Suele decirse que el aleteo de las alas de una mariposa puede formar un huracán al otro lado del mundo. Un alcalde se vacuna cuando no le toca y un par de días después el vicepresidente del Gobierno, de otro partido, anuncia que dimitirá para ir a las elecciones regionales, de otro territorio. En ese momento, políticos a los que nada podía importar menos que la inmunidad del líder municipal respiraron tranquilos: sin pretenderlo, de la noche a la mañana se habían librado del socio más incómodo del Consejo de Ministros. Quizá respiraron demasiado pronto.
El próximo 20 de abril, Pablo Iglesias dejará su sillón en el Gobierno para enzarzarse en la campaña electoral de la Comunidad de Madrid. También sus cargos, el de vicepresidente segundo y el de ministro de Derechos Sociales y Agenda 2030. El primero, presuntamente, lo heredará Yolanda Díaz, ministra de Trabajo. El segundo lo hará Ione Belarra, secretaria de Estado para la Agenda 2030, y con el puesto heredará también el papel de socio incómodo en el Gobierno de coalición. De hecho, es algo a lo que ya estaba acostumbrada.
Si ya era poco habitual encontrarse a altos cargos de una misma administración pelearse entre ellos, más raro todavía era que una secretaria de Estado se atreviera a abroncar en público a ministros, vicepresidentes o incluso al presidente. Pero Belarra, número tres de Iglesias en la vicepresidencia segunda, lo hizo. Lo lleva haciendo desde que asumió su cargo en enero de 2020, tanto el de secretaria de Estado como el de punta de lanza polémica de Unidas Podemos. Ahora seguirá haciendo lo mismo, eso sí, con el respaldo de todo un ministerio.
Belarra ocupa la Secretaría de Estado para la Agenda 2030, un cargo creado para ella por la vicepresidencia de Iglesias, desde el 15 de enero de 2020. De ella depende la Dirección de General de Políticas Palanca para el Cumplimiento de la Agenda 2030, un departamento al que EL ESPAÑOL ya dedicó un reportaje sobre el derroche de dinero que suponía para la administración pública. El sueldo de un secretario de Estado es de 77.300 euros pero, gracias a los complementos de productividad y el salario de diputada, Belarra pudo cobrar un total de 145.683,26 euros brutos anuales, según Newtral.
Número 2 de Irene
En 2018, Ione Belarra (Pamplona, 1987) era una diputada más en el grupo de Unidas Podemos. En su currículum figuraba un escarceo como patinadora de velocidad profesional, una beca de formación en el Ministerio de Igualdad de José Ignacio Wert (PP), un contrato predoctoral y una breve experiencia laboral en Cruz Roja y la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR). Y de ahí a diputada por Navarra, donde siempre ha revalidado el escaño.
En realidad, más allá de la experiencia, lo que verdaderamente importaba en la inminente ministra eran sus amistades. Desde el principio de Podemos, su trayectoria ha estado siempre ligada a Irene Montero, y mientras una subía la otra iba de la mano. Se conocían desde antes de su entrada en política, cuando compartían clases de Psicología en la Universidad Autónoma de Madrid, y nunca se habían separado del todo. Cuando Irene ascendió a portavoz en 2017, Ione la siguió como portavoz adjunta. Hasta que le tocó volar sola.
Primero fue con la discreta pero importante tarea de coordinar al grupo parlamentario, una amalgama de personalidades que, antes de Vistalegre II, parecía más un clúster político de guerrillas que un auténtico partido unificado. Allí convivían errejonistas, pablistas, anticapitalistas, viejos militantes del PCE y arribistas de los estertores del 15-M, y en medio de todo ella. Y encima portavoz adjunta, hasta que se le dio una oportunidad de brillar.
En julio de 2018, debido a la baja por maternidad de Montero, sustituyó a la ministra de Igualdad como portavoz del grupo parlamentario. De la noche a la mañana, la navarra saltó del gallinero del Congreso a la primera línea, y del trabajo en la sombra a los focos de los medios. Sobre ella caía, además de la coordinación interna, la responsabilidad de ser voz y rostro de Podemos y sus confluencias. El cargo le valió un premio como diputada revelación del año por la Asociación de Periodistas Parlamentarios (APP), y la subida fue en aumento.
De becaria a ministra
En sólo siete años, Belarra podría pasar de becaria en un ministerio del PP y estudiante de máster a ministra del Gobierno de coalición, algo que nunca se hubiera imaginado cuando todavía se dedicaba al patinaje de alta velocidad. A veces, ya se sabe, una mariposa aletea y las consecuencias son imprevisibles. En lo que a ella respecta, el inesperado ascenso también se ha notado en sus cuentas.
