A Coruña fue una importante base de operaciones corsarias en Galicia. Los barcos se armaban en el puerto coruñés o en Ferrol antes de iniciar su actividad en alta mar, saqueando los buques de las naciones enemigas o comerciando con esclavos, aunque hubo otros emplazamientos como Marín, A Guarda, Pontevedra o Ribadeo que tuvieron fuerza en los siglos XVIII y XIX.
El centro de armamento de corsarios en la comunidad gallega, sin embargo, fue Vigo, algo que se entiende si se tiene en cuenta el contexto histórico. "O inimigo de España é Inglaterra, e o comercio inglés con Portugal é moi importante, de feito os seus viños e bodegas teñen nomes británicos", explica el catedrático de Historia Moderna de la Universidade da Coruña (UDC), José Manuel Vázquez Lijó.
¿Quiénes eran los corsarios?
Lejos de la creencia popular que asimila los corsarios a los piratas, la actividad de estos marineros era totalmente legal. "O corso é unha actividade alternativa cando hai guerra. Un comerciante marítimo ten inseguridade nos fletes durante unha guerra, e os que teñen capital logran unha Patente de Corso, arman un buque e asedian ao inimigo", explica Vázquez Lijó.
Esto era beneficioso para la Corona al dañarse el comercio del enemigo y para el armador, que corría un riesgo grande al poder llegar a perder el barco. Es por esto que el corso solo se realiza en periodos de guerra, ya que de otra forma sería piratería: en tiempos de paz, los barcos regresaban a la actividad ordinaria y había que seguir de nuevo las normas.
"Por iso cando usamos a expresión patente de corso fai referencia á licenza que daba a Coroa ou a República, dependendo do país, para corsear, para instigar ao inimigo", explica Vázquez Lijó. La patente de corso, por tanto, no da autorización para hacer lo que uno quiera, ya que en origen se podía atacar a barcos de una bandera en un área determinada.
¿Y qué era preciso para convertirse en corsario? Lo fundamental era tener un barco en propiedad, armamento, pertrechos y la tripulación, que tenía que pasar una inspección de la Comandancia Marítima. Todo ello iba de la mano del aval, que funcionaba como garantía frente a comportamientos fuera de la ley de la Patente del Corso.
Así, no todo el mundo podía convertirse en corsario. Un patrón de pesca "normal" no podía armar un barco a corso. "Necesitas ter un capital, depositar as fianzas. É unha actividade para a que a xente común do mar non pode facer o investimento, son armadores comerciantes con interés no litoral", señala el historiador Vázquez Lijó.
A Coruña, base de corsarios
A Coruña fue el núcleo corsario más importante de Galicia durante las guerras napoleónicas, desde finales del siglo XVIII hasta principios del XIX, aunque ya había tenido mucha fuerza en la época del imperio de los Austrias (siglo XVII). La ciudad herculina tuvo una gran relevancia durante estos períodos y, durante las guerras de la Coalición, se llegaron a dar 171 Patentes de Corso.
El puerto coruñés centralizó el tráfico marítimo entre Galicia y América a partir de 1765 y, desde finales de siglo y durante las guerras napoleónicas, el capital acumulado por estos negocios se invirtió en la habilitación de decenas de corsarios que tendrán A Coruña como centro logístico. Así lo refleja el trabajo El Corso gallego en la Guerra del Asiento de Vázquez Lijó.
El mismo texto explica que Vigo también seguiría siendo un escenario fundamental para el desarrollo de la actividad, ya que la ciudad olívica era la base no solo de corsarios gallegos sino también franceses. Estos últimos, indica Vázquez Lijó, tenían una "mayor capacidad depredadora", algo que se refleja en el tamaño y valor de los barcos que saqueaban.
La vinculación de los corsarios y el comercio de esclavos
El catedrático de Historia e Institucións Económicas Luis Alonso Álvarez está inmerso en el estudio de la esclavitud en Galicia, lo que de forma indirecta lo ha llevado a los corsarios. "Os que se adicaban á trata de negros eran corsarios, tiñan que ter a Patente de Corso", señala el historiador. Todo esto coincide con la época en la que el comercio de esclavos era legal, desde finales del siglo XVIII hasta 1820.
Alonso Álvarez señala que durante este período el Estado habilitaba a determinados comerciantes a hacer viajes en corso y mercancía armados con sables, puñales o cañones para los barcos, acontecimientos sobre los que existen escrituras públicas. "Todo isto tiñan que adquirilo en Ferrol, unha persoa pagaba unha fianza e despois tiñan que entregalo cando remataba o permiso", indica el historiador.
Uno de los nombres que más suena en A Coruña cuando se habla de corsarios es el de Barrié, en referencia a los franceses ascendentes de Pedro Barrié de la Maza. "Dicir que o primeiro Barrié que veu de Francia era corsario non é certo de todo, porque era comerciante de negros. Era corsario formalmente, tiña que pedir patente, comprar a munición en Ferrol… Pero non era exactamente corsario", señala Alonso Álvarez.
Durante la época en la que las guerras contra Inglaterra y Francia eran una constante hay, sin embargo, muchos otros nombres, como Marcó del Pont en Vigo o el Marqués de Amboage en Ferrol. A Coruña no se queda atrás: además de Barrié, estuvieron implicados en el negocio los Torres Moreno, Marcial del Adalid, Eusebio da Guarda, José Menéndez y su mujer Modesta Goicouría.
"Adicábanse básicamente á trata de esclavizados. Ían a África con determinadas mercadorías e adquirían dos blancos que estaban establecidos alí os escravos, que levaban cara finais do século XVIII a Bós Aires ou Río de la Plata e posteriormente a Cuba, que foi un gran receptor de escravos", explica el catedrático de Historia e Institucións Económicas, que señala que en todo caso no eran corsarios como se conocen comúnmente.
Y es que la trata de esclavos era mucho más rentable que el comercio de mercancías. "Con dúas viaxes que fixeran a África, xa se facían ricos. O capitán, o armador… a actividade tiña boas marxes de beneficio", indica el historiador, que añade: "Isto explica que despois da sinatura dos tratados para prohibir a trata se seguise facendo. Gañábase máis porque tiña moito risco e subiran os seguros e os salarios".
El corso entró en decadencia desde principios del siglo XIX y la actividad fue desapareciendo hasta convertirse en un recuerdo, también en A Coruña. Atrás quedaron los miles de kilómetros que recorrieron los corsarios con barcos armados para comerciar con mercancía y esclavos y que actualmente, muchas veces, se confunden con piratas.