En Galicia, pero también en otros puntos de la geografía española, son muchos los pueblos que a lo largo del tiempo han ido desapareciendo bajo las aguas de algún curso fluvial o que, en el mejor de los casos, han tenido que ser trasladados de su ubicación original. Sin ir más lejos, el emblemático río Miño esconde en sus fondos varios de estos pueblos y ruinas fantasmas, entre ellos los de la fortaleza milenaria de Castro Candaz o los restos de aldeas como Ribó o A Ermida. Sin embargo, en esta ocasión queremos poner el foco en la historia de una localidad que se vio obligada a reconstruir su núcleo en un lugar diferente tras ser devorada por las aguas del Miño.
Enmarcada todavía en el corazón de la Ribeira Sacra, la renovada localidad de Portomarín se ha convertido en uno de los destinos gallegos más importantes del Camino de Santiago y el pueblo mágico al que todos quieren viajar en el interior de Lugo. Lo cierto es que este municipio lucense goza de una ubicación privilegiada a los pies del río más largo de Galicia, aunque lo más curioso de su historia tiene mucho que ver con el trasladado de su emplazamiento original a mediados del siglo XX después de que la villa primigenia quedase totalmente anegada por el agua.
La historia del pueblo que resurgió de las aguas
Desde la época medieval hasta su desaparición bajo las aguas, la antigua villa de Portomarín disfrutó de varios siglos de esplendor a orillas del Miño y en las proximidades de un antiguo puente romano. Lo cierto es que esta localidad gallega había sido declarada Conjunto Histórico-Artístico ya en el año 1946 debido a su enorme riqueza paisajística, natural y patrimonial. El fin de su historia llegaría a mediados del siglo XX, en una época en la que el régimen franquista impulsó la creación de embalses por toda la geografía española, llegando a provocar la desaparición de aldeas y localidades enteras.
En el caso particular de Portomarín, no sería hasta el año 1962 cuando la creación del embalse de Belesar propiciaría que el río Miño engullese por completo a esta histórica población. Emblemáticos lugares como el antiguo templo románico de San Juan (S. XII) o los pazos del Conde de la maza y Berbetoros quedaron sepultados por el curso fluvial. En aquel entonces a los habitantes de Portomarín se les presentaron dos opciones: una vivienda en la nueva ubicación o una indemnización para trasladarse a vivir a otro lugar. Con todo, el cambio de emplazamiento no fue demasiado significativo, ya que el nuevo núcleo de la ciudad se localiza en las cercanías de las ruinas aunque en un enclave mucho más elevado sobre la ladera del Monte do Cristo.
Además, cabe destacar que a pesar del cambio de ubicación, el aspecto de su callejero continúa conservando esa estética antigua y señorial que mantienen otros pueblos medievales de Galicia. De hecho, los monumentos más importantes de la antigua villa, entre ellos los citados templos y pazos, fueron reconstruidos piedra a piedra sobre el nuevo emplazamiento. Lo más curioso es que durante la temporada estival o en las épocas de sequía es muy frecuente que los restos vuelvan a emerger del Miño y permitan a los visitantes recordar la historia de uno de los pueblos más mágicos de la región.
Una parada en el Camino Francés
La ruta francesa del Camino de Santiago se ha convertido en uno de los itinerarios más transitados y mejor valorados de todos cuantos caminos xacobeos existen. De hecho, cada año realizan este fascinante trayecto de 930 kilómetros más de la mitad de los peregrinos que llegan a la capital gallega. Sin ir más lejos, en el año 2019 dicha afluencia rozaba el 55% del total de personas. Pero más allá del encanto propio de cada pueblo y etapa del Camino Francés, Portomarín constituye una de las paradas clave dentro de esta ruta que nace en el corazón de Saint-Jean-Pied-de Port (Francia) y que recorre el norte peninsular hasta conquistar Compostela.
La verdad es que la localidad de Portomarín es escogida por muchos aventureros del Camino de Santiago para pernoctar debido en gran medida a todos los servicios de los que dispone el pueblo, siendo por ello mismo uno de los puntos con mayor concurrencia de peregrinos a la hora de hacer noche. Cabe destacar asimismo que el pueblo lucense toma además relevancia al enmarcarse en el final de etapa desde Sarria (para muchos la primera etapa) y ser a su vez el punto de partida hacia Palas de Reis.