Me cito con Nasim y Zainab a las 6 de la tarde en una plaza del norte de Barcelona. Es un matrimonio afgano que acaba de escapar con éxito de Kabul. Lograron los visados haciéndose pasar por turistas que venían a visitar a un familiar a Mallorca. Mi interlocutor es Bashir. Además de traductor, es el presidente de la asociación de Afganos en Cataluña y el ángel de la guarda que les cuida desde que llegaron el 28 de julio.
Bashir me llama a las 6 en punto para informarme del cambio de planes: tenemos que vernos más tarde… y en la puerta del Hospital de San Rafael. Zainab, estudiante de Magisterio de 27 años, está embarazada de 6 meses. Tiene que visitarla un médico urgentemente. Ha tenido problemas con su estado en los últimos días. Ese embarazo fue uno de los motivos que precipitó la huida de este matrimonio de Afganistán. “No quiero que mi hijo crezca con el sonido de las bombas, de las balas, la guerra”, explica Nasim, de 30 años, cuando conseguimos encontrarnos.
Son cerca de las 8 de la tarde; la entrevista se ha demorado dos horas porque a Zainab la ha tenido que visitar una comadrona de urgencia. Los tres salen tranquilos del médico. El embarazo, a pesar del estrés de los últimos días, avanza sin problemas graves. Por fin nos encontramos para hacer una entrevista para EL ESPAÑOL en la puerta del ambulatorio.
Saludo al traductor Bashir con el puño. Repito el choque de puños con el chico, Nasim. Todo normal. Extiendo el puño para hacer lo propio con Zainab, la chica. Lo hago por inercia. Ella duda, lo estira levemente y apenas me lo roza. Ahí reparo en que hasta hace 20 días vivía en Afganistán, donde el contacto hombre/mujer es casi inédito. Hasta el neutro choque de puños provoca dudas.
A Zainab se le nota cansada. Buscamos un banco para que se siente. No se quita la mascarilla y un velo azul le cubre la cabeza. Apenas habla y su preocupación estriba en esconder el mechón rebelde de su flequillo que de vez en cuando se escapa de la tela y queda a la vista. Mira a todas partes, desubicada. En ningún momento establece contacto visual conmigo. De vez en cuando se toca el vientre. Los nervios de los últimos días, la tensión de la huida, llegar a un país distinto, a un continente desconocido... y saber que ambos dejan atrás a sus seres queridos en una situación crítica.
Porque en ambas familias, por un motivo u otro, hay gente que se va a convertir en objetivo de los talibanes en los próximos días. “No quiero que mi hijo crezca viendo muertos por las calles. Uno de ellos podría ser yo”, me cuenta Nasim a través del traductor. Porque él, además de regentar una empresa de construcción en Mazar-i-Sharif (el gran bastión del norte, que cayó hace dos días), es familiar directo de un diputado del gobierno depuesto por los talibanes. “Yo le llevaba a mi tío las redes sociales. Yo he escrito muchas cosas críticas contra los radicales. Por eso me han amenazado muchas veces cuando aún no habían tomado el poder. Ahora iban a ir a por mí, lo tengo claro”.
Nasim se muestra aliviado y locuaz. No se expresa en pastún como los talibanes, sino en darí, el idioma más hablado de Afganistán. Cuenta que esta relación con su tío diputado le permitió disponer de información privilegiada antes de tiempo: “Sabíamos que iba a ser rápido. Los talibanes han ido tomando diferentes ciudades antes de llegar a Kabul. Cuando estaban cerca de entrar en Mazar-i-Sharif, vimos que teníamos que salir de allí o nos matarían”.
"Casarán a mi hermana"
“¿Por qué decidimos venir a España? Porque tengo un primo viviendo en Palma de Mallorca. Fue la razón que di para poder salir. Elegimos este país, fuimos al consulado español y sus trabajadores y diplomáticos nos trataron muy bien. Pedimos un visado turístico para venir de vacaciones y nos lo concedieron. Tomamos un vuelo desde Kabul y llegamos a Barcelona el 28 de julio”, cuenta el chico de carrerilla.
