Los conocidos como molinos de aceñas o molinos de marea son una verdadera rara avis dentro del patrimonio etnográfico de Galicia. Si bien es cierto que, en términos generales, este tipo de construcciones típicas llevan siglos aprovechando la fuerza de la naturaleza para poder crear energía y utilizarla en beneficio de las distintas poblaciones, la realidad es que los más comunes y presentes en el territorio gallego se corresponden con los molinos hidráulicos de rodicio, es decir, aquellos que emplean una rueda horizontal para generar movimiento gracias a la pujanza del agua canalizada de los cursos fluviales. Por suerte, Galicia cuenta con una situación geográfica privilegiada que hace también posible la existencia de molinos de mareas, ubicados en las líneas costeras de las rías y que se valen de las mareas para su funcionamiento.
Por lo general, las aceas de marea se enmarcan en zonas intermareales en las que es posible aprovechar los ciclos de la bajamar y pleamar para generar corrientes de agua capaces de hacer girar tanto la rueda hidráulica como el resto de mecanismos interiores del molino. A día de hoy apenas se conservan una decena de ejemplos en buen estado de estos tipos de molinos de aceñas, siendo el Muíño das Aceas de Narón uno de los más grandes de toda Europa. No obstante, este espacio para la molienda de referencia en Galicia no puede presumir del mismo modo ser el más longevo dentro de su clase, pues dicho título nos traslada hasta la ría do Burgo, dentro de los límites del municipio de Culleredo. Allí se encuentra el conjunto restaurado de los Molinos de Acea da Má (o de Ama), los más antiguos y mejor conservados de toda Galicia.
El origen de los molinos de mareas más antiguos de Galicia
La historia de los molinos de mareas más antiguos y mejor conservados de Galicia empezó a escribirse allá por el siglo XII. Lo cierto es que los Muíños de Acea de Ama se mantuvieron en funcionamiento a lo largo de 800 años y hoy en día forman parte del enorme patrimonio etnográfico gallego, siendo además el testimonio vivo del esplendor económico de toda esta zona durante la Edad Media. Cabe destacar que el nombre del lugar en el que fueron construidos quedó marcado por las propias estructuras, pues según la Real Academia Galega: Acea significa muíño y la palabra Má o Ama se correspondería con el nombre que antiguamente recibía esta penetración del mar en la costa que hoy conocemos como ría do Burgo.
Este importante conjunto de molinos de mareas de Culleredo fue construido por orden del Mosteiro de Sobrado, que en aquella época tenía una enorme influencia sobre la villa. De hecho, la puesta en marcha de este tipo de espacios para la molienda suponía una forma de control sobre los campesinos, los cuales debían pagar unas elevadas taxas para poder hacer uso de los mismos. Además, cabe señalar que por aquel entonces la mayoría de estos molinos estaban controlados por señores feudales o monasterios, y tan sólo un mínimo porcentaje de ellos era supervisado por pequeñas comunidades de labradores. En cualquier caso, resulta curioso el dato documentado sobre un incremento de la actividad molinera tras el descubrimiento de América, en el año 1492, tanto en el conjunto de la Acea de Ama como en otros molinos gallegos. Esto se explicaría debido a la urgente necesidad de abastecimiento que precisaban los buques para sus largas travesías oceánicas hasta el Nuevo Mundo.
El funcionamiento de estas aceñas de mareas resultaba del todo sencillo incluso para la época, pues a mayor capacidad de la estructura hidráulica, mayor potencia de trabajo tenía el molino. Durante la subida de la marea, el agua se quedaba estancada en una especie de presa que cada vez que estaba llena, cerraba sus compuertas. A continuación, toda esa agua era canalizada a través de unos conductos que permitían mover los rodicios del molino, así como el eje y por último los mecanismos internos que hacían moler el grano. En ese sentido, una de las ventajas que tenían este tipo de molinos frente a otros como los de río o viento es que, al depender del constante movimiento de las mareas, los molinos costeros tenían asegurado su funcionamiento durante varias horas al día, todas las jornadas del año.
La industrialización y el legado etnográfico
La llegada de la industralización supuso, en gran medida, el abandono y desuso de muchos de estos espacios molineros por toda Galicia. Alrededor del siglo XIX, la instauración de un modelo de producción de bienes y servicios a gran escala, mediante el uso de máquinas accionadas por nuevas fuentes de energía, afectó de forma directa a conjuntos como el de los molinos de Acea de Ama. Al principio, en lugar de estos antiguos molinos se instalaron tres estructuras de vapor provistas de una gran chimenea. No obstante, la evolución de esta pieza etnográfica continuaría su periplo hasta el siglo XX, momento en el que su dueño de entonces, el alcalde Andrés Pan Camino, trató de poner en marcha una fábrica de harina en lo que hoy día es el edificio de Servicios Múltiples.
A pesar del intento de su antiguo propietario por cambiar el rumbo del molino, la idea no alcanzó el éxito empresarial deseado y el conjunto pasó a manos del ayuntamiento, convertido en el presente en un importante espacio museístico que acoge también en uno de sus costados la sala de exposiciones Xosé Rey Lado, escultor de hierro y otros metales que tiene obras repartidas por todo el municipio. En la actualidad, los molinos de Acea da Má son la prueba viva de la existencia y magnificencia del Burgo de Faro, una antigua villa que durante buena parte del siglo XII llegó a tener un poder mucho mayor que el de la ciudad de A Coruña. Del mismo modo, entre los muros de este actual museo de la molienda en Culleredo, los paneles explicativos que se reparten por toda la propiedad acercan al visitante a una de las prácticas ancestrales más arraigadas dentro de las fronteras gallegas.