Durante las siete sesiones que se llevan celebradas con motivo del juicio de Ana Julia Quezada, la disputa ha estado marcada entre la acusación particular y la Fiscalía por un lado -incluidas sus notables diferencias entre lo ocurrido-, y la defensa de la acusada por otro. Las primeras consideran que la autora confesa de la muerte de Gabriel Cruz es una asesina y piden para ella prisión permanente revisable por el hecho de que la víctima era menor de 16 años. Sin embargo, la fiscal entiende que no hubo premeditación en la actuación de Quezada, algo que sí sostiene Francisco Torres, abogado de los padres del niño al que mató.
Por su parte, el letrado de oficio de Quezada -admitió los hechos el día de la reconstrucción del crimen- plantea que su defendida es una homicida y contempla la posibilidad de que sea condenada a 15 años de prisión por un homicidio doloso, aunque pide sólo tres si se le condena por homicidio imprudente.
Este martes corrigió al alza la propia pena que solicitó para la procesada en su primer escrito de defensa, presentado antes de la apertura del juicio oral. En aquel solicitó diez años si se le condenaba por un homicidio doloso. Al tratarse de un menor de 16 años, circunstancia que no tuvo en cuenta en ese momento, ahora ha corregido su propia petición de cárcel para su defendida.
Las diferencias entre ambos delitos deberán ser acotadas con la precisión de un cirujano por los nueve miembros del jurado popular del caso mediante la deliberación del objeto del veredicto, que se les trasladará este miércoles. Su decisión de absolver o condenar a la acusada se podría conocer este mismo día o, como muy tarde, el jueves. Pero durante la última semana y media de juicio han sido testigos de cómo el caso no está tan aparentemente claro como quizás se pueda pensar en la calle.
Si bien es cierto que la presencia en el proceso del jurado popular hace que, a priori, se incline la balanza hacia una posible condena de la acusada -según los últimos datos facilitados por el Consejo General del Poder Judicial, en 2016 se emitieron 209 sentencias con jurado popular y 193 de ellas (un 92,3%) acabaron en condena- la opción de que Ana Julia Quezada sea condenada por un homicidio, ya sea imprudente o doloso, hubiera tenido más opciones de haberse celebrado con un tribunal profesional.
Es por ello por lo que, durante su relato de conclusiones final, el letrado de la acusada, Esteban Hernández, volvió a recordar que le hubiera gustado que el juicio se hubiese celebrado sin jurado y a puerta cerrada para evitar “el ruido mediático” y la contaminación previa de sus componentes.
Dos atenuantes
La línea que separa ambos delitos, el asesinato del homicidio doloso -el imprudente se da prácticamente por descartado- viene marcada por distintas causas. En ambos existiría la voluntad de acabar con la vida del otro, pero en el asesinato concurre la alevosía, el ensañamiento o la concurrencia de precio o recompensa. Y el jurado, si declara culpable a Ana Julia, ha de dar por acreditado que alguno de esos supuestos se da en la muerte violenta de Gabriel Cruz.
Este martes se observó con nitidez dónde se encuentra la posición de cada una de las partes personadas. La defensa de Quezada entiende que la acusada mató a Gabriel Cruz siendo “presa de la ira y sin medir las consecuencias de su acción”. Esteban Hernández, su letrado, contó que la acusada tapó la boca y la nariz del menor “presionándole contra la pared, a pesar de la fuerte resistencia” del niño.
“En el momento de los hechos, Ana Julia se encontraba en un estado pasional que disminuía su capacidad de comprender y de controlar las consecuencias de sus actos, sin llegar a anularlas”, sostiene el letrado en ese nuevo escrito de defensa. Ayer planteó que concurrían los atenuantes de confesión y de arrebato.
Durante todo el juicio, Hernández Thiel ha intentado presentarle al jurado un relato consistente en que Ana Julia y el niño discutieron en la finca de Rodalquilar, que ella le reprochó su actitud porque el niño la insultaba, y que para que se callara le taponó la nariz y la boca hasta percatarse de que ya no respiraba.
Respecto a los 12 días que se mantuvo sin confesar dónde tenía el cadáver del niño, la defensa de Quezada entiende que no tuvo el suficiente coraje para contarlo, pero que no actuó movida por la voluntad de provocar un daño a los padres. El abogado realizó una comparación poco acertada al explicar que su hijo estuvo un año sin admitir que le había provocado un roce al coche familiar.
“La especie humana es así”, dijo Hernández Thiel, que como máximo observa la comisión de un delito doloso en la actuación de su defendida. Entiende que, si Ana Julia orquestó el homicidio de alguna forma, “fue una chapuza”. El letrado deseó suerte al jurado ante “la grave responsabilidad” que tiene ahora. Hizo uso de la palabra durante una hora y cuatro minutos.
