Pocos días antes de que comenzase la invasión rusa en Ucrania, Ana le escribió a Natalia para ver cómo se encontraba, si todo estaba bien, cuál era la situación. El 24 de febrero, cuando finalmente estalló la guerra, fue Natalia la primera en escribirle:
-Han entrado los rusos - escribió al otro lado de la pantalla de un móvil..
La relación entra Ana Reyes, una palentina de 48 años y Natalia, una profesora de Infantil en Kiev, va más allá de unos mensajes en WhatsApp de cortesía para saber qué estaba pasando. Ella, la ucraniana, fue la gestante de Alba, la hija de Ana y Fernando, su pareja.
“Los primeros días se lo ofrecí mi casa, a ella y a su familia”, explica Ana a través de mensajes de voz. Natalia lo rechazó en un principio, pero cuando todo empeoró no tuvo más remedio que aceptar la invitación de la familia palentina.
Fue una odisea salir de Ucrania, la misma que han tenido que pasar los millones de refugiados que han huido de las bombas, las balas y la muerte. Varios días, en distintos medios de transporte, hasta llegar a los brazos y a la cama que Ana y Fernando les tenían preparados.
El primer tramo, de unos 300 kilómetros, lo hicieron desde un pueblecito a las afueras de Kiev hasta la capital. Unas 12 horas de recorrido con colas “impresionantes” de gente que buscaba lo mismo. Hicieron noche en Kiev para, al día siguiente, recorrer otras 13 horas en coche, hasta llegar a Leópolis, casi en la frontera con Polonia.
Allí, su actual pareja se tuvo que quedar. La Ley Marcial decretada por el presidente del país, Volodimir Zelenski, se lo impedía. “Por ahora no ha sido llamado a filas. El hermano pequeño de Natalia no ha corrido la misma suerte”, explica Ana.
Se despidieron y Natalia cruzó la frontera junto con Yehor, su hijo de siete años. “Habíamos concertado con la Asociación de Ucranianos de Castilla y León un autobús -que al final fue una furgoneta- para traer a varias personas en la misma situación que Natalia”, explica Ana.
Pero ahí los cálculos salieron más y habían contado a dos menores como un solo adulto. Natalia se agobió, no quiso viajar y la llevaron al aeropuerto de Cracovia. “Le dieron 250 euros para el billete”. Cracovia-Varsovia y de ahí a Madrid. Su nueva casa ya estaba más cerca, y nuevos problemas también.
Problemas con las ayudas
17 de marzo. Natalia y Yahor ya estaban en Palencia. “Era jueves”, recuerda Ana, “y el reencuentro fue muy bonito y triste al mismo tiempo por las circunstancias en las que se dio”. Aprovecharon el fin de semana para descansar, para que los invitados se hicieran al sitio y al barrio, y el martes ya empezaron los papeleos y los problemas.
“Fuimos a la comisaría para solicitar el NIE de refugiados, y nos dieron un justificante hasta que llegase el físico. Luego fuimos a hacerles la tarjeta sanitaria a ambos, escolarizamos al crío y Natalia se apuntó a una escuela para adultos”, explica Ana.
El siguiente paso que intentaron dar fue el de solicitar ayudas económicas para Ana y Yahor, con el fin de que pudiesen ser independientes y empezar una nueva vida. “Fuimos a Cruz Roja, que nos dijeron que sólo atendían a refugiados que hubiesen llegado con la Accem”, una ONG sin ánimo de lucro especializada en la atención de personas refugiadas, migrantes y en situación o riesgo de exclusión social.
Al día siguiente fueron a la subdelegación del Gobierno, a Extranjería, y allí les dijeron “que no gestionaban nada y que no sabían quién lo llevaba”, asegura Ana, a lo que sigue: “Me dijeron que mirase en Protección Civil por si lo llevaban ellos”. La cara de “sorpresa” de la palentina era tremenda, pero fue a preguntar allí.
“Efectivamente, Protección Civil lo gestiona”, afirma Ana, que no se lo termina de creer. Acto seguido le gestionan una cita en un Centro de Acción Social (CEAS) del Ayutamiento de Palencia por la zona de su barrio. “Un trabajador social nos dice que primero tenemos que empadronarlos y pedir el Ingreso Mínimo Vital en la Seguridad Social, que aunque nos lo van a denegar porque llevan menos de un año aquí es necesario para que luego les den la renta garantizada”.
El siguiente paso que dieron, con el número de la Seguridad Social, fue ir a los servicios sociales de la Junta de Castilla y León. Allí les vuelven a decir que las ayudas a refugiados las gestionan en Cruz Roja y, tras unos intercambios de palabras en los que Ana les explica la situación de Natalia y su hijo, los mandan de nuevo al CEAS de su barrio. “Estábamos de nuevo en la casilla de salida”, se lamenta.
Una vez de vuelta al CEAS, consiguen cita para en el Ayuntamiento de Palencia. “Nada más llegar me dicen que ni hay dinero ni lo va a haber”. Ana se queda estupefacta ante la noticia.
La situación es, para que se entienda, que al haber llegado Natalia y su hijo en acogida, están en una fase más avanzada de quienes lo han hecho a través de una ONG. “La guerra no va a acabar ahora. Lamentablemente para todos, para ellos principalmente, tiene pinta de que va a durar mucho. Y mientras dure van a seguir llegando refugiados, y mientras lleguen más la situación de las fases no van a seguir avanzando. ¿Cuánto tiempo van a tener que esperar para que les ayuden? ¿Meses?”.