En Haro (La Rioja) pareciera que asistir a un funeral se ha convertido en una actividad de riesgo. Fue un entierro el que propició que la localidad se convirtiera en uno de los principales focos del coronavirus en España y, ahora, sobre los entierros de aquí planea toda esa sombra. Va poca gente, apenas se dan dos besos o un abrazo para despedirse… por ello el tanatorio de Haro, de la empresa Mémora, ha advertido de que no celebrará los funerales de los muertos por coronavirus y que algunas ceremonias se retransmitirán en línea. Si ya lo escribió Bécquer, en Haro se hace más latente aún: Dios mío, qué solos se quedan los muertos.
Este martes radia un sol cristalino sobre Haro. El tiempo contrasta con el ánimo de los familiares de M., de 88 años de edad, que a media mañana se encaminan hacia el cementerio de la localidad para decirle el último adiós. Hasta ahí, todo es como lo habitual en estos momentos; cara de dolor y compunción entre los allegados. Sin embargo, al funeral acuden tan sólo 17 personas y las despedidas son de todo menos cálidas. Una palmada en la espalda, un leve “adiós” al aire, y a los coches en silencio.
Y es que todo empezó el pasado 23 de febrero. En la funeraria El Salvador de Vitoria, alrededor de 100 personas se acercaron al velatorio de un hombre de unos 40 años. Entre los asistentes se encontraban cerca de 30 vecinos de Haro, que se sitúa a tan solo media hora en coche de la ciudad vasca. Y ya se sabe: besos, lágrimas, abrazos y contacto humano. En ese momento, esas personas se contagiaron del Covid-19 y se lo trajeron de vuelta a Haro.
Con ello, La Rioja se ha convertido en la comunidad autónoma con más tasa de contagiados respecto al número de habitantes -155 según el último informe de Sanidad- y en Haro se aglutinan la mayoría. Eso, y la imagen de guardias civiles entregando notificaciones de aislamiento por Haro y policías locales cortando calles, harán el resto. Por ello, la empresa funeraria que rige uno de los tanatorios de Haro ha anunciado que ofrecerá funerales vía streaming, en línea, para evitar que la gente acuda a dichas aglomeraciones.
Distanciamiento en entierros
Sobre las 12.00 horas de este martes, los familiares de M. abandonan uno de los tanatorios de Haro y se van hacia el cementerio, localizado a escasos kilómetros. Primero empiezan a llegar algunos coches y, después, ya la pompa fúnebre. Tras descargar el ataúd y adentrarse en el camposanto, en apenas 15 minutos, ya salen de nuevo. Primero el cura, que no espera a nadie, después un grupo grande de familiares y, por último, la hija y el nieto del fallecido. La estampa recordaba, de alguna forma, al funeral del pensador Karl Marx, al que acudieron tan solo 11 personas.
Un funeral es ese momento raro en el que te abrazas al que antes sólo saludabas levantando la cabeza. En el que la familia espera, como un una recepción de Palacio Real, a que pasen todos, con sus apretones de manos, con sus besos húmedos en la mejilla y sus ancianos que, como no oyen, te respiran en la cara. Un funeral, especialmente en los pueblos -y Haro con sus 11.000 habitantes lo es-, es un acontecimiento social. Es el momento en el que la novia -que nunca te cayó bien- de tu primo segundo te frota la espalda y apoya su cabeza en tu hombro, mientras lloras, y sorprendentemente te hace sentir bien. Pero en Haro no hay nada de eso.
A la salida del entierro, empieza el corrillo de comentarios. “Claro, es que imagínate que se acercan a darte el pésame”, dice un hombre. “Mira, me lo acaba de mandar mi mujer”, comenta otro, sacando el móvil, “el documento del Gobierno vasco...”. Todos van sobre lo mismo. Cuando llega el momento de decir adiós, una señora mira al nieto y le dice “bueno, majo”, mientras levanta la mano y no se acerca. Sólo dos personas se aproximan para darle dos besos a la hija del fallecido, primero, y al nieto, después.
