Valencia, 2 de marzo de 2017. Comienza a caer la noche sobre la ciudad del Túria. De repente, el móvil del agente especial Rayo empieza a vibrar. Aunque no está de servicio, se trata del último mensaje de la jornada y, en cierto modo, lo está esperando antes de dormirse. Es el jefe del clan en Valencia. El texto consiste en un escueto telegrama, con las palabras medidas: todo sucederá el día 16 de ese mes. Esos mismos datos le llegan también por otras fuentes. Rayo asiente. Hay que ir preparando el terreno para tener cubiertos todos los frentes, por lo que llama a su compañero, el agente Río, y le cuenta las novedades. El buque, y su contenedor con 300 kilos de cocaína, arribará a la costa y ese será el momento decisivo.

Junto a esos datos, su interlocutor, un narcotraficante, le hace llegar una última misiva, un breve y críptico texto de buenas noches:

-"Lo que falta es el DNI de la chica, te lo pasaré como muy pronto seis días antes, y como muy tarde tres. Bona nit!! Un abrazo".

Se trata de un mensaje escrito en clave, propio de la jerga de los narcos. El dni y la chica, en realidad, son el contenedor en el que irá la droga, y su número de identificación.

Hubo que ser muy meticulosos para lograr desbaratar los planes de la banda, con franquicia en España pero alcance internacional. Un grupo, según las fuentes consultadas, extremadamente peligroso. Y armados hasta los dientes. Hubo que hacerlo bien, hubo que hacerlo despacio, pero también hubo que hacerlo desde dentro, esperando a la ocasión y el momento adecuados para darles caza. Y por eso tres agentes de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil pasaron aproximadamente cuatro meses infiltrados en esta poderosa organización de narcotraficantes con base en Valencia.

En algunas de las escenas de esta historia está presente el aroma del detective Marlowe, el personaje de Raymond Chandler. Esos mensajes y las llamadas a deshoras son el ejemplo de cómo trabajan tres agentes infiltrados, tres ‘lobos’, tres ‘topos’ en una peligrosa organización dedicada a introducir cocaína en nuestro país por uno de los puertos más importantes del litoral español. Se codearon con los jefes de la organización en España, planearon con ellos descargas de centenares de kilos de cocaína, tomaron notas, mantuvieron decenas de reuniones. Comieron con ellos y como ellos, vivieron con ellos y como ellos, se comportaron del mismo modo que los miembros de la banda. No dejaron de llamarse ni un minuto con los narcotraficantes y, como buenos expertos, pasaron absolutamente desapercibidos.

Sucedió en Valencia en la primavera del año 2017. Ahora, EL ESPAÑOL accede en exclusiva al relato de lo ocurrido a través de fuentes cercanas a la investigación y a través de las más de 2.000 páginas de sumario del caso, en el que figuran a modo de diario los acontecimientos que iban teniendo lugar aquellos días hasta descabezar esta importante organización en una de aquellas descargas. Todo ello se produjo aguardando al momento adecuado para tender la emboscada y para desbaratarlo todo. Para detenerles en un golpe maestro. Por algo llamaron a la operación operación “Lacomba”.

Uno de los narcotraficantes, captado en los seguimientos de los agentes de la Guardia Civil. EL ESPAÑOL

El EDOA de la Guardia Civil de Valencia es la Unidad encargada de las investigaciones relacionadas con el tráfico de drogas y el crimen organizado. A finales del año 2016, a algunos agentes de la Comandancia de la Guardia Civil de Valencia les llegó un chivatazo que les ponía en guardia: una persona relacionada con el mundo del narcotráfico había tratado de contactar con un miembro de la Benemérita. Su objetivo era ganarse el favor de algún agente especializado en las investigaciones en los bajos fondos, en el mundo del hampa, en las drogas y en las operaciones especiales para desmontar estas organizaciones.

Para escoger a aquellos que se convertirán en agentes infiltrados, dentro de la Guardia Civil lo que más buscan es que haya una "gran vocación". Pueden elegirlos en cualquiera de las especialidades del cuerpo, igual un montañero que un buceador, explican a EL ESPAÑOL fuentes cercanas al caso. Y también buscan personas frías, con una cualidad tan simple como la de una enorme paciencia. "Relajados por fuera. En alerta por dentro".

