¿La solución a la destrucción puede ser más destrucción? Esa es la pregunta que se hacen en todo el mundo ante la cadena de acontecimientos que está poniendo en jaque a los sistemas de seguridad de cualquier museo donde haya una obra de arte. El último en sufrirlo ha sido Los almiares de Claude Monet, en el Museo Barberini de Potsdam, al sur de Berlín (Alemania). "¿Qué vale más, el arte o la vida?", han manifestado los dos atacantes al tiempo que le lanzaban puré de patata. Para ellos, arte y vida parecerían incompatibles.
El primero en ejecutar esta polémica estrategia contra la ineficiencia de los gobiernos ante el cambio climático fue aquel visitante del Louvre, en silla de ruedas y disfrazado, que en mayo lanzó una tarta contra La Gioconda de Leonardo da Vinci.
En julio le llegó el turno a La primavera de Botticelli: tres activistas de Ultima Generazione pegaban sus manos al lienzo. También del movimiento Letzte Generation (Ultima Generazione alemana) fueron en agosto hasta el Laocoonte y sus hijos y le colgaron al mito griego una pancarta que decía "Ni gas ni carbón".
[Activistas climáticos pegan sus manos a la cubierta de ‘La primavera’ de Botticelli]
Finalmente, ha sido en octubre cuando el efecto repetición entre los activistas ha cogido un impulso que parece alarmante con los ataques, en menos de 15 días, a Masacre en Corea, de Picasso, Los girasoles, de Van Gogh, y el mencionado Monet este domingo.
Peligro real
El grupo Futuro Vegetal ha transmitido a EL ESPAÑOL que, si bien "somos muchas en el movimiento climático y cada cual tiene su visión", entienden que las acciones de las diferentes organizaciones activistas que están atacando los cuadros están justificadas y sirven para demostrar que nos estamos tomando la seguridad del planeta con la seriedad que merece y que sí se dedica a las obras.
Pregunta: —¿Hay peligro real para las obras de arte?
Respuesta: —Puede ser. En cualquier caso, el valor de una obra de arte no es comparable al de las múltiples vidas que están intentando salvar las activistas.
Bilbo Bassaterra, activista en Futuro Vegetal y Extinction Rebellion (grupo que llevó a cabo el ataque contra el Picasso en Australia), desconoce con certeza el objetivo de estas acciones, aunque intuye que tiene que ver con "romper el cerco mediático".
"Las personas que participamos en el movimiento climático estamos hartas de hacer de todo para llamar la atención sobre la gravedad de la mayor crisis a la que se ha enfrentado nuestra especie y la mayoría de medios habla de ella como si fuese algo circunstancial. Se da más cobertura al vestido nuevo de una influencer que a un movimiento social organizado que bloquea Gran Vía", destaca Bassaterra.
Cuando atacaron La Gioconda, los activistas de Ultima Generazione afirmaron que en ningún momento hubo riesgo para el célebre cuadro de Botticelli: "Consultamos a restauradores que nos aconsejaron usar un pegamento adecuado para vidrio y marcos". Sin embargo, un portavoz de la Galleria degli Uffizi de Florencia afirmó que "si no hubiera existido el vidrio de protección especial, algo que la administración del museo puso en marcha con todas las obras maestras importantes hace unos años, la obra habría sido gravemente dañada".
Futuros ataques
Entre las reclamaciones que piden los activistas están la adopción de medidas más efectivas contra el cambio climático y la activación de planes de mitigación ante las consecuencias inminentes e irreversibles.
Así, exigirían un parón en los planes de los gobiernos y las grandes empresas acerca del petróleo y el gas, de forma que disminuyesen las emisiones de gases efecto invernadero. Sin embargo, cada grupo que ha atacado un cuadro, ya sea Just Stop Oil, Ultima Generazione o Extinction Rebellion, tiene sus propios requerimientos. Letzte Generation, por ejemplo, también pidió al gobierno alemán que redujese a 100 km/h. la velocidad máxima de circulación de los coches.
"No se habla de la crisis climática con la firmeza que se debería y se priorizan discursos descafeinados, que no admiten la gravedad del asunto o que confían en soluciones tecnológicas inexistentes", explican a EL ESPAÑOL desde Futuro Vegetal. Un punto de vista que deja entrever que esto no ha hecho nada más que empezar: si no importa la integridad de las obras de arte, y tampoco se dan las circunstancias que ellos reclaman, ¿qué hace pensar que vayan a detenerse aquí?
—¿Se esperan más acciones similares?
—Futuro Vegetal: Somos muchas las personas que estamos ahora mismo en el movimiento climático por lo que es probable que se repitan acciones similares. Los gobiernos no están a la altura de la situación, es la sociedad la que debe abanderar el cambio.
—Bassaterra: Por mi parte y por la de la mayoría de las militantes climáticas que conozco, estamos siempre dispuestas a explorar los límites de la desobediencia civil si con ello tenemos alguna posibilidad de mitigar los efectos de la crisis climática. La actual tendencia nos lleva al "caos climático”, es nuestra obligación hacer todo lo que esté en nuestra mano. La gran pregunta es: ¿por qué no está todo el mundo movilizándose?
"Monet amaba la naturaleza y capturó su frágil belleza en sus obras", han manifestado los asaltantes a Los almieres. Allá donde la genialidad y la belleza humana lograron quebrar la realidad, los activistas climáticos están poniendo una fealdad y devastación que se añade a la que ya vive el mundo representado en los cuadros.
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