Aquella noche la fiesta se alargó demasiado. Tanto que el día empezó de nuevo, y ellos todavía seguían de juerga. Era domingo, 14 de octubre de 2018, y la resaca de la verbena continuaba en el salón de la casa de Miguel Ángel López Restrepo. Colombiano, 32 años, el joven y sus amigos no se agotaron ni cuando se hizo de día. Solo unas horas después de que él y sus amigos regresaran al piso en el que vivían de alquiler, tras una larga e intensa madrugada, se apagó la música. Algo pasó entonces. Esa misma tarde le asesinaron, y nadie más le volvería a ver.
Los hechos ocurrieron en Jaén, en el piso de la calle Málaga en el que el joven desaparecido desde entonces se había instalado en 2017. Fue en su segunda llegada a España desde su Colombia natal. La primera vez que cruzó el océano fue hace más de 15 años. Apenas era un niño y no conocía nada más que su barrio al otro lado del mar. No habra, por desgracia, una tercera.
Dice Claudia a EL ESPAÑOL, 39 años, la ex pareja del joven y madre con él de dos hijos, que se alertó cuando la madre de Miguel Ángel se puso en contacto con ella unos días después de aquel domingo.
-Casi a diario, Miguel le escribía o le llamaba por teléfono. No perdían el contacto. Lo más que estaba sin hablar con ella era, como mucho, dos días. Yo también me preocupé porque tenía que venir a buscar a los niños. Los dos volvíamos a vivir en la misma ciudad y él les estaba viendo mucho. Y eso a ellos les gustaba. Está bien, tienen que ver a su padre, claro. Pero cuando la madre empezó a ponerse nerviosa de verdad fue cuando habían pasado 15 días ya sin saber nada de él.
Nadie sabía nada de Miguel Ángel en Jaén, ni tampoco lograban adivinar si se había escabullido en algún lugar. Tampoco el motivo. Por eso su expareja pidió permiso a la que había sido su suegra para poner la denuncia de la desaparición y para subir a las redes sociales una imagen suya con el fin de que, quien le avistase, terminase avisando a la familia y a las autoridades. No lo sabían pero había pasado un mes de los hechos cuando los agentes se pusieron a investigar. Para entonces, aquel chico ya había sido asesinado.
Ocho meses ha estado el cuerpo desaparecido. Más de 200 días más tarde, la Policía Nacional ha localizado el cadáver sin vida del joven en un rincón apartado de la campiña jiennense. Y ha detenido a cinco personas supuestamente implicadas en el crimen. Dos de ellos eran sus compañeros de piso, y también los principales sospechosos: los agentes detectaron cómo huían de la ciudad días después de los hechos.
En ningún momento les perdieron la pista. Les dejaron andar a su aire, teniéndolos siempre localizados. Los otros tres, también formaban al parecer del grupo de amigos; formaban parte de la cuadrilla que se juntó aquella madrugada por las calles de Jaén. Cuatro son colombianos, y el quinto dominicano.
La clave de la detención de todos ellos es que los investigadores de la Unidad de Delincuencia Especializada y Violenta (UDEV) supieron muy pronto que algo había pasado en aquel piso, de regreso de la fiesta. Los agentes saben que esas cinco personas estaban en la casa de Miguel Ángel, el último lugar en el que localizan y en el que posiciona su teléfono. La investigación dice que todos ellos, en mayor o menor medida, estuvieron implicados en los hechos. Fueron quienes guardaron silencio y mantuvieron el cuerpo oculto durante meses, pudriéndose en un olivar. Y también, probablemente, quienes le mataron.
Peluquero y muchas otras cosas
Claudia es una de las pocas personas del entorno del asesinado con quien hablan los agentes. La madre del chico, ella, y pocos más. Ambos tenían, al fin y al cabo, dos hijos en común. Y ella quizás sea una de las personas que mejor le conozca. Hacía años que no estaban juntos, pero mantenían una relación cordial.
Miguel Ángel había hecho de todo para sobrevivir: había sido camarero, recolector en la cosecha de la aceituna, incluso había llevado sus propios negocio. Sin embargo, el oficio en el que mejor se manejaba era el de peluquero. "Le encantaba -recuerda su ex pareja-. Peluquear era lo que se le daba mejor".
Claudia también es colombiana, pero le conoció 11 años atrás en Jaén en un locutorio en el que ambos solían coincidir. Les presentaron, tenían amigos en común. Pronto comenzaron a quedar, llegó el noviazgo, luego el amor, y años después los dos hijos en común.
Estuvieron cinco años juntos, pero entonces ella le pidió entonces el divorcio. Miguel Ángel se terminó volviendo a Colombia, junto a su madre. Estuvo allí cuatro años, mientras su ex se tenía que quedar cuidando a los dos niños ella sola en la capital de una de las provincias españolas con mayor tasa de paro.