"A sangre fría", pero sin premeditación
La fiscal del caso, Elena María Fernández, fue algo más concisa. Se extendió durante 62 minutos. Fue la primera en exponer su relato de conclusiones. Ella, como la acusación particular, apuesta por declarar culpable de asesinato a Ana Julia, pero durante el juicio ha evidenciado sus notables discrepancias con el abogado de los padres del niño.
La fiscal no observa premeditación en los hechos. En cambio, sí ve la concurrencia de la alevosía, supuesto que existe cuando se comete el delito privando de defensa a la víctima. Dijo que “a sangre fría, de forma repentina e inesperada, [Ana Julia] proyecta [al niño] contra una superficie clara y contundente, suelo o pared, lo que le ocasiona un hematoma de dos centímetros” en la parte posterior de la oreja derecha.
“Luego -continuó la fiscal- le tapa con las dos manos los orificios respiratorios hasta vencer la fuerte resistencia de la víctima. Esto es un delito de asesinato con alevosía”. Pero Elena María Fernández se queda ahí. Por eso reprochó a la acusación particular que mantenga que el niño fue apaleado antes de morir asfixiado y que tardó en fallecer entre 45 y 90 minutos, como sostiene un informe pericial forense presentado por el abogado de los padres, Francisco Torres.
“El niño se resistió muchísimo, dijeron los forenses. No es fácil matar a un niño ni a matar a nadie. Pero es una secuencia única sin interrupción. No hay un proceso de agonía. (...) No hay síntomas de un niño apaleado”.
"Va a volver a matar"
Francisco Torres, el abogado de los padres de Gabriel Cruz, expuso ante el jurado popular un duro relato de los hechos que él considera que han quedado acreditados durante el juicio. Tras escuchar las conclusiones de la Fiscalía, que volvió a insistir en el ataque fortuito de la acusada, el letrado de la acusación señaló con la mirada fija en la bancada que ocupan los nueve miembros del jurado: "Les pido que no les tiemble el pulso. [Quezada] no tiene derecho a respirar el mismo aire que nosotros. No puede estar en la calle porque va a matar a más niños". "Estoy convencido de que Gabriel no es el primero", deslizó para referirse a la extraña muerte de su hija de 4 años en Burgos, un hecho que ocurrió en 1996.
Torres, visiblemente molesto con las conclusiones finales descritas por el Ministerio Fiscal, afirmó que Ana Julia Quezada se ensañó con el niño, que lo apaleó primero, después lo dejó "agonizando" mientras fumaba, y, posteriormente, lo asfixió. Incluso, el letrado de la acusación aseguró que Quezada desnudó al menor (solo le dejó puesta la ropa interior) porque "pretendía descuartizar al pobre angelillo".
En su intento por convencer al jurado de que Ana Julia intentó descuartizar al niño, Torres explicó que, a su juicio, no tiene sentido que la acusada alegue que golpeó con la parte cortante del hacha el brazo derecho de Gabriel porque no cabía en la fosa que había cavado previamente.
"El cuerpo no estaba rígido en ese momento. Debieron de pasar 12 horas para que adquiriera rigidez, pero ella está en la finca tres horas y 19 minutos. Por eso nunca ha contestado por qué lo desnuda", dijo el abogado de los padres del menor. "Porque ella quería desmembrarlo". Mientras escuchaba a Torres, la acusada rompió a llorar en dos ocasiones y negó con la cabeza insistentemente.
El letrado señaló que Ana Julia premeditó el asesinato de Gabriel y explicó que los familiares del niño "nunca" habían visto antes las herramientas que se encontraron en la finca donde lo enterró. Se trata de un hacha, una pala y un pequeño rastrillo. "Lo lleva a un paraje desértico. La acusada se aseguró de que nadie pudiera ir allí".
Daño irreversible a la madre
El letrado también hizo referencia a la fingida colaboración que la acusada mantuvo durante los 12 días de búsqueda del niño para tratar de acreditar el daño psicológico y moral que causó a los progenitores del menor. "Su maldad es intrínseca. El daño a los padres, y en especial a la madre, es irreversible, de por vida".
Por último, fue la acusada la que ejerció su derecho a la última palabra. "Que Dios me perdone", dijo. Entre lágrimas, Ana Julia Quezada pidió perdón "a los familiares" del niño, "a los padres de Gabriel", a su hija Judith y a "todas las personas a las que les haya hecho daño". "Perdón a toda España. Que Dios me perdone".
Fuentes del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía (TSJA) explicaron que se prevé que los nueve miembros del jurado reciban este miércoles el objeto del veredicto para su posterior debate. Si se cumplen los plazos previstos, la decisión del jurado podría conocerse a lo largo del día de hoy o a primera hora del jueves. Ana Julia sabrá entonces si se le declara inocente o culpable de los delitos que se le imputan, entre ellos uno de asesinato y de dos de lesiones psíquicas a los padres del niño. Su futuro está en manos de nueve ciudadanos desconocidos.