De todas formas, ese ambiente ya se notaba, minutos antes, en toda la ciudad. Aunque en el Ayuntamiento sí que contestan al teléfono, las puertas permanecen cerradas y no hay atención al público. Colocados fuera se encuentran los libros de condolencias de M. y de otra vecina que también ha fallecido recientemente. Estos apenas tienen firmas, como si nadie quisiera tocarlos. Los autobuses de línea van vacíos, los centros de mayores están cerrados, los aparcamientos de las famosas bodegas están inmaculados y en la calle no se habla de otra cosa.
El velatorio que fue foco
Al velatorio que tuvo lugar el 23 de febrero en Vitoria, y al entierro que se celebró al día siguiente, acudieron una treintena de vecinos de Haro y una pareja que había estado en Italia recientemente. El primer contagiado, el paciente cero, que se ha acreditado fue un jarrero, de 52 años de edad, de la localidad cercana a Haro de Casalarreina. Se empezó a encontrar mal y fue a urgencias el día 1 de marzo. Ahí las autoridades ya empezaron a trabajar lo que podría ser una cadena de contagios, algo que aún no se había confirmado.
Además del contacto que tuvo con la gente en el funeral, el paciente cero acudió días después a una barbacoa grupal para celebrar un cumpleaños. Ahora se sabe que el contagio se fue haciendo masivo entre los asistentes a ambas citas. Por ello, las autoridades sanitarias decidieron someter a confinamiento, sin poder salir de sus viviendas, a unas cuarenta personas.
El brote masivo se fue confirmando los pasados jueves y viernes. El hombre daba positivo en Covid-19 y también buena parte de los que habían estado en contacto con él y se encontraban confinados. Las noticias empiezan a aflorar y se ve que un menor de edad también ha dado positivo y los casos se van confirmando paulatinamente. El pasado domingo el número de contagiados en La Rioja ascendía a 55. Este martes la cifra ya se encuentra en 155.
A pesar de ello, el número de fallecidos sigue siendo leve: tan solo una persona ha muerto por el coronavirus en La Rioja, la tercera comunidad más afectada. En Madrid hay 782 contagiados y 21 fallecidos y en País Vasco el número es de 195 afectados y 6 muertos.
Funerales en ‘streaming’
Ante esta situación, la empresa funeraria Mémora, que tiene presencia en toda España y rige uno de los tanatorios de Haro, ha decidido poner en cuarentena también a los familiares de los cadáveres que hayan fallecido por coronavirus. “A pesar de que, según el Ministerio de Sanidad y la Sociedad Española de Anatomía Patológica, no hay evidencia sólida del riesgo de infección a partir de cadáveres de personas fallecidas por Covid-19, Mémora ha ido un paso por delante de las recomendaciones oficiales y ha optado por no prestar ningún servicio de velatorio o ceremonia en los casos de fallecidos por Covid-19”, se puede leer el comunicado, al que ha tenido acceso EL ESPAÑOL.
Aunque la circular está fechada este mismo martes, la misma indica que la medida se activó desde el pasado 6 de marzo. El motivo es claro: “proteger directamente a los familiares y profesionales que participan en los servicios ofrecidos por la compañía así como al resto de asistentes a sus instalaciones”.
“La compañía [...] ofrece la posibilidad de realizar el funeral una vez finalizado el periodo de cuarentena”, reza el comunicado. “Adicionalmente se ofrece al resto de las familias la posibilidad de realizar la grabación y emisión en directo por internet vía streaming de las ceremonias en las instalaciones dotadas con estos equipos audiovisuales, con el fin de colaborar en la prevención de potenciales contagios al reducir la asistencia masiva a las ceremonias”, concluye.
Con esto se previene lo que pasó en el funeral de Vitoria, un contagio masivo, o lo que pasó en el funeral de M. en Haro, la frialdad de un momento que está hecho para ser cálido. Ahora ya no habrá un “adiós, majo” en la lejanía sino un “la retransmisión ha concluido” en la pantalla.