En el siglo IV, un grupo de monjes huyeron de Roma a causa de la persecución del emperador Diocleciano contra los católicos y se refugiaron en el Monte Titano donde, comprometidos con su fe, construyeron un pequeño templo con piedras de una cantera cercana. Aquella pequeña comunidad, en pleno corazón de la península itálica, fue creciendo y estableciendo sus propias reglas, totalmente independientes de los ducados que le rodeaban. En el año 1243, se formó el primer consejo comunitario para organizar su política interna y en 1291 el Papa Nicolás IV le dio a esta comunidad el reconocimiento de estado independiente, convirtiéndose en la primera república del mundo, cuya autonomía fue confirmada en 1631 por el Papa Urbano VIII. Entre los monjes que fundaron aquella comunidad, se encontraba un cantero que daría nombre, siglos después, a esta república: San Marino. Cientos de años más tarde, en una esquina de la Península Ibérica, miles de personas, hartas de ser olvidadas por el Estado Español, intentaron emular lo ocurrido en el Monte Titano poniendo en marcha un sueño que unió al movimiento obrero y al nacionalista y que duraría tan solo unas horas: la desconocida y olvidada I República Gallega.
Galicia lleva acusando la desatención por parte del estado central desde hace siglos, solo así puede entenderse que en un territorio repleto de recursos cientos de miles de personas se viesen forzadas a emigrar durante los siglos XIX y XX debido a las hambrunas y la pobreza, provocadas, entre otros factores, por el aislamiento al que siempre había estado sometida. Por ese motivo, en 1860, se aprobaba una línea de ferrocarril que uniría Madrid con Galicia.
Tan solo había un problema, el trazado escogido a su paso por Galicia era el más complicado y costoso de construir de toda España, por lo que fue olvidado y archivado en un cajón. El proyecto no se retomaría hasta en 1926, en plena dictadura de Primo de Rivera, con la aprobación del Plan Guadalhorce, gracias al cual que se pretendía mejorar el mallado ferroviario español con nuevas líneas y reducir el desempleo. El plan era tener terminada la nueva línea de ferrocarril a Galicia en 5 años.
Tan solo seis años después del inicio de esta faraónica obra, el 23 de junio de 1931, el gobierno de la recién estrenada II República Española, decidió suspender las obras del ferrocarril en el tramo gallego. El Ministerio de Fomento paralizaba los trabajos debido a los recortes presupuestarios ordenados por el Ministerio de Hacienda, desde donde se consideraba que esta línea era un despilfarro de dinero y tiempo.
La paralización de unas obras que llevaban acumulando décadas de retraso no solo perpetuaba el abandono y la incomunicación de Galicia con el resto del estado, sino que implicaba dejar sin empleo a unos 15.000 trabajadores directos.
Y los gallegos estallaron.
La desafortunada decisión dio lugar a un levantamiento popular contra el gobierno, declarándose una huelga obrera apoyada por comerciantes, pequeña burguesía y toda la prensa gallega de la época.
Los primeros altercados se produjeron en O Carballiño, en la provincia de Ourense, capital de la comarca donde nació este movimiento. El 23 de junio de 1931, tras la dimisión de toda la junta de gobierno de la ciudad en señal de protesta, una manifestación de trabajadores y vecinos toma el ayuntamiento y proclama el Estado Gallego.
Tan solo dos días después, el 25 de junio, las protestas se trasladan a la ciudad de Ourense, donde se suceden las asambleas, mítines y manifestaciones, que paralizaron por completo la ciudad. Alrededor de la una de la madrugada, una gran concentración de personas llegadas de todas las comarcas de la provincia marcha hacia el ayuntamiento, irrumpen en el salón de plenos, retiran la bandera española, izan la gallega y proclaman, por primera vez en la historia, la República Gallega.
En asamblea, se redactaron una serie de puntos entre los que se exigían la dimisión de todos los cargos de ayuntamientos y diputaciones, que los gallegos con cargos en el gobierno central renunciasen a ellos, y además se emitía un comunicado en el que se declaraba la baja de Galicia en todas las tributaciones al estado español.
