Aunque se ubica sobre una loma que lo alza en altura, el Castillo de Doiras parece confundirse con la espesa vegetación de los montes de Cervantes. Conocido también como Castelo da Ferrería por estar próximo a la Ferrería de Fonquente, es uno de los monumentos más insignes de la Serra dos Ancares, considerado una auténtica fortaleza inexpugnable, ya que a su elevado enclave se suma una gran puerta de entrada que se abre a más de 4 metros de altura.
A su vera se halla el río Cancelada, que riega el entorno natural donde se halla el castillo, teñido de intensos y variados tonos de verde, que cambian a ocre y a rojo según la época de año. Muy cerca de él pasa la carretera LU-723, que parte de las inmediaciones de Balboa, una aldea que pertenece a la parte leonesa del Valle de Ancares, que comparte con la zona gallega su arquitectura de pallozas y que también dispone de su propio castillo.
Recorrer esta sinuosa carretera de montaña que atraviesa San Román de Cervantes hasta llegar a Doiras supone hacer un viaje lleno de curvas, subidas y bajadas y, si no se presta atención, es fácil pasar de largo el castillo. Su acceso, protegido por una verja llena de herrumbre, da paso al sendero que conduce hasta él. El edificio, visto de frente, parece estar formado sólo por una solitaria torre del homenaje, pero pronto apreciamos que el conjunto constructivo consta de una estructura rectangular de veinte metros de largo por diez de ancho, en el que se encajan gruesos muros de metro y medio de espesor. La altura de estas murallas, de unos ocho metros, alcanza los dieciséis en la torre almenada.
La puerta de entrada al edificio, un arco de medio punto a cuatro metros del suelo, da paso al “patio de honor” y a las estancias del castillo, ampliamente restauradas. Sin embargo, el Castillo de Doiras, como muchos otros del patrimonio gallego, desluce, más que luce, en estado de semiabandono. Para ponerlo en valor y potenciarlo como referente turístico en la zona, la Diputación de Lugo aprobó a principios de 2021 un presupuesto de 95.000 euros para limpiar y reparar el edificio y hacer labores de desbroce en la vegetación que, más que rodearlo, lo invade.
En la actualidad es posible conocer el Castillo de Doiras, siempre en visita guiada previa reserva telefónica, aunque los días y horarios están restringidos. Las vistas de los montes de Cervantes desde la torre del homenaje son espectaculares.
No hay muchos datos acerca del Castillo de Doiras. Considerado desde 1994 como Bien de Interés Cultural dentro del catálogo de monumentos del patrimonio histórico de España, la fortaleza se data en el s. XV y perteneció al Señorío de Cervantes y a los Condes de Grajal.
Aunque no hay mucha más información, sí son varios los mitos y leyendas que han crecido alrededor del castillo. La más nombrada, no constatada por los historiadores, es la posible vinculación de Miguel de Cervantes Saavedra a esta zona, y se debe a tres indicios. El primero relaciona el nombre de pila del autor de El Quijote, Miguel, a un pueblo próximo de la misma parroquia de Vilarello donde está el castillo: el lugar de San Miguel. El segundo supone que el primer apellido del famoso “manco de Lepanto” puede proceder del municipio, Cervantes, o de uno de los dueños del castillo, el señor de Cervantes. Por último, en la conocida como Casa de los Saavedra, un pazo señorial ubicado en Vilarello, lucía antaño el escudo de armas de los Saavedra, aunque hoy no se conserva porque fue retirado por sus actuales propietarios.
Y si estas pistas que relacionan al Castillo de Doiras con Miguel de Cervantes parecen inverosímiles o fruto de invenciones populares, la leyenda de Aldara, la mujer cierva, es tomada muy en serio por los habitantes del municipio de Cervantes.
Se dice que en pleno Medievo desapareció de Doiras la princesa más joven, una dama de gran belleza llamada Aldara, a quien sus padres y hermanos acabaron dando por muerta tras buscarla inútilmente por los espesos bosques de Cervantes. Tiempo después, su hermano Egas paseaba por el monte en época de caza, cuando una hermosa cierva blanca cruzó ante él, que le dio muerte de un flechazo. Al ser la presa muy grande, una vez memorizado el lugar, cortó una pata y la guardó para mostrar a sus padres el trofeo de caza. Al llegar junto a ellos y mostrarles la pata, esta ya no era tal, si no que se había convertido en la mano blanca y fina de una doncella que lucía el anillo de Aldara.
Presas del pánico, Egas y sus padres volvieron al lugar donde tendría que estar el cuerpo sin vida de la cierva, pero en su lugar yacía la malograda Aldara, muerta, atravesada por una flecha y sin una mano. Nunca se supo por qué la joven se transformó en animal, pero las tradiciones medievales atribuían a los pelos de cierva, e incluso a las patas, protección contra “el Maligno”, representado por un macho cabrío.
Y así, al amparo de los montes y los valles de Os Ancares, de los improbables orígenes lucenses del dramaturgo Cervantes y de la leyenda de la joven cierva, resiste el Castillo de Doiras, en espera de su pronta restauración para mostrar al mundo su monumental belleza.
Emma Sexto