “Cree que lo de que soy ‘swinger’ es por la música ‘swing’. Todo llegará, pero a su tiempo”, concede Galán, que en sus redes es Patri Requete, el apodo con el que le llamaban sus amigos de siempre. La “esencia”. Sin empresas por encima. Sin pseudónimos. Solo ella, la que maneja con pericia este ambiente.
Porque Patri Requete ya es una capo en el mundo liberal. Una figura que lo mismo organiza una bacanal en un club de Ourense que un aquelarre fetichista con ‘dresscode’ en una villa de Mallorca. “He metido la patita hasta en el cine. Participé en las películas españolas ‘Amor en polvo’ y de ‘Donde caben dos’. En esta última tuve que dirigir a casi 30 personas en una orgia. De alguien como yo hacía Ana Millán”, declara.
“Fue brutal”, sintetiza, encadenando la narración con otra más reciente. “Iba a Barcelona a unas fiestas y a promocionar mi red social y me citaron antes en un ‘sex-shop’. Allí había chicos y me tenían preparados varios juegos. Imagínate. Ese es mi trabajo”, ríe.
Por eso dejó a su pareja y abandonó su plaza de maestra para arrojarse a este universo que “libera tu lado más erótico” en una “atmósfera suficientemente sensual y morbosa como para engancharte”. Cuestión, está claro, de preferencias.