Ni Melania Trump es la malvada reina Grimhilde ni Ivanka una desvalida Blancanieves. La historia de poder que une a estas dos mujeres tiene todos los ingredientes necesarios para inspirar uno de esos relatos del sello Disney, si no fuera porque algunos de los tópicos típicos de esta factoría aparecen alterados. Aquí la hijastra no aparenta ser víctima de ninguna madrastra, más bien al contrario, en este cuento la que permanece encerrada en un torreón en Manhattan y relegada a un segundo plano es la exmodelo. Tampoco hay un palacio, sino una Casa Blanca, y no hacen falta espejitos mágicos que avisen a la primera dama de que en estos dos meses de mandato, una joven de cabellos dorados está intentando quedarse con su trono. La prensa ya se encarga de eso.
Tras la victoria electoral de su padre, Ivanka Trump aseguró que se desvincularía de las responsabilidades del grupo empresarial familiar, no para implicarse en política, sino para dedicarse a la educación de sus hijos durante los siguientes años. Su papel, aparentemente, sería el de madre y esposa abnegada, pese a que desde la campaña electoral ya se le intuía madera de primera dama en la sombra. Ahora parece que cada vez está más claro que la hija del presidente de los EEUU tenía un plan muy claro. Esta misma semana se ha abierto oficialmente una oficina cerca del Despacho Oval, desde donde realizará tareas relacionadas con la administración. Mientras, a kilómetros de la capital, la esposa del millonario parece más interesada en quedarse en su lujoso apartamento de Nueva York que en volver a compartir lecho, y responsabilidades públicas, con su marido.
Pero como en Washington hace mucho que los cuentos de hadas dejaron de existir, y la situación política se parece más a un reality show, expongamos los datos. Volvamos a la campaña electoral, cuando todavía nadie apostaba por la victoria del magnate en las elecciones. Un 3 de noviembre, a pocos días de la votación, la radiante esposa del candidato republicano, a la que se empezaba a cuestionar por apenas haber participado en sus mítines, protagoniza su gran acto en Pensilvania. Allí, ante miles de incondicionales, prometía que si se convertía en primera dama, dedicaría sus esfuerzos a mejorar la vida de niños y mujeres.
Especialmente llamativo resultó su decidido interés por luchar contra el acoso o 'bullying' en las redes sociales que afectan a los menores, teniendo en cuenta cómo se las gasta su marido en Twitter. "Los niños y los jóvenes son muy frágiles y las redes sociales pueden ser muy duras. Si el acoso es horrible en el patio del colegio, imagínense en Internet", apuntó la exmodelo, lamentando que a veces estos ataques se producen desde el anonimato.
Melania llegó a aquel discurso presionada por el equipo de campaña, que veía cómo la opinión pública llevaba tiempo hablando de su papel casi invisible en la contienda electoral. Tampoco tenía con quien competir, pues en el lado demócrata, Bill Clinton estaba jugando otro rol. Por contra, Ivanka Trump había emergido como un valor en alza, protagonizando discursos junto a su padre para hablar sobre conciliación laboral, igualdad salarial para las mujeres, bajas de maternidad y programas de ayuda social. Política, a fin de cuentas.
Como ya todo el mundo sabe, Trump ganó el 8 de noviembre. En EEUU, las esposas de los presidentes -aún no se han estrenado los maridos- desempeñan un papel institucional. De hecho, este país creó esta figura para tratar de poner a las cónyuges presidenciales a la altura de las reinas consortes europeas. Luego este título se extendió a otras repúblicas americanas. Pese a que todo el mundo da por hecho que es una obligación ejercerlo, esta tarea no está pagada, no hay un nombramiento oficial y ni siquiera hay una definición exacta de sus funciones. Sin embargo, la tradición manda dedicación plena y, de hecho, las afortunadas en ostentar este cargo no suelen trabajar durante los años que residen en la Casa Blanca.
Las primeras damas siempre se han caracterizado por acompañar a su marido y por desarrollar propias agendas dedicadas a los actos de caridad y fines sociales. Hillary Clinton fue la primera que dio un golpe en la mesa y se metió a sacar adelante proyectos legislativos, dando pistas de que su ambición estaba puesta más en el Despacho Oval que en el ala este.
Cada primera dama tiene su causa personal. Sin irnos demasiado lejos, se recordará a Michelle Obama cultivando su huerto de vegetales orgánicos y animando a los jóvenes a ejercitarse de mil maneras. Su objetivo era reducir las tasas de obesidad infantil y mejorar los hábitos alimentarios del país. En cambio lo que está ocurriendo con Melania no parece tener precedente.
No es sólo que sus apariciones públicas sean escasas. Hasta la fecha, no ha movido aún institucionalmente un dedo en defensa de las víctimas del ‘ciberbullying’. Por poner un ejemplo, en los últimos dos meses, tiempo que lleva ya Trump en el cargo, se han producido varios episodios de violencia con menores y redes sociales implicados que han despertado una alarma nacional. Desde agresiones a violaciones retransmitidas en directo por Facebook o Periscope. Sin embargo, a la primera dama no se la ha escuchado al respecto.
