“Yo vengo a la playa a trabajar, no a darme un paseo como hoy porque no tenga nada que hacer”, dice el narco.
El joven, de 28 años, pide que se le llame Antonio. Su nombre real es otro, pero para aceptar el encuentro con este reportero exige que se cumpla una única condición: mantenerse en el anonimato. Atiende a EL ESPAÑOL la tarde del pasado miércoles en una playa en la frontera de las provincias de Málaga y Cádiz. Viste un mono de trabajo con manchas en los camales.
“En mi trabajo normal gano 1.300 euros al mes y estoy de sol a sol. Hasta los sábados tengo que pringar. Con el hachís me saco 30.000 euros en una noche montándome en una lancha. ¡Imagina la diferencia! Y como yo, miles, un pelotón. Pero esto va a reventar por algún lado. Tantísimos guardias no pueden estar aquí mucho tiempo más. Nos están jodiendo. Marruecos está hasta los topes de chocolate almacenado y hay que darle salida”.
Este peón en el negocio del tráfico de hachís en el sur de España lleva poco más de dos años trabajando para el jefe de una potente y activa banda que opera en la comarca gaditana del Campo de Gibraltar. Antes había trapicheado por las calles de su pueblo con cocaína y polen. Desde que dio el salto a un estadio superior del narcotráfico ha ganado alrededor de 80.000 euros “limpios de polvo y paja”.
El primer empleo de Antonio en el mundo del narco fue como punto (vigilante) en una playa. Le pagaron 1.000 euros. Ese dinero fácil le quemaba en el bolsillo y a la noche siguiente se lo gastó "en fiesta y prostitutas".
Luego, Antonio ha sacado de las playas todoterrenos cargados de hachís o ha vigilado guarderías, donde se almacena la droga hasta que llegan los clientes. Con las ganancias se compró un BMW, un quad... Pero ahora lleva cinco meses y medio "tieso". “Desde que detuvieron a mi patrón -dice- no veo un pavo fresco, no gano nada”.
El INEM del narco
De existir una lista del INEM del narcotráfico, el nombre de Antonio aparecería escrito en ella. La presión que desde julio del año pasado están ejerciendo la Policía Nacional, la Guardia Civil y la Agencia Tributaria en el Campo de Gibraltar “ha colapsado el negocio” del tráfico de hachís por el Estrecho.
Como consecuencia de ello, miles de personas se han quedado sin ingresos. Sólo en La Línea de la Concepción las autoridades policiales piensan que alrededor de 600 familias viven del tráfico de hachís. Y si ellos no cobran, tampoco gastan, lo que repercute en una economía local desvirtuada por la entrada constante de dinero negro.
Según cifras del Ministerio del Interior, en los últimos nueve meses -hasta mediados de marzo de 2019- se había detenido a 2.758 personas y se habían incautado 105.298 kilos de droga.
Son los frutos del plan de seguridad implantado en la zona por el ministro del ramo, Fernando Grande-Marlaska, precisamente candidato del PSOE al Congreso por la circunscripción de Cádiz. Con él se ha invertido un 25% más que el año anterior. Los arrestos son un suma y sigue: el miércoles cayeron otros diez, entre ellos dos guardias civiles corruptos. Uno trabajaba en Tarifa. El otro estaba destinado ahora en Navarra pero también había ejercido en dicha localidad gaditana.
Esa presión “máxima, casi insoportable”, como se la describen al periodista distintas fuentes del sector, ha provocado que en la actualidad apenas haya lanchas lanzándose a la mar cada noche para volver de Marruecos con dos y tres toneladas de resina de cannabis encima.
“Yo no me monto porque casi seguro que es ir a chirona”, dice Juan, amigo de Antonio y también desempleado en el sector. “Ahora me rasco la barriga durante las madrugadas”. El chico cuenta que sus ratos muertos, que son muchos aunque también tiene otro empleo, los pasa viendo Narcos, la serie de Netflix inspirada en la vida de Pablo Escobar y los miembros de los cárteles colombianos. "Si quieres te hablo con acento colombiano".
Sin liquidez, no cobran
Tras años de intensa actividad en el Campo de Gibraltar, con el afianzamiento de bandas como la de Los Castañas o la de Los Merino -cuyos miembros también han vivido en sus propias carnes dichas hostilidades en forma de detenciones-, esta nueva situación de acoso policial está dejando sin trabajo a muchos peones dentro del negocio.
La escala más baja del negocio es la que en mayor grado está sufriendo el cierre del mercado. Este hecho conlleva numerosos quebraderos de cabeza a sus jefes, que ven cómo no pueden hacer frente a deudas con sus subalternos de trabajos anteriores si no se reabre el flujo del transporte de la mercancía. En otras palabras: si no entra liquidez, ellos no cobran, aunque los caps tengan millones de euros ocultos.
