Hezi Eshkenazi Gozcu, judío de 32 años, descuelga el teléfono desde su casa en Rishon Lezion, a las afueras de Tel Aviv, Israel. Son las nueve menos cuarto de la noche, acaba de regresar del trabajo, enciende la televisión y se acomoda para ver las noticias. No se detiene en los canales locales, sino que sintoniza La Sexta. La de Ferreras. La de "más periodismo" y la de Wyoming. A estas horas se informa de la actualidad, pero como muchos otros españoles, disfruta colgado algunas tardes de Zapeando y algunas noches de El Chiringuito. Son sus programas favoritos. También de la serie La Casa de Papel, de la que asegura que obtuvo, como en muchos otros países del mundo, un éxito desmesurado allí.
Son las consecuencias lúdicas de un presentimiento que Hezi tenía desde hacía años, y que hacen que un jueves cualquiera de un mes de octubre cualquiera este joven sintonice, a miles de kilómetros, una cadena española desde un país de Oriente Medio. "Yo sabía que teníamos raíces españolas. Siempre me he sentido así". Cuenta a EL ESPAÑOL cómo hace años que ese presagio fue confirmado como una realidad. El 11 de noviembre de 2017, Hezi se convirtió en una de las primeras personas en Israel en obtener la nacionalidad.
Aunque lleva años trabajando en el call center de una compañía aérea a las afueras de la segunda ciudad más grande del país, regresa a España en cuanto puede. Maneja el castellano con soltura. Lo estudió durante años en el Instituto Cervantes de Tel Aviv. Originaria de Turquía, su familia domina el idioma ladino, también llamado judeoespañol o djudezmo, un lienzo donde quedó plasmado el castellano antiguo que los judíos expulsados en 1492 se llevaron de la Península Ibérica y que todavía hoy hablan aproximadamente 500.000 personas en todo el mundo. Es el idioma, en concreto, que comenzó a emplear de niño para hablar con sus abuelos, y también con sus tíos, que hasta hace un año vivían en Turquía. Era el único modo de comunicarse con ellos. Solo conocían aquel idioma.
Como él, miles de personas repartidas por todo el mundo son descendientes de los judíos a los que los Reyes Católicos, Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón arrojaron al exilio a finales del siglo XV. Son los sefardíes. Ahora, 500 años después, muchos de ellos intentan recuperar lo que era suyo. Lo hacen gracias a la ley del gobierno de Mariano Rajoy, la ley 12/2015 de nacionalidad española para los sefardíes. Fue aprobada en el Congreso de los Diputados el 11 de junio de 2015 con el fin de reparar un "agravio histórico" y desde entonces ciudadanos repartidos por decenas de países de todo el planeta han logrado demostrar esa línea que les conecta con aquella generación abocada al destierro.
De la necesidad se ha hecho virtud, y por eso a lo largo de los últimos años decenas de expertos en el mundo de las leyes en el país han decidido ofrecer sus servicios jurídicos a quienes precisaran ayuda para realizar los trámites: abogados, asesores legales, peritos, notarios, historiadores... Todos ellos para indagar en archivos históricos del pasado y trepar en los árboles genealógicos. Hay todo un negocio ahí, con el que probar la conexión con los judíos expulsados de los reinos que conformaban en aquel entonces la Península Ibérica, antes de que España fuera España.
El plazo para presentar la documentación finalizó el pasado 1 de octubre. Según los últimos datos del Ministerio de Justicia, a los que ha tenido acceso este diario, hasta ese día se recibieron las solicitudes de 153.767 personas de todo el mundo. Llegó este verano y el trámite había pasado durante años prácticamente inadvertido, de forma que, desde 2015 hasta el pasado agosto, a dos meses de que se cerrasen las ventanillas, solo 60.000 sefardíes habían solicitado la doble nacionalidad. El último mes se produjo toda una avalancha de 72.000 nuevas peticiones. Y eso ha repercutido en los bufetes de abogados y en las notarías con un impacto económico brutal.
El negocio sefardí de abogados y notarios
Rafael Pedro Cervera Rodilla tiene su despacho en el centro de la localidad madrileña de San Fernando de Henares. Hace treinta años que ejerce como notario. En los últimos meses, su teléfono no para de sonar. La mayoría de las llamadas proceden de Latinoamérica. Al otro lado, familias o particulares que quieren concertar una cita en España para dar el último paso antes de enviar el papeleo al Ministerio de Justicia. El paso final para los sefardíes, el último antes de obtener la nacionalidad española.
"Hay historias sobre todo de personas que siguen siendo judías por un círculo nostálgico y emocional", explican a EL ESPAÑOL desde su despacho. "El apego y la nostalgia por Sefarad. El plazo estaba terminando, y ahora han venido todos de golpe".
