Aunque todas las hipótesis tenían cabida, la Guardia Civil siempre puso el foco en el mar. Y mirar al océano incluía, con casi total seguridad, un final con fatal desenlace. El mar era el último punto en el que se había geolocalizado a Tomás Gimeno, padre de Anna y Olivia. También el último sitio donde había sido visto. Además, su perfil psicológico indicaba que con él todo era posible. También el drástico final. Acostumbrado a ganar siempre, no toleraba los cambios. No al menos en los que no salía como vencedor unánime. Eso, y las flagrantes amenazas que dedicó a Beatriz, su exmujer, lo convertían en un hombre capaz de todo -incluso de acabar con la vida de Anna y Olivia, hallada en aguas tinerfeñas-.
Aunque se le tilda de impulsivo, con carácter, acabar con la vida de sus hijas no ha sido un brote. Tremendamente inteligente, cuidadoso, todo estaba perfectamente estudiado, orquestado. Planificado de inicio a fin, con varios días, quizá muchos, a juzgar por las actuaciones que tuvo las jornadas previas: traspasó la titularidad de un deportivo de alta gama a su padre, retiro 55.000 euros de su cuenta para alojarlo en otra e, incluso, se preocupó de llevar a su perro a buen recaudo antes de marcharse. En su guión, monstruoso, ha fallado el desenlace. Aunque era como buscar una aguja en un pajar, el Ángeles Alvariño sí que encontró a Olivia, y navega sin descanso para hallar el cuerpo de Anna, la pequeña.
La muerte de Olivia, y presumiblemente también la de Anna, ocurrió entre las 19:30 y las 21:30 horas del mismo día de la desaparición. Es el nexo de tiempo en el que los investigadores no han podido situar a Tomás en ninguna actividad concreta. A las 21:30 horas encendería su lancha para arrojar, lastradas con un ancla, los cuerpos sin vida de sus hijas. Él no desaparece hasta pasada la 01:30 h.
Las últimas horas
El martes 27 de abril Anna y Olivia amanecieron junto a su madre. Durmieron en casa de Beatriz. Su casa. Tomás iría por la tarde a recogerlas. A la espera de formalizar el convenio regulador, disfrutaba de muchas tardes con sus hijas. Bastaba el común acuerdo, no había normas ni reglas. A las 17.00 horas llamó a la puerta. Estaba aparentemente tranquilo, normal. Habló con calma y quedó en que las 21:00 horas las llevaría de vuelta. Mentía. Tomás sabía, ya, que no habría retorno. Sin fisuras. Lo tenía atado y preparado. Esa misma mañana, había reparado su coche, el Audi A3 blanco, que le llevaría al puerto. El mismo con el que trasladó, horas después, el cuerpo sin vida de las pequeñas.
Levantado ya el secreto de las actuaciones, EL ESPAÑOL ha podido saber que, tras recogerlas en casa de su exmujer, se dirigieron al centro dónde trabaja la actual pareja de Tomás. Este le entregó un estuche embalado con una premisa: que no lo abriera hasta las 23:00 horas de ese día. Lo abrió antes, el contenido era 6.200 euros y una carta despidiéndose de ella. Tras eso irían a casa de los padres de Tomás, dónde dejó a Anna, la pequeña, y salió con Olivia.
Tras recogerlas en casa de su exmujer se dirigieron al Club Deportivo en el que Olivia recibía clases de tenis. Las clases empezaban a las 17:30 horas y la menor jugó con sus compañeros hasta las 18:30 horas. Fue el propio Tomás el que la llevó al club. El profesor advirtió que junto a Tomás y a Olivia no estaba Anna, la pequeña. Es probable que, antes de ir, y nada más recogerlas de casa de Beatriz, fueran a casa de los abuelos paternos. Allí dejó a la bebé durante la clase de Olivia.
A cinco minutos del Club Deportivo donde entrena Olivia se encuentra la dársena pesquera en la que Tomás tiene su barco. Antes de que concluyera la clase, a las 17:50 horas, el Capitán del puerto afirma que el padre de las niñas, solo, estuvo probando el motor de su lancha. Arrancaba. Lo introdujo en el agua y lo accionó a modo de prueba. Miró y revisó todo. Esa lancha es la que utilizaría para arrojar al mar el ancla y la bolsa de deporte en la que ha aparecido el cuerpo sin vida de Olivia.
Tras la revisión del barco, vuelve al club en el que está su hija. Concluida la clase, Tomás recoge a la niña y se dirige a casa de sus padres. Es aquí cuando se habla del abrazo de despedida con su familia. Un gesto que el propio padre de Tomás advirtió como extraño y significante. A las 19:30 horas concluye la visita.
Desde las 19:30 horas hasta las 21:30 horas, en la investigación, había un fundido en negro. Lo había hasta ahora. A las 19:47 horas Tomás llegaría a su domicilio de Igueste de Candelaria. A las 19:50 h Olivia le diría a su madre en un mensaje de voz, enviado desde el whatsapp de Tomás, que fuera a las 21:00 horas al domicilio de Tomás y que cogiera unos cuadros que había en el domicilio. A las 21:00 horas, Tomás salió de la casa con las pequeñas, ya sin vida, rumbo al puerto. Antes pararía en casa de sus padres, sin que estos lo supieran, para dejar a su perro Oto, dos tarjetas de crédito con sus claves y dos juegos de llaves del deportivo de lujo.
Todo lleva al cuerpo investigador a pensar en una única dirección: Tomás Gimeno acudió a su domicilio con la idea de poner fin a la vida de sus hijas. El Instituto Armado sospecha que este sedó a las niñas antes de matarlas. El resultado preliminar de la autopsia realizada a Olivia, y a la espera de los estudios químico-toxicológicos, biológicos e hispatológicos sobre las muestras tomadas, indica que la causa inmediata compatible de la muerte indica que Olivia pudría haber muerto de un edema agudo de pulmón.