Por contra, Ivanka Trump sí que se ha hecho un hueco en la agenda informativa norteamericana. La última noticia saltaba esta misma semana, a cuenta de que la hija del presidente ha contratado a un equipo de diseñadores para renovar la oficina del ala este en la Casa Blanca, que es tradicionalmente utilizado por la primera dama.
¿ROBANDO EL DESPACHO A MELANIA?
Esto ha servido de mecha a los medios de comunicación, que se han lanzado a publicar todo tipo de especulaciones sobre lo que esto revela. "No sólo se está mudando a ese despacho, sino que lo está redecorando", dijo un miembro del equipo presidencial a la columna de confidencias políticas del New York Daily News. "Es lo que van a llamar la Oficina de la Primera Familia” -en lugar de Oficina de la Primera Dama-. Mientras, desde la Casa Blanca niegan que Ivanka vaya a sustituir a Melania y aseguran que compartirán espacios sin problemas.
No ayuda a despejar este debate el hecho de que la auténtica primera dama permanezca, cual Rapunzel, encerrada en su apartamento de Nueva York -las malas lenguas sostienen que está encantada de la vida-, dando pábulo a toda suerte de rumores sobre problemas conyugales en el matrimonio presidencial, como las informaciones recién publicadas sobre que a Melania no le agrada desempeñar el papel de primera dama, que no quiere mudarse a Washington y que no le gusta dormir con Donald Trump en la misma cama.
Pero dejando de lado estas especulaciones, lo cierto es que parece confirmarse que Ivanka tiene un claro interés por aprovecharse de ese vacío de poder. Para empezar, no tardó en mudarse a Washington, al lujoso barrio de Kalorama, a pocos metro de los Obama y a unos minutos de la Casa Blanca.
Aunque inicialmente no iba a tener cargo o responsabilidad alguna en la administración Trump -su marido Jared Kushner sí que es asesor del comandante en jefe-, su cuenta de Instagram y Twitter -mucho más activo que el de Melania- no para de mostrarla recorriendo los pasillos de la residencia presidencial o participando en reuniones con líderes mundiales. Ya lo hizo antes de que el magnate asumiera el cargo, durante algunas reuniones informales en la Trump Tower de Nueva York. Ahora no se corta ni en el Despacho Oval.
Uno de los ejemplos más recientes fue la visita del primer ministro canadiense, Justin Trudeau. De aquel encuentro trascendió una foto en la que Ivanka aparecía sentada en el escritorio del presidente, con su padre de pie a un lado y el dirigente del país vecino, al otro. Sin olvidar que participó en los encuentros con el líder israelí, Benjamin Netanyahu, es decir, relaciones internacionales con mayúsculas.
Otra episodio de usurpación del papel de primera dama se produjo cuando la joven empresaria acompañó a su padre a la Base de la Fuerza Aérea de Dover para recibir los restos mortales del primer soldado muerto en combate en la era Trump en una operación militar en Yemen. Fue la primera vez que Ivanka asumía los deberes simbólicos normalmente reservados para la mujer del presidente.
CONFLICTO DE INTERESES
Y así, entre foto y ‘selfie’, reunión y discurso, va pasando desapercibido el creciente conflicto de intereses que origina que la hija del presidente tenga algo más que hilo directo con el ala oeste de la Casa Blanca. Para los anales de la historia política americana quedará la intervención de la asesora presidencial Kellyanne Conway en la Fox animando a los ciudadanos a comprar productos de la línea de moda de Ivanka.
El problema no queda sólo en lo anecdótico. La hija del presidente, con despacho propio en la Casa Blanca, también tiene acceso a información clasificada, a pesar de que en teoría no es una empleada del gobierno y, por lo tanto, no está sometida formalmente a las obligaciones de este personal.
Mientras Melania, como mucho, aparece acompañando a Trump los fines de semana en las escapadas a Mar-a-Lago y en algún que otro acto puntual del que resulta imposible escapar, como la Cena con los Gobernadores, que debe organizar la primera dama y que este año coincidió con los Oscar. Y eso que en el último mes sus apariciones han sido muy aplaudidas por los medios de comunicación, que apuntan que una mayor presencia junto a su marido mejoraría la imagen del magnate. Pese a todo, de momento se mantiene el perfil bajo.
"Nos hemos acostumbrado al activismo de la primera dama, pero no hay nada que obligue a desempeñar este papel ni una descripción del trabajo específico para ella", explica a Político Anita McBride, ex jefe de personal de Laura Bush. “Cada una decide cómo gestionar el puesto”.
La Casa Blanca, ante el debate que se ha abierto en la opinión pública, sostiene que Melania se mudará a Washington en verano, una vez que Barron termine el curso. En teoría, todo se normalizará entonces. Rapunzel bajará de su torre y empezará su actividad institucional en DC, con oficina propia y protagonismo compartido con Ivanka. Tampoco en esto la era Trump está siendo una presidencia al uso.
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