Hay clientes que solicitan ellos expresamente la notaría a la que quieren acudir a hacer el trámite. Pueden solicitar los servicios de un notario concreto. A otros se les asigna por turno. En concreto, la avalancha en la de Pedro Cervera ha hecho que desde el pasado mes de julio hayan llegado más de 1.000 actas. "Mil y pico -concretan desde el despacho-. Aquí, don Pedro simplemente firma y da fe de que toda la documentación presentada está en regla".
La mayoría de los que solicitan los trámites siempre han vivido fuera de España. Por ello, lo normal es que recurran a servicios jurídicos de sus respectivos países para indagar en el pasado de sus familias y así preparar la documentación necesaria. Hay otros que recurren a despachos que se encuentran en nuestro país. No son demasiado los que ofrecen un servicio tan exclusivo. No obstante, el terreno abonado está ahí, y algunos se han lanzado a prestar ayuda jurídica a quienes lo necesitan.
El suyo es el escalón final del proceso. El primer peldaño es la investigación. El trabajo que desempeña, por ejemplo, la abogada Neyvi Tolentino, directora del bufete Tolentino Abogados, es el de una especie de detective de la historia. Su bufete es especialista en derecho de extranjería, pero esta joven letrada explica a este diario cómo empezaron a ofrecer este servicio para los sefardíes ya en octubre de 2015, meses después de la aprobación de la ley. Quizá sea la que más casos lleve en toda España. Desde su despacho en Plaza de Castilla, muy próximo a los juzgados de la ciudad, al norte de Madrid, asegura que se ha producido un boom. "En 2016 todavía teníamos muy pocos casos, pero ahora cerramos el proceso con más de 1.000 casos desde junio. Tenemos como 400 personas en lista de espera a las que les estamos haciendo la investigación. Y en total, desde 2018, hemos llevado unos 3.000 procesos de este tipo".
En el bufete trabajan 12 abogados. Cinco de ellos están dedicados en exclusiva a los casos de los sefardíes. Y esos elegidos se pasan el tiempo viajando a los países donde residen los clientes, en un trabajo que se parece, en muchos casos, al que hacen los historiadores. Indagando en los archivos, reconstruyendo líneas en el tiempo, acudiendo a la documentación de las diócesis, localizando los movimientos de los antepasados. En algunas de sus investigaciones se encuentran con parientes lejanos que emigraron siglos atrás a otro país porque no les quedó más remedio o para comenzar de nuevo con sus vidas. En esos casos, los abogados y los investigadores del bufete de Neyvi tienen que hacer lo mismo, pero al revés: acudir a esos lugares, seguir el rastro, consultar los documentos de las iglesias o de las sinagogas.
Es un trabajo minucioso, y por ello vale lo que cuesta. Entre 2.500 y 3.000 euros dependiendo de los casos. A eso luego hay que sumarle el precio de la firma del notario. Esa cifra suele rondar los 400 euros. "La mayoría de las veces el apellido sefardí del cliente no basta. Y por eso hay que investigar bien. Les pedimos nombre completo, apellidos, fecha de nacimiento, y todos los datos que nos puedan proporcionar. Y con eso empezamos a buscar. Hay clientes que hemos tenido que mirar hasta 22 generaciones hacia atrás. Miramos las actas, los registros, las sinagogas, vamos a archivos históricos, incluso leemos libros históricos en esos países a los que viajamos. Es un proceso complejo pero bonito".
Las indagaciones que ella y sus socios realizan desde hace unos años les han hecho descubrir que buena parte de los sefardíes que acuden a ellos son descendientes de ricos comerciantes de la época, expulsados de España en aquel entonces por orden de los Reyes Católicos. Luego dan difusión a su trabajo impartiendo charlas y conferencias en países de todo el mundo.
Católicos con pasado sefardí
El Refugio es un barrio de Bogotá donde establece su residencia gente de un cierto poder adquisitivo. Allí vive Clara Inés Molina con su familia. Clara Inés tiene 68 años y es arquitecta. Sin embargo, las raíces de su familia se hunden en la región de Antioquía, el departamento al noroeste de Colombia donde se encuentra Medellín. "En ese departamento, junto con Santander, se establecieron los sefardíes que expulsaron de España y vinieron acá. Casi todas las personas que viven ahí tienen algún pasado sefardí".
Por eso cuando se aprobó la ley en España se puso ella sola a indagar. A sus padres y a sus abuelos les gustaba mucho saber los orígenes de la familia, reconstruir los árboles genealógicos, y por eso sabe que procedían todos de esa región. Y que probablemente fueran descendientes de los judíos expulsados de España.