Se adelantaron así al caos que es actualmente el aeropuerto de Kabul, el único lugar del país por el que ahora mismo es posible escaparse. Allí se siguen viviendo escenas dramáticas: las pistas de despegue llenas de afganos intentando agarrarse a los aviones por fuera, desesperados. Como el que se engancha a una camioneta en marcha. Algunos lo consiguen, precipitándose desde las alturas a los pocos segundos. Hay, al menos, cinco muertos por este motivo.
Dice Nasim que ahora su preocupación es “saber qué va a pasar con nuestras familias. Mi madre y mi hermano siguen allí. La madre y la hermana de mi mujer, también. Vamos hablando con ellos por Whatsapp y tienen mucho miedo”. La familia de Nasim es objetivo de los talibanes por su etnia, por chiítas y por ser el entorno de un diputado.
Por parte de la chica, la que está en la diana es su hermana: “Tiene 25 años y los talibanes ya han informado de que van a casar a todas las mujeres mayores de 15 años con los muyahidines. También a las mujeres de los soldados del ejército afgano”, avisa Nasim. Bashir traduce y al final me añade: “Cuando dice casarlas, tienes que tener en cuenta que lo que hacen los talibanes con las mujeres es convertirlas en esclavas sexuales y nada más. Eso son las mujeres para ellos”.
"Son salvajes"
Entre Nasim y Bashir se pasan un rato enumerando las barbaridades que han visto hacer a los talibanes durante todo este tiempo: “Han puesto bombas en colegios. Ellos no creen en los colegios y los cierran o los destruyen. Pusieron uno en una escuela femenina y provocaron 90 muertos y casi 300 heridos. Han puesto bombas en hospitales, han matado a mujeres embarazadas e incluso a sus bebés. Se llaman taliban [que significa estudiante] pero es gente sin ninguna cultura. Es gente rural muy primaria. Son salvajes que no tienen preparación para nada y menos para llevar un país. Sólo saben de violencia. La justicia son ellos. No hay juzgados, ellos son los jueces en la calle y ponen sus normas. Te juzgan en la calle, te matan y te dicen que es la justicia divina”, va traduciendo Bashir.
“Nuestras familias están en peligro, pero todo el país está en peligro. Mi etnia es todo lo opuesto a ellos. Los talibanes son de la etnia Pastún, hablan en pastún y son musulmanes sunitas. Yo soy de la etnia Baluch, hablo darí y soy chiita. Irán a por los míos. Pero cuando se hagan con el poder vamos a caer todos. Caeremos los baluch, pero también los tayikos, los uzbekos, los persas y todos los que no sean como ellos”, sentencia.
Se despide con un mensaje para la comunidad internacional: “Necesitamos ayuda, la mayoría de los afganos no somos talibanes ni tenemos nada que ver con eso. Estoy muy agradecido con lo bien que se han portado las autoridades españolas del consulado. Nosotros hemos conseguido salir, pero ahora todo el mundo está en peligro. Las mujeres, porque van a hacer de ellas esclavas sexuales. Los hombres, porque los van a matar. Necesitamos que nos acojan, que abran las puertas a los afganos que huyen”. Todo esto lo dice un día después de que se anuncie que los talibanes han entrado en Mazar-i-Sharif. La pesadilla talibán ya manda en su pueblo.
No fuerzo más. Zainab parece cansada. Les hago las fotos y ella no suelta la mano de su marido en ningún momento. Choque de puños para despedirme de Bashir y de Nasim. Esta vez, ni yo hago el amago de ofrecérselo a Zainab, ni ella hace gesto alguno de soltar la mano de su marido. Con la otra se toca el vientre. Quiere irse a su casa. A alguna casa. Ahora está acogida por compatriotas, a más de 7.000 kilómetros del pueblo que la vio nacer e intentando gestionar su primer embarazo. Pero en su mente sólo está su hermana, a la que a estas alturas pueden haber capturado ya, para entregarla como esposa (como esclava) a algún talibán.