La imagen fue tomada en la primavera de 1933 por Heinrich Hoffmann, el fotógrafo personal del fürher. Adolf Hitler, el líder nazi, abraza cariñosamente a Rosa Bernile Nienau, una niña judía, su niña, la favorita. Al fondo, los Alpes bávaros vistos desde el Berghorf, el nido del águila. Ambos cumplían años el mismo día, el 20 de abril, y Hitler ordenó traer a la joven desde Múnich para conocerla y celebrar su aniversario juntos. No parece otro posado propagandístico más acompañado de una menor, sino que el retrato desprende cierta afectividad del fürher, el artífice del Holocausto, el responsable de la muerte de seis millones de judíos.
La instantánea, en blanco y negro y con la inscripción "La querida y considerada Rosa Nienau y Adolf Hitler, Múnich, 16 de junio de 1933", fue subastada este martes en la casa de subastas Alexander, en Maryland (Estados Unidos). Se desconoce la identidad del comprador, pero sí se sabe cuánto ha pagado por ella: 11.520 dólares.
La firma de Hitler, en tinta azul, se vislumbra en la parte inferior izquierda de la fotografía. También se aprecian nueve flores de las nieves y un trébol de cuatro hojas pegadas sobre el papel, más tarde, por Rosa Bernile Nienau. No es la única foto que Hoffmann sacó aquel día al jerarca nazi y a la niña, de unos cinco o seis años, y que posteriormente se utilizarían para promocionar el lado más tierno del líder alemán, "un hombre verdaderamente en contacto con los jóvenes", según asegura James Wilson en su libro Hitler's Alpine Headquarters. La pequeña se convirtió en la favorita del fürher, y la empezó a llamar sweetheart (cariño mío). De hecho, en los Archivos Federales alemanes (Bundesarchive) se conservan 17 cartas redactadas por la joven y dirigidas a quien llamaba “querido tío Hitler” y a su ayudante Wilhelm Brückner entre 1935 y 1938.
Pero la idílica relación se rompió cuando el resto de mandamases del nazismo presionaron a Hitler para que enterrase esa amistad al no descender la pequeña de alemanes de raza pura: el padre de Rosa había muerto durante la I Guerra Mundial antes de que ella naciera y su madre, hija de una mujer judía, era enfermera. Al fürher le costó dar su brazo a torcer e ignoró la verdadera procedencia de su niña hasta que Martin Bormann, el jefe del partido nazi, prohibió a la joven y a su madre acceder a Berghof. También al fotógrafo Heinrich Hoffmann seguir reproduciendo estas imágenes. En el libro Hitler, As I Saw Him, Hoffman describe el tremendo enfado del líder nazi, quien habría dicho, en referencia a Bormann: “Hay personas que tienen un verdadero talento para arruinar mi alegría”.
Rosa, que estudiaría dibujo técnico durante su adolescencia, murió el 5 de octubre de 1943, a los 17 años, en el Hospital Schwabing; antes de que acabase la II Guerra Mundial y a causa de la enfermedad de polio. Su "querido tío", en aquel entonces, se encaminaba irremediablemente hacia la derrota final. No sin antes perpetrar uno de los mayores genocidios de la humanidad.
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