Colombia es el segundo país del que más solicitudes se han tramitado con 26.000 desde que se inició el proceso. Solo lo supera México con 30.000, y después le siguen Venezuela (14.000), Argentina (7.000), Estados Unidos (5.400) e Israel (4.900). Una de ellas era Clara Inés. Para comprobar si ella era también de ascendencia judía le dijeron que enviase las partidas de nacimiento de sus padres, sus abuelos, sus bisabuelos y hasta donde pudiese llegar. "Por varios apellidos tenía posibilidades, pero decidieron que me lo buscarían por la línea más segura. Al mandarla, la estudiaron y me dijeron que iba a ser un proceso de comprobación largo. Y ahora estamos esperando".
Solo el trámite le costó 3.500 euros. Tuvo que viajar a España para acudir a la notaría a que le firmasen todos los papeles. Tuvo que presentar los árboles genealógicos y los documentos oficiales que lo acreditasen. Esa fue la operación más complicada. Clara Inés dice que tener esta doble nacionalidad resultará una gran ventaja, y por eso mucha gente en Colombia se lo está haciendo. "Me interesó por el tema de las visas. Es prácticamente libertad de movimientos. Con un visado español se te abren todas las puertas. Mi interés no es el de trabajar. Es para tener mayor movilidad en cualquier parte del mundo. Mi hija vive en España, y con esto todo será más sencillo, más fácil y más rápido. Mi sobrino ha hecho el trámite también".
Ella y los suyos iniciaron los trámites en octubre del año pasado, en 2018. Luego tocaba firmar con el notario, para más tarde enviar los documentos al Ministerio de Justicia. "Supuestamente, tienes que pertenecer a una comunidad social judía en España. Tienes que hacer una donación. Demostrar que has ayudado a alguna comunidad de este tipo. Como parte del trato económico, yo puse 500 euros".
"Ninguno rompía la tierra ni era labrador"
-"E todos eran mercaderes, vendedores e arrendadores de alcabales e rentas de achaques, e fazedores de señores e oficiales, tondidores, sastres, zapateros e cortidores, e zurradores, texedores y especieros, buhoneros, sederos, herreros, plateros e de otros semejantes oficios; que ninguno rompía la tierra ni era labrador ni carpintero ni albañil, sino todos buscaban oficios holgados e modos de ganar con poco trabajo. E eran gente muy sotil, e gente que bivia
comúnmente de muchos logros e usuras con los cristianos, e en poco tiempo muchos pobres dellos eran ricos (sic.)".
Andrés Bernáldez fue un escritor, sacerdote y cronista afincado en la localidad de Los Palacios desde principios del siglo XVI, y con esas palabras describió la percepción que existía en la época sobre el pueblo judío en España. Que eran gente del mundo de los negocios, mayormente comerciantes y con gran fama en el mundo de las finanzas y en la gestión del dinero.
Y así, recibieron el edicto del 31 de marzo de 1492 firmado por los Reyes Católicos. Uno de sus fragmentos dice así:
-Nosotros ordenamos además en este edicto que los Judíos y Judías cualquiera edad que residan en nuestros dominios o territorios que partan con sus hijos e hijas, sirvientes y familiares pequeños o grandes de todas las edades al fin de Julio de este año.
En un plazo de cuatro meses, los judíos tenían que abandonar el país. Podían llevarse sus pertenencias, pero nada de oro, plata, monedas o caballos en los que montar. Eso les iba a complicar enormemente comenzar nuevos negocios al salir del país. Aproximadamente, representaban el 5% de la población. Unas 200.000 personas. 50.000 nunca llegaron a marcharse porque se convirtieron al Cristianismo, tal y como se narra en el clásico del antropólogo e historiador Julio Caro Baroja, "Los judíos en la España Moderna y Contemporánea" (1978).
Hay precedentes de la medida del Gobierno de Mariano Rajoy que concluye estos días. La dictadura de Primo de Rivera hizo algo parecido, de manera más limitada, en 1924. Pese a que el decreto de Primo ya no estaba vigente, de su texto se valió a su vez Ángel Sanz-Briz, embajador español en Budapest, para ayudar en 1944 a varios miles de judíos húngaros, otorgándoles un visado y salvándoles de la persecución nazi.
Ahora, miles de personas dispersas por todo el mundo pueden disfrutar de esta medida. Clara Inés Molina está pensando ya en su próximo viaje a España. Como Hezi, quien asistió a una de las emisiones de su programa de deportes favorito, El Chiringuito, de Josep Pedrerol. "Es una cuestión de nostalgia por una tierra que fue y que es nuestra. Una recompensa por quienes hemos mantenido vivos los lazos con la cultura ibérica a través de las costumbres y la lengua".