Las Rías Altas están de moda. Desde la frontera con el Principado de Asturias hasta Cabo Fisterra, la costa norte más agreste de Galicia se ha convertido en todo un reclamo para aquellos indómitos viajeros que buscan adentrarse en la naturaleza virgen y el verdadero encanto de los pueblos con sabor marinero. Este geodestino gallego alberga entre sus límites tesoros naturales y patrimoniales tan extraordinarios como el único faro romano todavía en funcionamiento; el bosque atlántico mejor conservado del continente europeo e incluso los acantilados más altos que podemos encontrar en toda la Europa continental.
Ahora bien, más allá de estas paradas imprescindibles, en las Rías Altas también se esconden otras joyas más tranquilas y menos conocidas a las que merece la pena prestar atención. Un buen ejemplo de ello lo encontramos en el municipio de Valdoviño: este paraíso de la Costa Ártabra ofrece a sus visitantes un sinnúmero de maravillas naturales, patrimoniales y hasta gastronómicas. Desde kilómetros de arenales y calas salvajes ideales para los amantes del surf, hasta imponentes acantilados y rincones repletos de encanto e historia, entre ellos el Faro de Meirás o el Castro de Chao Samartín.
Además, entre los límites de Valdoviño también se enmarca un auténtico remanso de paz que sorprende a los viajeros por la riqueza y belleza de sus paisajes. No hablamos de otro lugar que el litoral de Meirás, un entorno mágico donde la quietud se funde con la naturaleza para dar forma a una perfecta armonía de escenarios.
Descubriendo el encanto de la costa de Meirás
La parroquia de San Vicente de Meirás se enmarca en la zona oeste de Valdoviño, en un extraordinario tramo costero en el que el océano muestra al visitante su cara más salvaje, aun cuando se encuentra resguardado de los vientos del Atlántico. Pese a todo, lo cierto es que el litoral de Meirás conforma un auténtico remanso de paz entre acantilados y pequeños arenales casi vírgenes. La mayoría de estas playas presentan accesos bastante complicados, lo que les ha permitido mantener, en cierto modo, su belleza y entorno prácticamente intactos.
Este recóndito paraíso de Valdoviño se extiende desde Montefaro a Punta Frouxeira, dibujando a su paso pequeñas lenguas de arena como el tridente formado por las calas de O Rego, Os Cortellos y Cano Grande, enclavadas toda ellas entre los conocidos arenales do Río y Os Botes. Al subir la marea, dos de estas pequeñas calas se convierten en piscinas naturales en las que los más atrevidos pueden disfrutar de un baño extremando las precauciones.
La sinuosa costa de Meirás también esconde otros tesoros en forma de monumentos como la Cruz de Punta Frouxeira, imponentes faros y construcciones tan emblemáticas como la pequeña Ermita da Virxe do Porto. Este templo sagrado se sitúa sobre una pequeña península rocosa a la que sólo es posible acceder durante la marea baja.
Existe una leyenda que rodea a esta singular capilla que asegura que fueron los marineros de la zona quienes decidieron levantar el templo sobre el islote porque cada vez que salían a faenar se encontraban en él una talla de la virgen. Además, en esta misma zona también se localiza uno de los faros más modernos de Galicia, un centinela de estilo vanguardista que lleva custodiando la costa de Valdoviño desde el año 1992. Su silueta se alza unos 47 metros sobre un entorno natural privilegiado que esconde bajo tierra una antigua red de túneles militares con vistas al mar.
Un tesoro oculto a simple vista
El principal patrimonio del municipio de Valdoviño son sus playas. En total hablamos de unos 25 kilómetros de litoral en el que conviven grandes y pequeños arenales como el conjunto formado por la conocida laguna y Playa de A Frouxeira (o Valdoviño) todo un referente en la comarca de Ferrol y uno de los conjuntos madioambientales más importantes de Galicia.
Sin embargo, este no es el único tesoro que se esconde en este tramo de la costa en Valdoviño, pues muy cerca del afamado arenal se oculta una preciosa cala donde reina la tranquilidad y el fuerte oleaje. Sin duda, un contrapunto perfecto para disfrutar durante todo el año, ya que presenta un acceso bastante sencillo. Esta pequeña lengua de arena extiende a lo largo de 30 metros en un entorno mágico cobijado entre rocas y bajos acantilados.