Cuando se supo que necesitaban a 3 camaleones que se hicieran pasar por narcos quienes dirigían la operación advirtieron que aquello tenía que ser algo gordo.No es algo habitual, como tampoco este tipo de relatos. Al recibir la advertencia los agentes se pusieron a investigar a aquel misterioso hombre que se acercaba al cuerpo. Intentaron saber qué era lo que quería este individuo, de nombre Fernando. Su intención no era otra que la de ganarse el favor de al menos dos miembros de la Guardia Civil. Con ellos a su favor, controlaría los movimientos del cuerpo y así podría introducir por el puerto de Valencia toneladas y toneladas de cocaína escondidas en los enormes contenedores metálicos del puerto.

Los agentes de Valencia supieron pronto lo que tenían que hacer: seguimientos, pinchazos telefónicos, fotografías de los principales miembros del clan. Pero les faltaba la guinda para poder atarles por completo. Y para ello precisaban de los servicios de los agentes de la Unidad Central Operativa. Les pidieron prestados a dos agentes que actuasen como infiltrados, como topos dentro de la organización. Un cometido de riesgo pero que, realizado con máxima cautela, podía dar sus frutos.

La organización contaba con un importante entramado, nacional e internacional. Así que había que actuar con cuidado. Y por eso designaron a dos agentes, ocultos bajo seudónimo, para introducirse dentro de la banda: ellos fueron los primeros en entrar. Día a día, los agentes encubiertos fueron dando parte e informando de todos los movimientos como si de un diario se tratase. Sus nombres en clave son Río, Rayo y Falla. Los tres son muy jóvenes. Entraron en el cuerpo siendo muy jóvenes. Ninguno supera los 30 años. Ahora EL ESPAÑOL reconstruye su peligrosa misión.

Las primeras citas con los narcotraficantes

La vigilancia es clave en estos casos. Aquí, uno de los vehículos en los que se movían los miembros del clan. EL ESPAÑOL

El 16 de febrero de 2017 se produce la primera de muchas reuniones. La segunda tiene lugar el 22. Esta se produce en un céntrico restaurante de Valencia que hace las veces casi de cuartel general de los narcos.

El narco realiza al agente Rayo la propuesta. Tiene camiones, estibadores, personal untado en el puerto, informáticos, oficinistas de la terminal de contenedores. Lo tiene todo a su servicio para perpetrar varios golpes consecutivos y para que todo vaya sobre ruedas, les dice. Solo le falta alguien que le informe de los movimientos dentro de los halcones de la Guardia Civil. Y por eso está muy interesado en abrir una nueva vía de entrada a través del puerto. Para Rayo y Río eran todo ventajas: economizar gastos para no emplear a tanto personal y asegurarse la salida de la droga del puerto sin percance alguno. En esos días, con mucho tiempo de antelación, ambos se ganan su confianza.

Río y Rayo se marchan de esas dos primeras citas con buenas sensaciones. Dan raudos parte a sus superiores, que comienzan a pinchar los teléfonos a los narcos y a seguirles de un lado para otro de la ciudad.

24, 25, 26 y 27 de febrero: más llamadas, más gestiones. El resto de los días, Rayo y Río desarrollan sus labores habituales como agentes de la Guardia Civil. Tratando de pasar desapercibidos.

2 de marzo de 2017: Ese día, como muchos otros, el narco que conduce la organización en Valencia descuelga el teléfono a las nueve de la mañana y marca el número de una agencia de prostitutas. Solicita una, y precisa que se trata de un servicio en el centro de la ciudad. Le responden que son 170 euros. Fernando selecciona en la página web a una de las mujeres, y por sus palabras se advierte que podría estar ante un catálogo del Ikea. Da su dirección, su número de teléfono y cuelga.

Los investigadores la consideran relevante porque habla del nivel de vida que lleva, del ostentoso lujo que alcanza la banda. Hay otras lllamadas similares, antes y después.

Primer envío: algo sale mal

Algunos de los contenedores incautados al clan con la droga. EL ESPAÑOL

10 de marzo: Todo sucede bajo códigos, mensajes cifrados, estratagemas secretas y palabras que nunca llegan a pronunciarse. Ese día Río y Raya y los narcotraficantres tienen un fugaz pero importante encuentro, durante el cual Fer, el jefe, le entrega un pequeño trozo de papel. En él aparece, codificado, el número del contenedor que transporta el primero de los envíos de cocaína que introducirán en la ciudad.

Quedan en el restaurante Les Corts, una cafetería de barrio. Fernando llega con algunos de sus adláteres. Los dos guardias civiles explican el modo en el que sortearán todos los controles para sacar los contenedores del puerto. Luego se fijan sus honorarios: 600.000 para Río y 200.000 para Rayo. Por adelantado, el primero recibe 270.000 y el segundo unos 30.000. Apenas un suspiro.