Si bien quienes escriben la historia les han restado importancia, los sucesos de Ourense alcanzarían gran repercusión en la prensa española, europea e incluso estadounidense, recibiendo la atención de medios como el Chicago Tribune, cuyo corresponsal señalaba la noticia de lo ocurrido con palabras como “En la esquina noroeste de España ha emergido una nueva nación, la República de Galicia”.
Dos días después de los altercados de Ourense, el 27 de junio, se decreta también la huelga general revolucionaria en Santiago de Compostela y a las siete de la tarde tiene lugar un mitin en la Alameda en la que participan, entre otros, Alonso Ríos, una figura clave del movimiento de proclamación de la república.
Alonso era un pontevedrés que había emigrado a Argentina y regresado a España para representar a los emigrantes poco antes de la proclamación de II República Española, era presidente de la Asamblea Republicana de A Coruña y un ferviente defensor del Estatuto de Autonomía de Galicia. Cuando se produjo el golpe de estado de Francisco Franco, el 18 de julio de 1936, formó un comité de defensa de la República y participó en la resistencia de Tui, la última ciudad gallega en caer en manos rebeldes el 25 de julio de 1936.
A pesar de ser perseguido y de haber puesto precio a su cabeza en repetidas ocasiones, jamás lograron detenerlo y se exilió a Buenos Aires, donde ostentó el cargo de presidente del gobierno gallego en el exilio hasta 1980, año en el que falleció.
Aquella tarde de junio de 1931, Alonso Ríos se dirigió a miles de personas, que esperaban impacientes sus palabras: “Hagamos nuestra revolución por encima de todos los poderes centrales habidos y por haber, proclamando nuestra independencia”.
Y así lo hicieron.
Al frente de la multitud, Alonso los guio hasta el Pazo de Raxoi, las dependencias municipales de la ciudad, tomándolas, izando la bandera gallega y proclamando la independencia de Galicia como la I República Gallega. Allí, los revolucionarios pidieron a Alonso que ocupase la presidencia de la república, pero éste reclamó tiempo para ver qué hacían el resto de ciudades antes de tomar más decisiones.
Sin embargo, al día siguiente, 28 de junio, el gobierno, con buen criterio, ante el cariz de los acontecimientos que llevaban días observando, decidió reanudar las obras del ferrocarril, motivo por el que los representantes de los trabajadores optaron por suspender las movilizaciones. De esta manera el movimiento popular perdió fuerza, provocando que la insurrección no se extendiera y que la proclamada como I República Gallega llegara a su fin.
A pesar de la corta vida de esta revolución, lo ocurrido entre el 23 y el 27 de junio de 1931 debe ser recordado como un trascendente momento de la historia en la que, durante cinco días, el pueblo gallego tomó consciencia de su situación periférica y el movimiento obrero se unió al nacionalismo, demostrando al mundo que Galicia es un territorio diferenciado, único y con su propia historia detrás.
Respecto al ferrocarril a Galicia, se pretendía terminar la obra en cinco años, pero se necesitaron más de treinta, una república, una guerra civil, dos dictaduras, más de 15.000 personas y varios cientos de víctimas para finalizar una obra faraónica con 14 viaductos, 182 túneles, 692.000 metros cúbicos de hormigón y más de 19 millones de metros cúbicos de movimientos de tierra.
El 1 de julio de 1957, Francisco Franco inauguraba el tramo hasta Ourense y nadie recordaba ya la que fue conocida como la I República Gallega.
Iván Fernández Amil. Historias de la Historia.
Referencias:
- es.wikipedia.org
- lavozdegalicia.es
- elespanol.com
- elmundo.es
- nosdiario.gal
- elpais.com
- nuevarevolucion.es
- acalexandreboveda.gal
- vieiros.com
- cig.gal
- culturagalega.org
- es.ara.cat
- ciere.org