En octubre de 2019, a pesar de cobrar la indemnización por ser diputada por Navarra, se compró un piso de 90 metros cuadrados en Vallecas a medias con su novio, Ignacio Ramos Delgado. También de la formación morada, pero de una relevancia mucho más discreta.
De él se sabe que estuvo en Podemos desde su formación, que militaba en Ciudad Lineal y que una vez, en 2016, había tomado la palabra durante la escuela de verano para decir que ya estaba bien de luchas internas. Ese era su único historial hasta que, cuando su pareja llegó al Gobierno, ascendió a asesor del grupo parlamentario en el Congreso. El 3 de mayo de 2020 anunciaron el nacimiento de su primer hijo.
El azote de Robles
Que en el Gobierno hay discrepancias no debería sorprender a nadie. Entra, incluso, en lo esperable dentro del primer Ejecutivo de coalición de la democracia; pero mientras unos intentan contemporizar y meter las diferencias debajo de la alfombra, otros buscan desesperadamente el cuerpo a cuerpo, la fricción y el contacto. Belarra es de los segundos.
Desde su irrupción como secretaria de Estado, la gestión de la navarra se ha visto soterrada por sus saltos mediáticos, sobre todo en la cultura de choque contra el PSOE, en general, y contra Margarita Robles, ministra de Defensa, en particular. Cuando el pacto pasa un bache, las dos escenifican el conflicto.
El primero de ellos fue durante la negociación de los Presupuestos Generales del Estado. La tensión entre las formaciones estaba escalando, y necesitaban un escape. Robles cargó contra Iglesias por la presión que estaba ejerciendo sobre su socio y por impulsar una enmienda junto a ERC y EH Bildu, como finalmente ocurrió. Le pidió “humildad” al vicepresidente segundo, y responsabilidad, al tiempo que recordaba que Pedro Sánchez y no él estaba al frente de la Moncloa. “Eso a veces nadie debería olvidarlo, incluso dentro del Gobierno".
Podemos respondió por medio de Belarra, con quien compartirá mesa en el gabinete del Gobierno. La portavoz morada atacó a Robles por estar "al servicio de los poderes que quieren que gobierne el PP con Vox", dadas sus críticas a las palabras de Pablo Iglesias sobre el bajo nivel de la democracia española. "Quizá estés haciendo daño a tu Gobierno", agregaba.
La bronca trascendió la propia condición de la secretaria de Estado, que desde entonces se ha erigido como el principal azote de la que, se espera, podría ser su compañera en el Consejo de Ministros. Pero no es la única con la que ha tenido algún que otro encontronazo.
“Ni retrasos ni deslealtades”
Tampoco es que discrimine. En realidad, Belarra ha atizado a cuantos ministros socialistas ha podido tanto antes como después de tener un cargo en el Gobierno. De José Luis Ábalos dijo que no podía justificar “ni retrasos ni deslealtades en el acuerdo de Gobierno”, en referencia a la Ley de Vivienda propuesta por el ministerio de Transportes, que desvinculaba a Unidas Podemos de la iniciativa.
Tampoco se amilana con las vicepresidentas. Sobre el mismo tema, se enzarzó con Nadia Calviño, vicepresidenta tercera y ministra de Economía. La gallega es a todas luces la mayor opositora de Pablo Iglesias y Unidas Podemos dentro del Gobierno, y Belarra se ha encargado de recordarlo, sobre todo con una ley que supuso uno de los principales puntos de debate con su formación.
"Sabemos que a Calviño no le gusta la regulación de precios del alquiler, pero está en el acuerdo de coalición que firmaron Pedro Sánchez y Pablo Iglesias", recordó entonces. "Los acuerdos se tienen que respetar y el presidente debe hacérselo entender a los ministros de su partido".
Sus polémicas se han repetido incluso con Teresa Ribera, vicepresidenta cuarta, que nunca ha sido sospechosa de enfrentarse en el barro con Podemos. Belarra, sin embargo, la desmintió públicamente y reveló que su cartera no estaba siendo Transparente con su socio de Gobierno, encubriendo su posición sobre un decreto ley que regulara la prohibición del corte de suministros. Ahora, además, podrá criticarla en la intimidad del Consejo de Ministros.
Al final, como con todo, nada es lo que parece, y un hecho circunstancial puede desencadenar un maremoto. Un día una mariposa aletea con descuido y al siguiente hay un huracán. Un listo se salta la cola de vacunación y dimite el vicepresidente. Y una universitaria llega a ministra en menos de siete años. Política española.