La moda como arma de empoderamiento
Una reflexión sobre cómo la moda femenina ha ido acompañada de su mayor protagonismo en la sociedad
12 junio, 2021 12:06Hace unos días, la Asociación Española del Lujo me invitó a dar una charla sobre la moda y la belleza. La organización quería huir de la superficialidad y poner de manifiesto no solo el aspecto exterior sino su impacto en el ámbito más profundo.
De primeras me pareció imposible no caer en la banalidad, al fin y al cabo la moda es una manifestación externa, sin embargo es capaz de producir sensaciones a quién la admira, al igual que la belleza.
Al reflexionar sobre el papel que jugó la moda en la historia recordé como determinados colores unen a grupos de personas en la lucha por una causa, como fue el caso del movimiento sufragista de principios del s. XX en el que mujeres de Londres o Nueva York se manifestaron para poder votar y ser elegidas para cargos públicos. El grupo británico de activistas eligió tres colores que las representaban: el blanco, signo de pureza, el morado de dignidad y el verde de esperanza, e incluso los famosos almacenes Selfridges diseñaron ropa en esos colores para quienes quisieran apoyar al movimiento. Visto desde la perspectiva de hoy, podría parecer incoherente que estas mujeres en su día revolucionarias siguieran vistiendo corsés, prenda incomodísima que servía para potenciar la silueta femenina, sin embargo ellas jugaban respetando las reglas para romperlas. Si fueran un grupo de hippies 50 años adelantadas tal vez nadie las habría escuchado.
Pocos años después, en los 20 se deja atrás esa marcada “ultrafeminidad” para dar paso esos trajes tan “Gran Gastby” sin marcar cintura, ni realzar pecho ni caderas. Los trajes de estilo flapper son signo de rebeldía, mostrando las rodillas y rompiendo con el ideal de belleza anterior, apostando por la comodidad. Pero pocos años después Dior inunda Europa con su New Look… que no es en realidad tan new porque trae la cintura de avispa (ahora ya sin corsé, gracias) y es mucho más estructurado que los vestidos vaporosos de un par de décadas atrás. La paradoja es que la mujer más empoderada en París o Nueva York soñaba con este look para esos momentos en los que quería sentirse especialmente cómoda, en la mejor versión de sí misma. Después: minifaldas, plataformas, leggings, y después de tantas vueltas, de repente la mujer con más voz de España (o al menos la más escuchada) lleva chándal y las uñas de gel.