Marina llegó a Madrid desde Valladolid el pasado 16 de marzo. Esta enfermera recibió una llamada imprevista para entrar a trabajar en la UCI del Hospital Ramón y Cajal. Aceptó. Hacía dos días que el Gobierno había decretado el estado de alarma. Por aquellas fechas, la famosa curva empezaba una cuesta arriba que nadie predijo y España reconocía impotente ser víctima de algo que creíamos lejano. Más de dos meses después, cuando parece que ya ha pasado lo peor, el personal sanitario sufre unas graves secuelas psicológicas por combatir la crisis del Covid-19 en primera línea. Ansiedad, depresión, miedo, insomnio, estrés postraumático… y un largo etcétera. Marina, como muchos otros, ha necesitado ayuda psicológica para poder seguir adelante.
“Cuando llegué me dijeron que iba para la UCI que es un sitio donde yo no había trabajado nunca, entonces fue muy duro. Requiere unos conocimientos específicos que no tenía y en ese momento, que el sistema sanitario estaba colapsado, no daba tiempo a aprender. Fue muy complicado. De un día para otro se llenaron las UCI”, relata esta vallisoletana de 25 años.
Marina nunca había trabajado en un pabellón una UCI, siempre lo había hecho en atención primara y nunca con un contrato fijo. “Cuando me llamaron de un hospital tan grande como el Ramón y Cajal vi también la oportunidad de dar un salto profesional, además de poder colaborar”.
Pasadas unas semanas, se derrumbó por lo que estaba viviendo. “Hubo un momento que a nivel emocional me superó. Lo que más me preocupaba es que no podía dormir, no conseguía descansar. Lo comentaba con los compañeros y compañeras y todos estábamos igual. Creo que era debido al estrés y la carga emocional que teníamos. Me vi desbordada emocionalmente”.
—¿Qué es lo más duro que has vivido en estos meses?
—Ver a los pacientes morir solos. Te pones en su piel y en la de su familia, y eso es muy duro. Eso y no poder dedicarles tiempo cuando empiezan a mejorar porque tienes otros pacientes que están mal… pues eso suponía que a nivel emocional estuviera sobrecargada y desbordada.
Es respuesta también la comparte Cynthia, otra enfermera que ha vivido la pandemia en dos de los mayores —y más afectados— hospitales de Madrid: el Gregorio Marañón y La Paz. Empezó en el primero y al poco tiempo la trasladaron al segundo. Asegura haber vivido estos dos meses con “tristeza y ansiedad”. “No estaba preparada para vivir algo así, era inimaginable”, explica la enfermera, que ha estado un mes y medio sin ver a su hija de 5 años por decisión propia.
“Para mi lo peor ha sido el tema de los fallecidos. Yo he dado la mano a dos personas…”. Su relato se ve interrumpido unos segundos, pero no hace falta que termine esa frase para saber lo que significa. “Es muy duro que una persona tenga que morir sola”, añade finalmente.
“Llegó un momento que no pensábamos, solo trabajábamos. No daba tiempo a pensar si lo estabas haciendo bien o mal. Solo lo hacíamos, porque nos vimos completamente desbordados”, relata Laura, una médico de Urgencias del Hospital de La Paz. “Cuando vimos que aquello se alargaba en el tiempo yo creo que es ahí cuando hubo muchas mezclas de sentimientos, como dolor, empatía, tristeza, cansancio…”
Preguntada por su momento más duro Laura responde: “¿Solo uno?“. De entre sus recuerdos escoge a su primer paciente de Covid, un hombre de 75 años. “Le metimos en una sala y hacíamos turnos para estar con él. Yo estuve dos horas con él”, cuenta Laura. “Veíamos que el señor estaba muy asustado entonces le dábamos mucha conversación y me contó toda su vida. Luego le subieron a la UCI… y murió. Eso me impactó mucho”.
Dos etapas
“Nos ha llamado la atención que recibimos menos llamadas de las que pensábamos que íbamos a tener, pero en las llamadas que recibimos los cuadros están más evolucionados de lo que esperábamos”, cuenta Ángel Luis Rodríguez, responsable de servicios psicológicos de AMYTS. El sindicato médico más numeroso de Madrid tiene en marcha un servicio de atención psicológica por teléfono que él dirige. Como cabría esperar, las consultas se han disparado.
