Cristina Martín Tesorero, de 38 años, es la séptima mujer asesinada por un hombre desde que comenzó el año. Se suma a la lista de víctimas mortales de la violencia machista en España en 2017, en la que también están Matilde de Castro, de 44 años; Blanca Esther Marqués, de 48; Toñi García Abad, de 33 años; María de los Ángeles, de 77 años [la incluimos en la serie, aunque hay muchos matices en esta historia como se puede comprobar aquí]; Virginia Ferradás, de 55 años; así como una mujer de 25 años cuyo nombre se desconoce. EL ESPAÑOL, en la medida de lo posible, contará la vida de cada una de estas víctimas de un problema sistémico que entre 2003 y 2016 ya cuenta con 872 asesinadas por sus parejas o exparejas.
Seis y media de la tarde del domingo 5 de febrero. Cristina está en su casa de Mora (Toledo) junto a su madre, su sobrino -un bebé de 15 meses- y su marido, Rafael. Esa tarde, su padre, su hija de cinco años y su hermana (madre del bebé) habían ido a Madrid de compras. Tras una discusión, Rafael acuchilla a Cristina en presencia de la madre de ella y del bebé. La abuela sale corriendo de casa con su nieto y pide ayuda. El agresor se encierra en una habitación de la casa, situada en la calle Romanones. La Guardia Civil certifica la muerte de Cristina y detiene a Rafael, que pasará a disposición judicial este martes.
Las mujeres asesinadas por violencia machista no son solo una cifra más. Tras el dato hay nombre y apellidos, familiares y amigos que quedan destrozados, a veces también hijos, hay aficiones, una vida. Se llamaba Cristina Martín Tesorero, tenía 38 años y una hija de cinco. Solía hacer manualidades, en concreto bolsos que luego vendía por internet. Había nacido con una enfermedad conocida como osteogénesis u osteogenia imperfecta, también conocida como enfermedad de los huesos de cristal. Debido a esta dolencia, que debilita los huesos y hace que se rompan con facilidad, Cristina usaba silla de ruedas desde hacía años. "A ella le dolía incluso que la tocaras", recuerda un vecino.
Conoció a Rafael García en un chat de internet hace diez años. Él era mayor que ella, vivía en Canarias y fue a Mora a conocerla. Poco después se casaron. Debido a la enfermedad, ella no podía dar a luz, así que tuvieron a su hija gracias a un vientre de alquiler, proceso que los padres de Cristina costearon.
El padre de Cristina tenía una empresa de reparto de cerveza, y en ese negocio incluyó a su yerno. Él trabajaba, por tanto, como repartidor de Cruzcampo en la comarca. Fue hace un año aproximadamente cuando la familia detectó que Rafael tenía comportamientos agresivos. Le diagnosticaron depresión y le recetaron medicación. Sin embargo, hace dos meses él decidió dejar de tomar la medicación. Nadie de la familia alertó a los servicios sanitarios de que Rafael había dejado de tomar los antidepresivos: según cuentan los vecinos, no querían preocupar a Cristina ni alarmarla.
'Victim blaming'
Rubén Sánchez Ruiz es psicólogo y formador experto en violencia machista. Apunta que "la depresión es un factor de riesgo que se debe tener en cuenta". "Cuando se diagnostica se puede saber si la persona es potencialmente violenta". Sánchez Ruiz hace referencia a los comentarios habituales en noticias así: se justifica el acto agresivo debido a un problema de salud mental. "La teoría del control de la ira es de los años 70. No se debe buscar un desencadenante como la depresión, es un factor más, sino que hay que buscar la explicación en el modelo social, en el que hay machismo estructural".
Con esto, el psicólogo rompe con el clásico argumento que pretende dar una explicación a lo sucedido cuestionando cuál ha sido el desencadenante: "Es como preguntarse qué habrá hecho ella para que él se ponga tan violento". En psicología, esto se conoce como victim blaming (culpar a la víctima) y pretende dar respuesta a una agresión a través de un primer comportamiento de la víctima. "La culpa nunca es de la víctima, y esto es algo que hay que repetir mucho porque todavía tiene que calar en la sociedad", apunta Sánchez Ruiz.
Los vecinos destacan que él "parecía buena persona" y que "parecía una pareja normal, con sus problemas, como todo el mundo". A menudo, esto solo certifica el hecho de que de puertas para dentro el agresor es de una manera diferente. Así lo explica Carla Vall, abogada experta en violencia machista: "Habitualmente, los agresores muestran una cara amable de cara a la sociedad, y una totalmente diferente en casa. Por eso son irrelevantes, e incluso dañinos, los comentarios que los vecinos puedan hacer sobre el agresor. La verdadera relación solo la conocían la víctima y él".
Emilio Bravo, alcalde de Mora, confirmaba a EL ESPAÑOL que se trataba de "un caso de violencia machista" y que el autor era Rafael García: "Cuando lo ves en la televisión lo condenas, claro, y piensas que es horrible que maten a mujeres, pero cuando ocurre en tu pueblo, cuando es tu vecina, no lo concibes", añade. Bravo aseguraba que "cuando se casaron y tuvieron a la niña, la gente del pueblo estaba muy contenta porque la veían feliz".