Tiempo después, fue ella misma quien le convenció para regresar a España y así estar cerca de sus hijos, para que pudieran conocer mejor a su padre. Para que le viesen y supiesen quién era. El joven accedió. Regresó pronto y volvió a instalarse en Jaén, muy cerca, aunque en el barrio de Peñamefécit. Se quedó allí compartiendo un piso de alquiler con dos personas más. Así estaba cerca de los pequeños.
Precisamente, el 14 de octubre, el día en que le asesinaron, llamó a la que había sido su pareja. "Quería llevárselo al día siguiente a los chicos a la feria (se refiere a la Feria de San Lucas)". Claudia le dijo que perfecto, pero que a las siete de la tarde tenían que estar de vuelta.
Nunca llegaron a ir a la fiesta con su padre porque su padre no llegó aquel día a recogerles.
Esta semana, el martes, Claudia recibió una llamada en el trabajo. Era su ex yerno, en torno a las tres de la tarde. "Me había estado llamando antes pero no vi la llamada. Le pregunté que qué le pasaba. Le noté como preocupado".
- No, nada, le dijo.
- No, dime.
- "Lo siento".
Lo primero que Claudia pensó fue en que algo le había pasado a sus hijos. Hacía muchos meses que no sabía de Miguel Ángel. Había denunciado su desaparición y repartido carteles con su cara por su entorno más próximo. También por las redes sociales, pero no estaba dando resultado y no había señales de vida de quien fuera su pareja.
Por eso, y quizás por el instinto maternal, dice, y aunque está en contacto más o menos frecuente con los investigadores de la UDEV, no fue Miguel Ángel lo que se le vino primero a la cabeza. Ocho meses después, la noticia apuntaba en la dirección de su ex pareja.
-Claudia, han encontrado el cuerpo de Miguel.
El cadáver había aparecido en un olivar cercano a la ciudad. Para localizarlo, los agentes precisaron la ayuda de la tecnología del Grupo Operativo de Intervención Técnica llegado desde Madrid. Según fuentes cercanas a la investigación, el cuerpo se encontraba enterrado a una buena profundidad. Se habían preocupado en ocultarlo a conciencia. Al abrir la tierra, encontraron el cadáver que buscaban.
El cuerpo se encontraba "irreconocible". Descompuesto. A tal nivel que ni siquiera a ex pareja del joven le dejaron ir a verlo. Pero tenían la certeza de que era él.
Cinco detenidos a la vez
Casi al mismo tiempo, cinco personas eran detenidas. Todos los que habían pasado la noche de fiesta con él aquel día de mediados de octubre. Quienes sabían qué era exactamente lo que había pasado. Todos ellos habían sido interrogados previamente por los agentes al reconstruir los últimos pasos de Miguel Ángel con vida. Supieron que ellos habían sido las personas que le vieron por última vez.
Los agentes siguieron el rastro de su teléfono. La última vez que tuvieron señal de él fue ese domingo, tras la fiesta, en torno a las seis de la tarde. No tardaron demasiado los agentes en tener por cierta la hipótesis de que Miguel Ángel había sido asesinado en su propio piso.
Procedieron a detenerles. A dos los localizaron en Jaén. A otro en Madrid, en pleno Paseo de la Castellana, y al último en Córdoba. El quinto estaba, casualmente, en prisión por haber cometido otro delito entre medias. Los detenidos fuera de la localidad eran, precisamente, los dos compañeros de piso. Habían emprendido la huida tras los hechos, moviéndose por distintas ciudades de la geografía española. Los agentes no les quitaron ojo. Estuvieron encima de ellos en Córdoba, Madrid y Fuengirola.
Dice la ex pareja de Miguel Ángel que su madre no tiene recursos para llevarse el cuerpo de su hijo de vuelta a Colombia. Ella se encuentra en un momento crítico porque acaban de echarla del trabajo. Y tienen que conseguir incinerarlo y enviarle después las cenizas al otro lado del mar para darle descanso en el hogar de la familia.
Todavía va a tardar la madre en reencontrarse con su hijo (aunque sea de este modo), ya los agentes necesitan analizar a conciencia el cadáver para hallar la causa de la muerte. Está Claudia ahora a cargo de todo lo que dicen los agentes en España. Aún no tiene abogado porque no saben cómo pagarlo. Pero quieren justicia. Ella se queda sola, y manteniendo a los hijos de los dos. Tiene, además, otros dos de otro matrimonio. Ella es de tirar para adelante, es una mujer fuerte. Y la vida tiene que seguir, aunque sea de este modo, en la ciudad de Jaén.