La Línea de la Concepción, Algeciras, Manilva, San Roque… Son lugares donde ya no se pisa tanto el acelerador de los coches de alta gama porque ya no sobra para la gasolina, y donde las bandoleras de Louis Vuitton y las zapatillas de Gucci no se renuevan con la misma ligereza que antes.
“A mí, mi jefe no me debe nada”, cuenta Juan, de 21 años. “Es un tío legal. Pero sé de gente a la que le deben mucho dinero: 30, 40, 50.000 euros. Y eso, o se paga, o uno puede hacer cualquier cosa si se le va la cabeza. Yo ya sé de gente que se está rebelando contra sus patrones. Cualquier día cuentas en tu periódico que un jefazo ha amanecido con un tiro en la cabeza”.
Que el negocio del hachís está en horas bajas lo refleja a las claras una anécdota reciente. A principios del pasado marzo, la Policía Local de La Línea de la Concepción (Cádiz), epicentro de las bandas dedicadas al hachís, recibió un aviso porque había unos jóvenes haciendo botellón en un parque. Cuando los agentes acudieron, identificaron a los chavales y éstos les contaron que antes, cuando trabajaban para los narcos, iban a los reservados de la discoteca. Pero ahora no hay movidas y los sofás del reservado se han cambiado por los bancos de madera.
El responsable, en gran medida, de los días asfixiados del narcotráfico es Fernando Grande-Marlaska, ministro del Interior. Desde que ocupó dicha cartera, en junio de 2018, las grandes cabezas del narcotráfico en Cádiz han ido cayendo. Se han redoblado los esfuerzos de las autoridades, se han aprobado ostentosas partidas económicas y se han mejorado las herramientas técnicas. Y eso se nota en las calles de la provincia Cádiz, en la misma calle en la que ahora Marlaska se presenta como cabeza de lista del PSOE al Congreso de los Diputados.
“Estamos notando en la calle el efecto de todas estas medidas policiales”, relata en conversación con este diario un agente de la Policía Local que ha pedido no ser identificado. “Nosotros conocemos a los narcos y se ve que están intentando quitarse de en medio, no estar tan expuestos”, asegura.
"Deseando que se abra la veda"
Desde que arrancó el Plan Especial del Campo de Gibraltar, las plantillas de Guardia Civil y Policía Nacional han crecido en 407 efectivos. Y ese incremento de agentes está dando frutos: en todo 2017, todavía bajo el mando del exministro Juan Ignacio Zoido, hubo 518 detenidos. La tarea es hercúlea: el propio Grande-Marlaska admitió que en la provincia de Cádiz hay 55 grupos criminales. La mayoría se concentra en la comarca del Campo de Gibraltar.
“O a esta gente se les dan alternativas o no hay nada que hacer”, explica Francisco Mena, activista contra el narco y presidente de Alternativas, la coordinadora de lucha contra las drogas en el Campo de Gibraltar.
“La presión policial es el remedio, pero no la cura a la enfermedad. El narcotráfico no se va a ir por mucho que queramos, pero se le puede combatir duramente con medios policiales y judiciales, pero también sociales. Si un chico sin estudios y con sus padres parados tiene la oportunidad de ganar 3.000 euros una noche por descargar una lancha en la playa, algo que a las bandas les lleva apenas dos minutos, ¿no lo va a coger? No seamos ingenuos”.
Mena aboga por un plan integral en la zona que englobe una serie de medidas sociales, fiscales y de inversión en infraestructuras que mejoran las condiciones de vida de los campogibraltareños.
Una fuente del Sindicato Unificado de la Policía (SUP) reconoce que los agentes llegados de otros puntos de España están haciendo un “magnífico trabajo”, pero advierte de que la actuación policial se tiene que hacer de manera global. Esta fuente asegura que la presión en el Campo de Gibraltar está derivando en que las bandas de traficantes vayan a alijar al río Guadalquivir, “que ahora mismo es una autopista”.
Hace meses que el jefe de Antonio y de Juan no llama a los teléfonos de estos chicos para ofrecerles trabajo. Su patrón, como ellos se refieren a él, ha salido de la prisión de Botafuegos, en Algeciras, hace unas semanas. Cayó detenido a finales del pasado verano. Ahora ha pagado fianza y ya está en la calle a la espera de juicio. Ellos confían en que pronto vuelva a echarse al mar. “A ver si da un porte y cuenta con nosotros. Pero para eso hace falta que se vuelva a abrir la veda", dice Antonio. "¿Cuándo será? Eso nadie lo sabe. Pero nosotros estamos deseando”, apostilla Juan.