Todo parece ir sobre ruedas. Sin embargo, unos días después, Río recibe una nueva llamada. Algo en el viaje de la droga por el Mediterráneo ha salido mal.

Un detalle en el que los agentes no han reparado manda la primera fase de la operación al traste. En el puerto de Valencia se declara, justo en esos días, una huelga de estibadores. El buque español se ve obligado a descargar todos los contenedores en el puerto de Malta. Entre ellas, claro, la que contiene el polvo de oro blanco. El barco vuelve vacío. En cuanto se entera, Río se cubre las espaldas enviando el siguiente mensaje al jefe del clan:

-Efectivamente, había amenaza de huelga en el puerto de Valencia. Es muy probable que dado el coste que supone tener parado un buque como ese, la naviera decidiera descargar los contenedores con destino a Valencia o incluso los que tuviera que descargar en España que se depositaran en tránsito en Malta.

-¡Joder! Okey, lo dejo en tus manos.

13 de marzo: sin novedad en el frente. Esa noche uno de los responsables de la banda llama al agente Rayo por la noche. Está algo nervioso porque no hay novedades del envío fallido.

-Qué pasa calamar, saluda Rayo.

-Oye. ¿Cómo estamos?

-Estoy bien, cansado, he estado todo el día por ahí, pero bien.

-Vale, escúchame una cosa.

-Dime.

-Haz el favor y llama a tu compañero del equipo de fútbol, el que juega de portero.

-Sí.

-Y dile que te diga o que me diga algo.O que me escriba, lo que tú veas.

-Vale, vale, vale.

Relojes de lujo y pistolas incautadas a los narcos. EL ESPAÑOL

El 17 de marzo, la Guardia Civil recibe un aviso del Departamento de Aduanas de Malta. Han descubierto los más de 300 kilos de cocaína. Es el material de los valencianos. Estaban dentro de un contenedor escondidos entre latas de piña. Río y Rayo tendrán que seguir infiltrados más tiempo dentro para poder cazarles en un momento más apropiado. Según detalla el sumario, se convirtió en el mayor alijo incautado en la historia del país.

- Están a la espera de confirmar la carga. Pero vamos, que coincide todo. ¡Menuda mierda!, lamenta Fernando, jefe del clan.

Varios días después vuelven a reunirse en su cafetería de confianza. Entretanto, todos sus movimientos son filmados, fotografiados e inmortalizados por los agentes del EDOA de la Guardia Civil en Valencia. Siguen sus pasos en todo momento como sabuesos, dejándoles hacer y observando en la distancia, pero sin perder ni un detalle.

En esa comida, Fernando dice que el próximo fin de semana irá a Madrid para cuadrar dos envíos de cocaína a España, y que la pérdida de este alijo no supone un gran golpe para su organización. Dice que trabajan con el puerto de Barcelona, con el de Algeciras y demás. Los investigadores constatan que se trata de una organización fuerte con sólidos lazos internacionales. Y por eso el objetivo que se marca la franquicia de este clan en la Comunidad Valenciana es el de introducir un contenedor al mes por el puerto.

Río le habla entonces de su mano derecha, de un hombre que los narcotraficantes todavía no conocen y que les ayudará a eludir los controles y a sacar el contenedor del puerto sin que nadie lo advierta, como si pasase un fantasma.

A las pocas horas, Río llama a sus superiores para que soliciten a las autoridades que instruyen la causa que necesita que entre en juego un nuevo agente de la Guardia Civil como tercer topo infiltrado en la organización. Es cuando entra en el tablero el agente Falla.

La entrada en juego  del agente Falla

Uno de los vehículos en los que viajaba el jefe de la banda. EL ESPAÑOL

23 de marzo: La reunión de Rayo con los narcos, esta vez, tiene lugar en Madrid. La UCO vigilan en la distancia. En esa jornada, los infiltrados reciben dos blackberrys encriptadas para poder utilizarlas de forma segura durante las operaciones.

Algo más de una semana después, los agentes se ponen en contacto discretamente con los superiores que coordinan la investigación. Han obtenido nuevas informaciones sobre la gran capacidad de la banda para introducir droga en España. Hablan incluso de que Fernando tiene preparado un nuevo cargamento y que dispone de una tonelada de droga aparte preparada para navegar hacia el puerto de Valencia.

