Dan las ocho de la tarde en el Paseo de Pamplona, una concurrida calle en el corazón de Zaragoza. El traqueteo de los coches, las prisas de los viandantes y las terrazas abarrotadas dibujan un paisaje típico de viernes por la tarde. A media altura, un hombre se para frente a un conocido bar, y pide el paso. Dentro le esperan, como cada 15 días, sus compañeros de partido. Es febrero de 2008 y Pablo Echenique (Rosario, Argentina, 1978), portavoz de Unidas Podemos en el Congreso, tiene reunión de Ciudadanos.
Por entonces, el grupo es, según cuenta a EL ESPAÑOL uno de los asistentes a la reunión, “un grupo de amiguetes, ingenuos e ilustrados”, una quincena de simpatizantes de un partido que ni siquiera se presenta a las elecciones en su circunscripción. Alrededor de la mesa se juntan perfiles variados: un doctor en veterinaria, varios ingenieros, un doctor en filosofía, un catedrático en Derecho y un par de profesores de instituto y universidades. El nuevo, el tal Echenique, es físico teórico y opta a un puesto de científico titular del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) en el Instituto de Química Física Rocasolano, que obtendrá en 2009. Tiene sólo 30 años y es, por un amplio margen, el más joven de la camarilla.
A todos, dentro de sus perfiles diversos, les une una misma idea: que España necesita un partido capaz de enfrentarse al independentismo creciente en Cataluña. Desde el 1 de julio de 2007, Ciudadanos había pasado a definirse como una formación de centro-izquierda, pero son pocos los que en realidad colindan con esa ideología. Echenique ha coqueteado con el neoliberalismo en su juventud, pero ahora, en la antesala del 15-M, se define como liberal progresista. Muchos en la mesa piensan igual, muchos otros no, pero las ideas no son excluyentes. Quieren ser plurales y transversales. Se demostrará con el paso del tiempo. Tanto que no queda ninguno.
“En Zaragoza debíamos de ser unos 40 militantes, pero a las reuniones no íbamos más de 14 ó 15. De los que entonces estábamos implicados, casi todos hemos acabado en Vox. Y luego está Echenique”, rememora un antiguo miembro de la agrupación que prefiere mantener el anonimato. Por fuera, es el mismo que ahora, como recuerda aquella hoja de afiliación oculta en algún lugar del registro de Barcelona. A ojos vista, todo sigue igual. Quizá el cambio ocurriera por dentro.
“Un buen fichaje”
Por entonces, las expectativas electorales estaban muy lejanas. Ciudadanos se había presentado a los comicios en Cataluña en 2006, rompiendo el cerco de los 3 diputados, pero poco más. Fuera de la región, todavía se podía permitir el lujo de no aceptar a cualquiera entre sus filas. Eran, como se les definió en la época, un grupo de intelectuales en la sombra.
“Es casi como si hiciera falta un control de calidad, un aval, al menos en la agrupación que teníamos montada”, señala esta misma persona. “Hablábamos sobre intereses comunes, sobre política, y sondeábamos a perfiles interesantes que les preocupase la defensa del castellano y la unidad de España. Este, que era un físico teórico muy joven, era un buen activo. Un buen fichaje”, añade.
Echenique se había graduado en Física siete años antes, en 2002, y en 2006 ya era doctor a la edad de 28. Su director de tesis había sido José Luis Alonso Buj, una referencia en el mundillo con el que cosechó buena parte de sus primeros artículos académicos. Era joven y, a primera vista, lleno de ilusiones. Pero todo quedó en eso, en ilusiones.
A ojos de dos excompañeros, su implicación no era política, sino personal. Una aventura que salió mal, y volvió a lo que conocía. "Intentó buscarse un puesto antes de las elecciones, pero no lo consiguió. Por eso se fue, y tan tranquilo", aseveran. "Tampoco es que tuviera las ideas demasiado claras".
El físico callado
En realidad, hablaba poco y opinaba menos. En algún momento el actual portavoz de Unidas Podemos ha reconocido que, en esa época, apoyaba la Guerra de Irak y “la ‘libertad’ por encima de todo”, como recuerda en una columna de 2013 publicada en eldiario.es. Pero, si ese era su pensamiento entonces, sus compañeros no lo apreciaron.
Sobre este tema, precisamente, ha vuelto a hablar Echenique recientemente. Ya como portavoz de Unidas Podemos y secretario de Acción de Gobierno, su discurso de esta semana en el Congreso vino a poner negro sobre blanco sobre esta misma noción, la de libertad. Mejor dicho, sobre lo que entiende la derecha por libertad.
“No se refieren al lema francés de igualdad y fraternidad o a la libertad que se pierde cuando uno no tiene techo o no llega a fin de mes. Cuando dicen libertad, realmente piden carta blanca para que una clase social pueda hacer lo que le dé la gana", afirmaba el pasado miércoles. Poco que ver, en forma y fondo, con aquel científico callado de las reuniones en el Paseo de Pamplona de Zaragoza.
En general, cosa del momento, se limitaba a escuchar. Todavía estaba formando sus opiniones políticas, o moldeándolas, y prefería mantener un perfil bajo entre la agrupación. Su militancia, dicen, habría pasado desapercibida si no fuera porque aquel brillante, callado y pequeño físico teórico cabalgaba una silla de ruedas de 150 kilos de peso. Como mínimo, llamaba la atención.
