El mulá Baradar Akhund, jefe de la oficina política de los insurgentes en Qatar, llegó este martes a Afganistán tras declarar el fin de la guerra y la victoria talibán, en lo que supone su primer viaje al país desde que en 2001 se produjera la caída del régimen y el huyera al exilio en Qatar.
Después de abandonar Doha al frente de una delegación de alto nivel de los talibanes, el mulá Baradar Akhund "llegó a última hora de la tarde al aeropuerto de Kandahar en Afganistán", aseguró el portavoz político insurgente, Naeem Wardak, en Twitter.
El jefe de la oficina política de los insurgentes en Qatar fue recibido en Kandahar por "unidades especiales de protocolo", según adelantó un miembro de la sección de medios de los talibanes, Muhammad Jalal, mientras la misma oficina aclaró que la delegación viajará luego a Kabul.
Esta sería aparentemente la primera vez desde la caída del régimen talibán con la invasión estadounidense en 2001, que una delegación de tan alto nivel de los talibanes viaja a Afganistán, y es muy significativo que su primer destino no sea Kabul, sino la meridional Kandahar, cuna del movimiento talibán.
Victoria de los talibanes
Este viaje se produce sólo un día después de que el propio mulá Baradar declarase en un discurso el fin de la guerra de Afganistán con la victoria de los insurgentes, un logro inesperado por su rapidez y que se completó el domingo con la huida del presidente afgano, Ashraf Ghani, y la toma incruenta de Kabul.
"Hemos alcanzado una victoria que no se esperaba (...) debemos mostrar humildad ante Alá", dijo entonces en un mensaje en vídeo el ex número dos del movimiento insurgente en la primera declaración pública de un líder talibán tras la conquista del país.
Baradar se refirió a este momento histórico tras la victoria insurgente como "el momento de la prueba". "Ahora se trata de cómo servimos y protegemos a nuestra gente, y de cómo aseguramos su futuro, para ofrecer una buena vida lo mejor que podamos", añadió.
Los talibanes tomaron el domingo el control de Kabul después de que sus combatientes entraran en la capital sin encontrar resistencia, y con casi todas las provincias bajo su control.
Desde entonces los talibanes han tratado de demostrar que nadie debe temer su llegada al poder, y han insistido en que han perdonado a todos aquellos afganos que trabajaron del lado de los "invasores" o el Gobierno afgano durante estos 20 años de guerra.
En el segundo día hoy de Kabul bajo control insurgente, la ciudad empezó a despertar tímidamente, volviendo la vida a la capital con el tráfico y la apertura de algunas tiendas, mientras la población aún desconfía de la intención final de los insurgentes.
Incluso las mujeres, aunque con vestimenta mucho más conservadora que de costumbre, empezaron a salir a las calles, e incluso se pudo ver a una presentadora de televisión entrevistar a un talibán, algo imposible durante el régimen insurgente entre 1996 y 2001, cuando relegaron a las mujeres al interior del hogar.
El colapso del país ocurrió en cuestión de semanas, después de que en mayo las fuerzas de Estados Unidos y de la OTAN comenzaran la fase final de la retirada, entregando todas sus bases militares a los afganos.
Baradar Akhund
Nacido en la provincia de Uruzgan en 1968, Baradar Akhund luchó en los muyahidines afganos contra los soviéticos en la década de 1980. Después de que los rusos fueran expulsados en 1989 el país cayó en una guerra civil entre señores de la guerra rivales. Entonces, Baradar instaló una madraza en Kandahar con su excomandante y cuñado, Mohammad Omar. Juntos, los dos mulás fundaron los talibanes, un movimiento encabezado por jóvenes eruditos islámicos dedicados a la purificación religiosa del país y la creación de un emirato.
Impulsados por el fervor religioso y el apoyo de la agencia de Inteligencia Interservicios de Pakistán (ISI), los talibanes llegaron al poder en 1996 después de conquistar las capitales de provincia en un abrir y cerrar de ojos, como acaba de ocurrir en las últimas semanas. Baradar, mano derecha del mulá Omar, fue el estratega clave de esas victorias.
Baradar desempeñó varias funciones militares y administrativas durante el lustro del régimen de los talibanes. Cuando el Gobierno talibán fue derrocado por Estados Unidos y sus aliados afganos, Baradar era entonces viceministro de Defensa.
De la cárcel a líder negociador
Durante los 20 años de exilio de los talibanes, Baradar Akhund alimentó su reputación de líder militar y negociador político. Los diplomáticos occidentales llegaron a considerarlo del ala de Quetta Shura - el liderazgo reagrupado de los talibanes en el exilio - que era más resistente al control del ISI y más permeable a los contactos políticos con Kabul.
Sin embargo, en los años de la administración Obama, se hizo más fuerte el temor a su experiencia militar que la esperanza sobre sus inclinaciones moderadas. La CIA lo siguió hasta Karachi en 2010 y en febrero de ese año EEUU presionó al ISI para que lo arrestara.
Pero, ocho años después, en 2018, la actitud de Washington cambió. Ya bajo la batuta de Donald Trump, el enviado afgano de EEUU, Zalmay Khalilzad, pidió a los pakistaníes que liberaran a Baradar para que pudiera liderar las negociaciones en Qatar, basándose en la creencia de que se conformaría con un acuerdo de reparto del poder.
Escuchado y respetado por las distintas facciones talibanes, fue nombrado jefe de su oficina política, ubicada en Qatar. Desde el país del Golfo Pérsico, llevó las negociaciones con los estadounidenses, que condujeron a la retirada de las fuerzas extranjeras de Afganistán.
Baradar fue liberado y, en febrero de 2020, firmó el acuerdo de Doha con EEUU, hecho que la administración Trump celebró como un gran avance hacia la paz, pero que ahora parece más el punto de partida hacia la victoria total de los talibanes.
Se suponía que el acuerdo entre Estados Unidos y los talibanes de no pelear entre sí iría seguido de conversaciones para compartir el poder entre los talibanes y el gobierno de Kabul de Ashraf Ghani. Esas conversaciones sin embargo tuvieron pocos avances, y ahora parece claro que Baradar y los talibanes estaban intentando ganar tiempo, esperando a que los estadounidenses se fueran para iniciar una ofensiva imparable.
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