Encendió motores el domingo desde Ferrol, a primera hora, pero no se espera su llegada a Tenerife hasta final de esta semana. Capaz de radiografiar el mar y hacer una instantánea casi perfecta a 2.000 metros de profundidad, el buque oceanográfico Ángeles Alvariño, y su alta tecnología, se incorpora al operativo de búsqueda de las pequeñas Anna y Olivia. La travesía es larga, pero su papel es decisivo, incluso, definitivo. Tras el descarte de hallazgos contundentes en la vivienda, el coche y el barco de Tomás Gimeno, padre de las niñas desaparecidas, y tras la búsqueda por parte de los perros Junco y Bill, la investigación pone el foco ahora en el océano. El resultado, pase lo que pase, permitirá afinar las hipótesis ante una búsqueda que se alarga más de lo esperado, y que está próxima a cumplir un mes desde que se pusiera en marcha aquel fatídico 27 de abril, día en que se perdió el rastro de Tomás Gimeno junto a las pequeñas.
La respuesta judicial se ha hecho esperar, pero ha llegado, y los investigadores ya cuentan con el puntero buque, que navega rumbo a la isla. Los agentes esperan la llegada del titán investigador acuático. Lo hace dotado con el tan citado sonar y el robot submarino Liropus 2000. La directora de la Guardia Civil, María Gámez, prometió la semana pasada no escatimar esfuerzos. Están cerca. Ya llegan los refuerzos.
Un auténtico laboratorio
Operado por el Instituto Español de Oceanografía (IEO) y dotado con la mejor tecnología, zarpa hacia Tenerife el buque gallego. Construido en 2012 y con base operativa en Vigo, sobrepasó a unos 20 km/h la costa portugesa. Está previsto que esta tarde haga escala en Cádiz para, después, continuar su rumbo a la isla. La llegada no concluirá hasta finales de esta semana. Otra opción es inviable. Pero esperar compensa.
Con 46 metros de eslora (largo) y una manga (ancho) de 10, 5 metros, cuenta con capacidad para 15 investigadores más 12 tripulantes. Todos a bordo serán miembros del operativo de búsqueda que, desde hace 28 días, trata de dar con el paradero de las pequeñas. Incluye varios laboratorios científicos de vanguardia, forma parte de la élite naval y ha protagonizado numerosas expediciones históricas, muchas con la armada española.
A bordo del buque, además de la ecosonda multihaz y el sonar de red Simrad FS70 con el que se hará el reclamado, y aclamado, sonar de barrido lateral, llega el robot submarino. Una nueva gesta, once años después de su incorporación al IEO, para el Liropus 2000 que, según ha podido saber EL ESPAÑOL, será controlado remotamente desde el barco y es capaz de operar hasta a 2.000 metros de profundidad. Este robot, además, podría proceder, en caso de que se hallen, al rescate de los cuerpos.
El objetivo marcado en esta operación es localizar o descartar que las pequeñas Anna y Olivia están en el mar. Es la prueba definitiva, determinante; más si cabe que las realizadas hasta la fecha, las del registro con perros de rastreo en las propiedades de Tomás Gimeno. La investigación, que se mantiene bajo secreto, y que aún no descarta ninguna hipótesis, pone la mirada ahora en el fondo del agua. Allí volcarán este último esfuerzo.
La zona a batir, en principio, está limitada por el área en la que el Grupo Especial de Actividades Subacuáticas (GEAS) del instituto armado encontró la sillita de retención infantil, la de Anna, flotando junto al barco de Gimeno, localizado a la deriva un día después de la desaparición. Una desaparición catalogada como inquietante desde el momento en que Beatriz, madre de las niñas, desveló en el cuartel en el que puso la denuncia que a la ausencia le acompañaba ese amenazante mensaje de “no volverás a verlas”. Meditado, a tenor de lo sabido después, reiterado en varias ocasiones y definitivo. Tras este, solo hay un fundido en negro.
¿Cómo las buscan?
Desde que la directora de la Guardia Civil, María Gámez, confirmara la semana pasada la presencia del sonar y del robot submarino, son muchas las veces que se ha dibujado e intentado describir la operación que comenzará en cuanto el buque toque aguas tinerfeñas. Ayudados por los expertos marinos, descubrimos los puntos fuertes de este instrumental puntero.
El sonar de barrido lateral es un equipo que se usa, sobre todo, en investigaciones geológicas marinas y en arqueología submarina. Una de sus funciones es la detección de objetos. Su mayor aporte a esta investigación, la de la búsqueda de las niñas, es la calidad de las imágenes que rescata, su precisión. Su uso permite la identificación de elementos con mucho detalle (tanto grandes, como barcos hundidos; u objetos muy, muy pequeños) aunque la profundidad penaliza. A más distancia del fondo, disminuye el nivel de detalle. A través del sonido se crea una imagen perfecta del fondo marino. El sonar es un equipo que va remolcado por la popa del barco (por la parte trasera) y que no tiene que sumergirse totalmente.
El submarino científico, o robot Liropus 2000, sí que se sumerge y este, en concreto, es capaz de hacerlo hasta 2.000 a metros de profundidad. Permite estudiar a través de métodos no invasivos multitud de zonas inexploradas. En una actividad de índole oceanográfica, como esta, la captación de imágenes y su grabación requieren una calidad y nitidez excepcional. Esto lo consigue este ROV (Vehículo Operado Remotamente, por sus siglas en inglés). Además, cuenta con dos brazos móviles que procedería al rescate de los cuerpos y su subida a superficie, en caso de ser encontrados.
La madre, esperanzada
Pese a que el foco de la búsqueda se centra ahora en el mar, y este es su punto fuerte, la Guardia Civil no descarta todavía ninguna hipótesis. Sigue, una vez más, y casi un mes después, imperando la máxima de que todo vale, porque no hay nada contundente. Esta máxima también la tiene Beatriz, la madre de las pequeñas, que tiene esperanza de vida, la de su hijas, porque no hay nada que lo niegue.
“Para nosotros el tema del sonar es una forma más de descartar posibilidades, como ya se hizo en su momento con los perros de restos biológicos en la casa de Tomás, en la parcela, en el coche o en el barco. Lo tomamos únicamente como algo para poder descartar y, la verdad, es que llega de forma afortunada”.
Quien habla es Joaquín Amills, portavoz de la familia materna de las niñas, y presidente de SOS Desaparecidos, asociación que les acompaña y guía desde prácticamente el inicio. Amills cuenta, además, que Beatriz sigue visualizando solo como opción válida el reencuentro: “No barajamos la posibilidad de que se hallen los cuerpos. Ni Beatriz, ni nadie del entorno, pero sí coincidimos con Guardia Civil en que es necesario ir descartando todo. Creemos que esto les va a permitir centrarse en buscar a Tomás y a las niñas vivas, allá dónde estén. Que para nosotros es la parte más fundamental”.
Atenta a la llegada del buque, desgarrada, pero todavía con fuerza, Beatriz observa la operación. En una investigación en las que los días pesan cada vez más, no abandona su firmeza. Confía en Tomás, su exmarido, y solo visualiza el final feliz con sus pequeñas “No hay otra opción. Es lo que sigue defendiendo y nos transmite a todos. En ello cree y en ellos creemos: las niñas se van a hallar en buen estado porque Tomás está cuidando de ellas”. Sigue invitándole a recapacitar. Vuelve a pedirle que vuelva.
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