“Entre varios teníamos que ayudarle, porque el sitio donde quedábamos era un bajo en el que había que bajar varios escalones”, recuerda el excompañero que ahora está en Vox.
“Nada que rascar”
Durante algo menos de un año, Echenique asistió a varias de las reuniones quincenales organizadas por ese grupo de “ingenuos ilustrados” que constituía el núcleo de Ciudadanos en Zaragoza. Sus encuentros quedaban más marcados por el antes y el después -con su consiguiente desplazamiento escaleras arriba y escaleras abajo- que por sus intervenciones, y su pensamiento era un misterio.
“No hablaba tanto como ahora, así que era difícil pillarle. Tampoco es que hubiera miedo de desentonar, convivíamos personas de ideologías muy distintas”, señala uno de los que le afilió. “Estaba muy en la línea del partido en la época, la regeneración, el reformismo, la defensa del castellano y sobre todo buscar una tercera vía con la que combatir a los independentistas en toda España”, alega.
"Cuando llevaba 4 o 5 reuniones nos dimos cuenta de que no hablaba de política, y cuando lo hacía no podía competir, no podía debatir, no tenía el nivel del resto", revela el segundo excompañero. "No le importaba la ideología, era más populista. Sí defendía el castellano y creía que hacía falta más libertad, pero no pasaba de ese discurso", ahonda.
Fue en esos años, entre 2009 y 2010, cuando su vida dio un giro de 180 grados. En menos de un año había conseguido su ansiado puesto de científico titular y había conocido al amor de su vida, la microbióloga venezolana María Alejandra Nelo Bazán, Mariale. No había tiempo para la política, no en ese momento. Un día dejó de pagar las cuotas, de 10 euros al mes, y al siguiente ya no estaba entre los naranjas.
“Entró a puerta fría, siguió frío y se marchó frío. Creo que se fue porque no había nada que rascar, porque no le dimos ningún cargo”, comenta la misma persona. “Tenía pretensiones de protagonismo, pero ni idea de organización. Vio que no se le iba a hacer ningún dedazo y se marchó”, matiza el segundo.
El cambio
El 9 de agosto de 2012, Pablo y Mariale se casaron en Puerto de la Cruz (Tenerife), el primero que encontraron en el que no hacía falta lista de espera. Tras dos años de sequía, vuelve a correr la política a las venas del científico, y vuelve a interesarse. Son los días del 15-M y Echenique se encuentra, al otro lado de la pantalla, con un desgarbado de corbata roja, coleta larga y lengua afilada que presenta un modesto programa en Tele K.
Se trataba, claro, del otro Pablo, Iglesias, actual candidato de Unidas Podemos a la Comunidad de Madrid, entonces tertuliano y profesor de universidad. Acaba de montar un partido de color morado para ir a las elecciones europeas. Quizá la vida política no haya muerto del todo después de Ciudadanos. Quizá pueda darle otra oportunidad a la política.
En febrero de 2013, Echenique se arroja. Le manda un mensaje por Twitter al entonces número 2 de la formación y actual eurodiputado, Miguel Urbán. Le dice, entre otras cosas, que sabe de ciencia y de discapacidad: “Estoy a vuestra disposición. Usadme”. Unos meses después, el de la coleta le llama por teléfono. De repente, el físico callado se convierte en el quinto eurodiputado morado. Y empieza a abrir la boca.
De naranja a morado
Al que no esté familiarizado con su deriva dentro de Podemos, cabe recordarle que Echenique, actual dirigente de la formación y hombre de confianza de Iglesias, fue en un primer momento uno de los críticos más acérrimos a la línea oficialista. Durante el Congreso fundacional de los morados, el físico encabezó a Sumando Podemos, principal oposición a Iglesias, y se convirtió en uno de los principales valedores de la pluralidad en el partido. Quizás una herencia de aquel embrión de Ciudadanos.
“Creemos que es un error el no haber dejado espacios para una mayor pluralidad de opiniones en el seno de Podemos”, afeó entonces Echenique en 2014. Dos años después, cuando el enemigo interno número 1 pasó a ser Íñigo Errejón, dijo lo contrario, y propuso unir las votaciones de proyectos para beneficiar a Iglesias: “Cuando hay una candidatura a liderar una formación política, esa candidatura va con un proyecto detrás”, defendió.
En realidad, todavía lo defiende. Son pocos los que dentro de Podemos pueden jactarse de haberse enfrentado a Iglesias y seguir en pie, muchos menos los que han conseguido escalar a expensas -en un primer momento- de la dirección del partido. Echenique, sea por su verbo rápido, su trayectoria o su facilidad para polarizar a las masas de Twitter, es uno de ellos.
Si mutó de naranja a morado, por qué no iba a mutar también dentro de su nuevo partido. Es casi instinto de supervivencia, ese tan necesario para aguantar en la política de hoy día. Y supervivencia es adaptación. Con el paso del tiempo, el físico callado ha sabido entender el cambio, el suyo y el de los demás. Tanto que, a día de hoy, de callado tiene poco.