“Hemos visto dos etapas o fases. Una, al principio del tema del Covid, en la que primaban casos con la activación de sistema nervioso simpático. Esto es estrés, ansiedad, miedo a los que se pueden encontrar, a contagiarse, a lo desconocido… también crisis de pánico, falta de control de impulsos, irritabilidad, insomnio… Más de ese estilo, como de activación y de lucha frente a lo desconocido”, relata el psicoterapeuta y médico de familia.
Y prosigue: “Ahora estamos en una segunda etapa más de agotamiento por toda esa adrenalina, todo ese estrés que han sufrido durante todo este tiempo. Esta segunda etapa ha dejado paso a la aparición de síntomas de corte más depresivo. Nos encontramos muchas ideas de culpa, por estar de baja y no estar ayudando a sus compañeros, o por el temor a contagiarse y llevar el virus a su casa”.
Hace pocos días, la psicóloga María Gomis relataba a este medio que las secuelas psicológicas derivadas del encierro van a ir apareciendo en los próximos meses, cuando la situación de estrés ya haya pasado. Esto, que se aplica al conjunto de la sociedad también está previsto que ocurra dentro del personal sanitario. “Va a haber secuelas seguro. Va a haber muchos profesionales que no lo soporten y no puedan seguir adelante, sobre todo si hay un rebrote y un repunte de los casos”, augura Rodríguez. “Y sobre todo empezamos a ver síntomas de estrés postraumático, que es para mí lo más grave de todo”.
El estrés postraumático, según explica Rodríguez, funciona como un “precipitante” y un “potenciador” de las situaciones psicológicas. “Por ejemplo, una persona que pueda ser un poco perfeccionista puede desarrollar un trastorno obsesivo-compulsivo. O si alguien tiene tendencia a la fobia puede terminar dando cuadros claros de fobias, de pánico, alteraciones de alimentación”.
La crisis del Covid-19 ha llevado a mucho profesionales sanitarios hasta plantearse si quieren seguir ejerciendo su profesión “Sí, muchísimos. Más de lo que nos esperábamos. Yo creo que España es un país que trata bastante mal a sus profesionales sanitarios. Su situación supone mucho desgaste y cuando a esto le sumas lo que están viviendo hace que muchos se planteen si esta es la profesión que quieren tener el resto de su vida”.
Las tres personas entrevistadas para este reportaje se han planteado en algún momento cambiar de profesión.
Lo que viene después
Existe un estigma alrededor del paciente de psicoanálisis. Decir abiertamente que visitas al psicólogo puede traer muchas veces una extraña mirada y todo tipo de preguntas absurdas. Curiosamente, entre el personal sanitario ocurre igual. Marina, por ejemplo, no ha hablado de esto con sus compañeros de trabajo. “Me da pena que haya este estigma, no debería ser así. Cuando tú tienes una herida, acudes a tu enfermero. Cuando tienes un problema que no sabes solucionar, está bien que acudas a un profesional de salud mental y que te dé herramientas que a lo mejor tú desconocías. A mí me parece que es algo sano”.
“Los profesionales sanitarios son personas con un elevado nivel de autoexigencia y responsabilidad y yo creo que para ellos es duro pedir una ayuda psicológica. Lo evidencian como un signo de debilidad”, relata Rodríguez, dando un posible explicación a por qué han tenido menos demanda de la que esperaban.
Laura, en cambio, no lo ve así. “En mi generación [tiene 38 años] no está tan mal visto ir al psicólogo. Cuando empezó todo este asunto, los psiquiatras empezaron a bajar a Urgencias e hicieron con nosotros unas sesiones, a primera y última hora de mañana, en la que nos reuníamos todos y hacíamos un parón. Parábamos el cerebro y hacíamos un poco de mindfulness [meditación]”, explica. Además de eso, Laura también hizo uso de la asistencia telefónica ofrecida por AMYTS.
La pregunta que ahora preocupa a toda la sociedad es: ¿habrá un rebrote en octubre? Y, de ser así, ¿estarán los sanitarios listos para afrontarlo? “Sí que pienso que a nivel hospitalario estaríamos más preparados porque ya lo hemos vivido. Ahora bien, en cuanto a la carga de personal, yo no tengo nada claro que esto lo podamos volver a vivir, porque ha sido demoledor para todo el personal”, opina Marina.
Laura se muestra un poco —no mucho— más optimista. “Según mi experiencia, cuando los sanitarios tenemos que responder, respondemos, porque estamos formados para ello. El problema es que luego te vienes abajo. Pero si pasa y te toca, pues lo harás. Pero el post-Covid va a ser terrible”.