Rincones de Galicia: Faro de Punta Nariga, un perfecto mirador al Atlántico
Varado cual barco en la costa malpicana, el Faro de Punta Nariga se presenta como uno de los mejores observatorios al océano atlántico de Galicia y un enclave mágico en la abrupta Costa da Morte.
25 diciembre, 2020 06:00Es el faro más moderno de Galicia y forma parte de una de las rutas a pie más bellas y ambiciosas del litoral gallego, O Camino dos Faros, y de un nuevo itinerario, no oficial, que propone recorrer en coche o en moto todos los faros de la Península Ibérica: la Ruta 181, llamada así por el número de faros que la componen.
El Faro de Punta Nariga se encuentra en Barizo, a unos 11 km de Malpica en coche por la carretera DP-4307. Antes de llegar pasaremos por las inmediaciones del Petroglifo de Punta Nariga, de acceso algo complicado en el que, al abrigo de un entorno rocoso, encontramos una curiosa y recóndita estación de arte rupestre, ejemplo del megalitismo gallego.
A partir de ahí la carretera desciende casi en picado hacia el mar y hacia el faro que, con su forma de proa de barco, parece adentrarse en el océano embravecido, tan característico de la escarpada Costa da Morte. Nada más avistarlo ya se cobra consciencia de que quizá el faro no es de los más espectaculares de Galicia, pero sin duda sí es de los más peculiares.
Fue el arquitecto César Portela, Premio Nacional de Arquitectura en el año 2000, quien ideó y construyó el faro en 1995, aunque tardó tres años en inaugurarse y encenderse por primera vez. Se optó por el granito gris de Mondariz para alzar sus dos primeros niveles de base triangular, y sobre ellos su esbelta torre de 39 metros de altura hecha en granito rosa de Porriño, que se convierte en un perfecto mirador, ya que no es posible subir a la torre.
A la primera base se accede a través de una escalinata, mientras que en el segundo cuerpo se encuentran las dependencias del almacén, aparatos, transmisores y maquinaria, además de un espacio donde el farero podía refugiarse en caso de que las inclemencias del tiempo le obligaran a pernoctar en la torre. Esta remata en una linterna cuyo brillante haz luminoso, que funciona de forma automatizada, está a 50 metros sobre el nivel del mar y alcanza con facilidad 22 millas de distancia.
En uno de los vértices de esa imaginaria proa de embarcación atracada en puerto, surge una impactante escultura en bronce que actúa como mascarón del barco y que parece desafiar a la gravedad. Es “El Atlante”, de Manolo Coia, que simula una figura, mitad hombre, mitad gaviota, arrojándose en plena carrera al mar para regresar a su hogar. Por eso es conocido también como “O soño do emigrante”, en clara alusión al movimiento migratorio que tuvo lugar el pasado siglo en estas tierras.
El viento es aquí otro de los protagonistas, no en vano en las cercanías de Punta Nariga se ubicó durante años un gran parque eólico con 67 molinos. Ese mismo viento, junto con la agresiva acción del mar sobre los acantilados, han modelado las rocas próximas, confiriéndoles formas de animales y extrañas figuras que hacen volar la imaginación.
Todo el entorno de Punta Nariga es fascinante para visitar, tanto en verano como en invierno, ya que ofrece constantes cambios de luz que hacen las delicias de aficionados a la fotografía y que contentan a los más exigentes buscadores de atardeceres. Aquí, el paso del día va tiñendo de distintos colores las formas pétreas del faro, con tonos que oscilan entre el rosa, el añil y el malva hasta fundirse con el rojo crepuscular.
Emma Sexto