Cabe recordar que, en los rastreos realizados en el domicilio (se cuentan cinco) no se halló sangre ni vestigios de cadáver. Sí que se encontraron varios blisters de medicamentos y relajantes musculares. Las alarmas, en ese momento, saltaron a medias. Estos medicamentos son los que estaba tomando Tomás meses antes tras sufrir un accidente con su moto en un circuito de motocross.
En ese margen de tiempo, esas dos horas, Tomás sedaría a Anna y Olivia. Aunque solo se ha podido certificar, de momento, la muerte de su hija mayor. Tras hacerlo, metió los cuerpos en el coche, junto a varios bultos más y acudió al puerto. A las 21:00 horas Beatriz fue a casa de Tomás. Él ya no estaba. Tras no responder al timbre, llamó por teléfono. Tomás, de camino al puerto, contestó: “Discúlpame, he salido a cenar con ellas. Cuando acabemos te las acerco yo a tu casa’”. Las niñas ya no vivían.
A las 21:27 horas, las cámaras de seguridad del puerto deportivo Marina Tenerife muestran que Tomás entró con su Audi A3. Se descubre, también, que dio tres viajes del coche a su barca, El esquilón, en el que metió varias bolsas de deporte, bultos y bolsas de basura en la embarcación (se cuentan seis). El guardia de seguridad asegura que no estaban las pequeñas.
Emprendió su rumbo al mar. Regresó dos horas más tarde a tierra. Sin bultos. Dos de ellos han aparecido enganchados al ancla que lastraba el cuerpo sin vida de Olivia. Antes de arrojarlos habló con Beatriz. Eran ya las 22.00 horas, la respuesta le hizo temblar: “No vas a volver a ver a las niñas jamás. Tampoco a mí. Yo me haré cargo de ellas para que estén bien cuidadas”. Beatriz, antes esto, oficializaría la denuncia. Desde el cuartel, incluso interviniendo los agentes de Guardia Civil, Tomás repetiría su mensaje: no vas a volver a verlas más.
Cuando Tomás regresa al puerto son las 23:30 horas. Ya no había nada en el barco. Fue parado por las autoridades por saltarse el toque de queda. Las cámaras vuelven a ser testigo. Revelan que se subió al coche. En este momento es cuando fue a una gasolinera a comprar un cargador de móvil, que llevaba sin servicio (sin batería9 desde las 22:44 horas. De regreso al puerto, cargó el terminal. Lo hizo en la oficina del vigilante de seguridad. Con algo de batería, a las 00:27 h, volvió a embarcar, iniciando su previsible última travesía.
A la 01:30 h, en mitad del océano, tuvo la última conversación con su ex mujer. Hablaron largo y tendido. De su ruptura. De la relación. Le dijo que cuidaría de las niñas, y que no las vería más. Insistió en que se iba lejos y que no las vería más. Colgó. A las 02:11 horas, volvieron a hablar. Se despidió definitivamente. Además, mandó mensajes a varios amigos despidiéndose. Les indicó que les dejaba varias de sus pertenencias materiales: su moto, su quad e, incluso, su embarcación. A las 02.05 horas, llamó a su padre, le dijo que lo sentía, pero que necesitaba esto, que por fin estaría bien, como el quería. El último mensaje lo remitió a las 02:27 horas. Al día siguiente el barco fue localizado a la deriva. No había rastro de Anna, Olivia ni de Tomás.
Su odio
Las iba a cuidar. A eso se agarraba Beatriz todos y cada uno de los días de las siete semanas de ausencia. Todo se rompió el 10 de junio, a las 18:00 horas, cuando se confirmaba el peor final. La esperanza y fuerza de Beatriz, una madre coraje, que no ha dejado nunca de creer en el reencuentro, en la viabilidad de ese final feliz, se resquebrajó con una conversación. La peor que ha tenido nunca. Al otro lado estaba la Unidad Orgánica de Policía Judicial de Guardia Civil de Tenerife. Ellos están al mando de la operación y ellos iban en el barco que, desde el 30 de mayo, navega día y noche para dar con el paradero de las pequeñas. El robot submarino halló el ancla y, con este, dos bolsas de deportes atadas. En el interior de una de ellas yacía el cuerpo de Olivia, la menor de 6 años. La otra estaba vacía pero, previsiblemente, en algún momento conservó el de Anna. Los expertos siguen a bordo del buque para encontrarla.
Le costó digerir la separación y, más aún, la aparición de una nueva persona en la vida de Beatriz. También en la de sus hijas. Se obsesionó. Ni siquiera romper la relación definitivamente fue algo fácil para Beatriz. Lo consiguió en primavera de 2020, hace poco más de un año. Tomás no lo asimilaba. Son muchas las escenas violentas narradas por el entorno: amenazas, enfrentamientos e incluso, agresión a Beatriz y a su pareja en un aparcamiento. Ninguna tuvo denuncia oficial, pero todas fueron arrojando muestras del odio que tenía dentro. El 27 de abril ese odio llegó a su punto más extremo.
“No nos esperábamos esto”, ha afirmado Joaquín Amills, portavoz de la madre de las pequeñas. “Va a ser muy duro superar todo”. La noticia ha devastado la esperanza de Beatriz y de todo su entorno. También ha congelado a España. Las redes sociales se inundan de dibujos que rinden homenaje a las pequeñas, desaparecidas junto a su padre desde el 27 de abril. Siete semanas de búsqueda que concluyen con el peor de los finales.