18 de abril: es la primera ocasión en la que los tres agentes encubiertos comparten escenario. Es su presentación en sociedad, para que los narcotraficantes supongan que su única intención es la de enriquecerse. Su cometido parece tan sencillo como complejo: mantener una doble identidad, una doble perspectiva, una doble vida, prácticamente, para no levantar sospechas ni poner en peligro a los suyos, tal y como muchas veces sucede en las novelas de espías. No desvelaron nunca que todo aquello era un cebo.

Los tres agentes continúan como si nada dentro de la organización. Resulta preciso mantener las apariencias hasta que el pájaro entre poco a poco en la jaula. Por eso luego acuden a la nave industrial con los narcos a las afueras de Valencia. Porque allí, presuntamente, es donde alijarán la droga.

Días después, los narcos pierden un segundo contenedor, que es interceptado por la Guardia Civil en el puerto. Esto, a nuestros tres protagonistas, sorprendentemente, no les causó problemas.

21 de abril: quedan en un céntrico restaurante de Valencia. Alguno de los colaboradores del jefe narco va armado. Fernando le cuenta a Río que han hecho muchos y nuevos avances: hay nuevos envíos esperando, cinco en concreto. Dos de ellos, asegura, alcanzarán la costa la semana siguiente, entre el 17 y el 23 de abril.

La trampa surte efecto

La telaraña había sido tendida con mimo y paciencia durante cuatro meses, y por eso no importaba esperar un poco más, hasta mediados del mes de mayo. Tenían los datos, las matrículas de sus coches, todas las llamadas pinchadas, los antecedentes, la relación de casas en su poder, los coches, etc. Los agentes lo tenían casi todo preparado, desde dentro y desde fuera. Solo faltaba escoger el momento adecuado para que Río, Rayo y Falla les cogiesen con las manos en la masa.

22 de mayo: los tres agentes madrugan, y a media mañana se citan con el jefe de la banda, en el restaurante Marina Alta, de Valencia. El tipo llega acompañado de un voluminoso y fornido guardaespaldas. Al día siguiente el contenedor llega a puerto. Y no será hasta unas horas antes cuando le facilite a los agentes el número del contenedor que trae el nuevo alijo con 400 kilos de droga.

La cocaína hallada en el contenedor durante la operación. EL ESPAÑOL

23 de mayo: es día de puerta grande. De coronarse y de éxito, para luego disfrutar y ponerse a repartir beneficios por doquier. Río, Rayo y Falla se preparan por partida doble: para hacer bien la operación a lo largo del día y para que la trampa quede bien tendida. Falla se reune con algunos de los peces gordos de la organización.

Esta vez, la droga llega al puerto, la vista gorda de los dos agentes de la Guardia Civil hace su efecto y el contenedor acaba en el camión de los narcos con toda paz. Los tres ‘lobos’ viajan en él hacia el polígono industrial rodeados de peligrosos personajes, algunos de ellos armados con grandes calibres y acompañados del sugestivo y carísimo polvo blanco.

En la nave industrial están todos los miembros importantes del grupo. Se sienten seguros. Nadie quiere perderse la culminación de ese primer gran golpe.

Es de mañana cuando llega el camión y lo abren. Falla lo supervisa todo. Rayo vigila la puerta del conductor del camión para que no se baje. Río también está allí. Todos esperan la señal. El clan, en plena moción, rompe el precinto del camión, entran dentro y comienzan a sacar los paquetes de cocaína.

En ese momento, una marabunta se abate sobre ellos. Rayo, Río y Falla respiran aliviados. Ya pueden quitarse la máscara. La presa había sido atrapada.

Horas después varios miembros se llaman entre sí, atacados de los nervios por lo ocurrido. La dirección del grupo ha sido descabezada. Nadie contesta al móvil. Todo queda registrado.

-Escucha, acabo de pasar por el taller de este y están ahí todos los que te dije, capuchas y todo, en plan comando. Me han echado de ahí.

-¿Dónde?

-Ahí, ahí, en la puerta de su casa, en la puerta del taller.

-¿Del XXXXX?

-Sí, sí, del Lancia, del dueño del Lancia.

-Qué me dices, tío.

-Sí, sí, me he quedado en la puerta controlando, he visto a mi hermano, ya que estaba por ahí dentro y han venido estos y me han echado. “¿Qué hace usted ahí? Ahora no pueden ver aquí nada, se tienen que ir”.

-Menuda movida, menuda movida.