Sara Hurtado jadea al otro lado del teléfono. Camina con prisa por las calles de Moscú en dirección a su casa. Hoy le espera un día duro porque ha decidido emprender su regreso a España. “Cuando salió la noticia de que se cierra el espacio aéreo vimos que esto se ponía serio y no nos queríamos quedar encerrados en Rusia”, narra a EL ESPAÑOL. Esta joven lleva cinco años en Rusia y la guerra con Ucrania ha precipitado su salida sin billete de vuelta. Fernando Salgueiro lleva también cinco años en Moscú y tiene pensado salir en cuanto pueda. Berto Llado, en cambio, decide quedarse, sabiendo que eso puede significar no ver a su familia en varios años. Son tres ejemplos de lo que viven los españoles afincados en Rusia.
“Llevo desde finales de 2016. Mi equipo de entrenamiento está aquí. Entrenadores de mi disciplina no los hay en España, entonces nos tenemos que buscar la vida”, explica Sara. Es patinadora sobre hielo y forma parte del equipo nacional español junto a Kiril Jaliavin, ruso nacionalizado. Fue olímpica en los juegos olímpicos de invierno de Sochi en 2014 y de Pyeongchang en 2018. Ahora, la guerra ha trastocado todos sus planes.
“Lo que he notado es un shock generalizado. La gente no se esperaba que esto fuera a pasar. También ha tenido un sabor de vergüenza, de ‘esto no somos nosotros, esto no nos representa’. Por lo menos en mi entorno así ha sido”.
“En Moscú la vida no ha parado, pero sí que ves colas en los cajeros automáticos y que no consigues efectivo. Notas el ambiente inquieto. Pero tampoco se pueden manifestar porque acaban encerrados”. Sin ir más lejos, ella no ha intentado sacar dinero en tres cajeros diferentes y no ha podido.
Al cierre de esta edición, Sara estaba recién llegada al aeropuerto de Moscú, donde se disponía a tomar un vuelo a Turquía. “Había muy pocas plazas. Era todo vía Dubai, Turquía, Egipto o por tierra. Pero para ir por tierra necesitas un permiso diferente del consulado y nos retrasaría”.
—¿Te ha costado caro el billete?
—2.000 euros… Normalmente cuesta 200 o 300.
Por suerte para Sara, su vuelo y el de su compañero, Kiril Jaliavin, lo ha financiado la Real Federeación Española de Deportes de Hielo. Asimismo, este organismo ha asegurado que ambos patinadores podrán continuar su preparación en España.
De rublos a euros
El plan de Fernado es diferente. El sí que va a salir por tierra, aunque eso implique dejar atrás su trabajo y a sus amigos. “Llevo cinco años en Rusia y mi vida está aquí. No planeas un viaje así en dos días”, explica también por llamada telefónica. “Tienes que deshacerte de cosas, dar de baja las cuentas del banco, cambiar de rublos a euros, que esa otra…”.
“Hace una semana, un euro estaba a 94 rublos, más o menos. El domingo subió a 104 o 105. ¡Mi banco ofrece ahora cambiar de rublos a euros por 160! ¡Es una burrada! Estoy esperando a que baje estos días, porque desde hoy hasta el viernes la bolsa está cerrada. Ahora es el peor momento para cambiar”.
Fernando es natural de Palma de Mallorca y llegó a Moscú en 2017, donde trabaja de traductor e intérprete de ruso. Ahora, “está muy mal la cosa por aquí”, asegura. “A primera vista no se nota nada. Pero estos últimos días sí que ha habido manifestaciones. Unas un poco tímidas y otras no tanto, sobre todo en San Petersburgo. Pero ya te digo, generalmente tímidas, porque aquí te arrestan. Su magnitud no se corresponde con lo que está pasando en Ucrania. Si fuese España la que estuviera atacando se estaría montando una del copón”.
“Conozco a mucha gente aquí y tienen miedo. Al menos, mi círculo de amistades está en contra de Putin y de la guerra. Dicen que es una locura y que cómo es posible que la gente no esté saliendo más a la calle. Hay mucho descontento por lo que está pasando en Ucrania y por lo que aquí no está pasando”.
Fernado, a diferencia de Sara, no ha tenido problemas en sus cuentas, más allá de la devaluación del rublo. De eso no se libra nadie. “Yo he tenido suerte, porque mi banco, que se llama Tinkoff, no es objeto de sanciones. Es de los pocos que no ha sido sancionado. Tenía miedo de no poder usar Apple Pay pero sí que lo puedo usar en compras que pido por Delivery Club [el equivalente a Glovo o Deliveroo en Rusia], por ejemplo”.
—¿Cuándo tienes pensado volverte?
—No lo sé. Es todo tan incierto…
Lo que sí que tiene claro es cómo saldrá. Para cuando pueda irse -calcula un mes y medio- no se podrá salir por auire de Rusia, entonces, “tengo pensado hacer Moscú-San Petersburgo en avión, luego San Petersburgo-Helsinki en tren y ya volar a Barcelona. Me parece más óptimo que ir por Serbia. Mejor ir por arriba y rodear el conflicto”. Pero en cualquier caso, Fernando asegura que le da mucha pena abandonar Moscú. “Se vive muy bien. El nivel de vida es el de una ciudad europea”.
No se mueve
“No me voy a mover. Si la cosa se pone peor, no sé en qué cielo es mejor estar”. Coan esta contundencia se expresa Berto Llado, otro español residente en Moscú y que no tiene un regreso planeado. “Llevo tres años y medio en Moscú. Soy entrenador de fútbol y ahora mismo estoy con una empresa que tiene la licencia de la League Academy Russia”, explica.
“Ahora mismo la situación es de mucha incertidumbre. Nadie sabe qué empresas se van a quedar o si se van a cancelar contratos”, afirma. Y entre esas empresas está la suya. “No se vive un pánico de guerra, pero sí que es cierto que el ruso de a pie está jodido. Es el que va a pagar las consecuencias. Cuando yo llegué el rublo estaba a 70 y estaba a 122 ayer… Imagínate. Los supermercados están constantemente cambiando precios. Pinta mal. Se han cargado la vida del trabajador ruso”.
Él en cambio, de momento no sufre demasiado las consecuencias de las sanciones. “Ir al cajero o que no te dé dinero no hace mucha gracia”, pero sigue cobrando su sueldo, para su suerte, en euros.
Así pues, Sara y Fernando se van lejos de las consecuencias de una guerra que han elegido unos pocos pero sufren muchos. Berto ha decidido quedarse, asumiendo la parte más difícil de esa decisión. “Estoy asumiendo que no voy a ver a mi familia en dos años”.