¿Cómo es posible que en una ciudad sin mar pueda estar el mayor puerto de España y la segunda mayor lonja del mundo? Porque en Madrid, todo es posible. Mientras los madrileños duermen, cientos de camiones venidos de las costas españolas y europeas depositan, en sus más de 650 muelles de carga y descarga, toneladas de pescado, 132 millones de kilos anuales, convirtiendo este lugar en el mayor puerto español y la segunda lonja de pescado más grande del mundo, solo por detrás del mercado de Tsukiji, en Tokio. Pero Madrid no solo cuenta con un puerto sin mar, sino que, hace más de 200 años, también contó con su propia flota corsaria fletada por empresarios de la capital, que quisieron sumarse al negocio del corso. Estos lobos de mar establecieron su base en Baiona y sus tripulaciones estaban formadas por valientes y temerarios gallegos que buscaban fortuna arriesgando sus vidas. Entre todos aquellos buques que saqueaban el mar, hubo uno que puso en jaque a la marina inglesa y que fue uno de sus grandes dolores de cabeza en las costas atlánticas de la península ibérica: el corsario Espadarte

La lonja de Mercamadrid. https://es.wikipedia.org

En 1779, iniciada la Guerra de la Independencia de los Estados Unidos, España decidió apoyar a los rebeldes, provocando que la corona dispensara patentes de corso para que corsarios españoles atacaran intereses británicos en el mar.

Los corsarios no eran piratas, aunque se parecían. Ambos se dedicaban a saquear barcos, pero los piratas lo hacían violando las leyes para su propio beneficio, en tiempos de paz o de guerra, y contra cualquier enemigo o nación. Los corsarios, en cambio, lo hacían sólo en tiempos de guerra y bajo el permiso de su país, concedido en una Patente de Corso.

El corso era legal y su principal objetivo era sabotear el tráfico marítimo de las naciones enemigas buscando debilitarlas, por eso la Patente de Corso era tan codiciada, debido a los privilegios que concedía al armador que la poseía: cobertura militar, suministros de munición y armamento, títulos nobiliarios, grados militares, pensiones… además de la mayor parte del botín del buque atacado.

Patente de corso firmada por Carlos III. https://es.wikipedia.org 

Pero ser corsario no era fácil. Era necesario disponer de un barco en propiedad, armamento, pertrechos y tripulación. Además, se tenía que pasar una inspección por parte de la Comandancia Marítima. Pero, sobre todo, la Patente de Corso tenía un importante requisito que pocos podían cumplir: era necesaria la presentación de una fianza o aval como garantía frente a comportamientos fuera de la ley y de la Patente.

Por eso, los más grandes corsarios del mundo fueron comerciantes, empresarios y armadores, los únicos que podían hacer frente, económicamente, a un aval.

Patente de corso inglesa. https://es.wikipedia.org 

Gracias a la privilegiada situación geográfica de Galicia, en la ruta comercial entre Inglaterra y Portugal, proliferaron los corsarios gallegos, una “industria” que no solo hizo ricos a muchos empresarios, sino que fue uno de los grandes factores para el desarrollo de ciudades como Vigo, Marín o A Coruña.

Francis Drake uno de los corsarios ingleses más famosos y más odiados de su época. https://es.wikipedia.org

Por todos estos motivos, en el año 1800, el empresario madrileño Pedro Antonio de Ibarra junto a otras importantes figuras de la capital, decidieron sumarse al próspero negocio del corso, por lo que armaron varios barcos en Galicia.

La inversión inicial no debió ser muy grande, ya que el primer buque corsario que armaron en Baiona tenía un solo cañón, un obús y 20 tripulantes. Su nombre era San Francisco Xavier, aunque era conocido por todos como “Espadarte” y estaba capitaneado por Lorenzo Olveyra.

Aprovisionado y armado, el 1 de junio del año 1800 zarpó del puerto de Baiona en busca de presas británicas, pero, tras más de un mes frente a las costas de Lisboa, una zona muy transitada, ni un solo barco se puso a su alcance. 

Corsarios franceses con botín y prisioneros británicos en 1806. https://es.wikipedia.org

Las provisiones se acababan y la moral disminuía cada día, hasta que, por fin, el 4 de julio la suerte les sonrió.

Ese día divisaron un gran convoy británico de 45 mercantes con sus bodegas cargadas y rumbo norte, de regreso a Inglaterra, pero había un problema: su escolta militar estaba formada, nada más y nada menos, que, por un navío de línea de 74 cañones, una fragata y una goleta. Era imposible vencer a semejante fuerza con su cañón y su obús.

Así que el capitán Olveyra ideó un temerario pero inteligente plan: cuando se hiciera la noche, se internarían en el convoy en absoluto silencio, abordarían alguno de esos mercantes y lo robarían al amparo de la noche. Aquella idea era muy peligrosa, ya que los mercantes solían ir armados con varios cañones que podían hundir instantáneamente al pequeño corsario y alertar a su escolta. Pero solo había una opción posible, lo hacían o volvían de vacío a sus casas

El corsario Confiance, comandado por Robert Surcouf en octubre de 1800. https://es.wikipedia.org

Todos estuvieron de acuerdo en seguir adelante con el plan del capitán.

Aquella noche el pequeño Espadarte se infiltró en el convoy británico sin hacer saltar la alarma, guiándose por las decenas de faroles que iluminaban a los mercantes, hasta que decidieron su presa, el Ceres, un fabuloso bergantín de 350 toneladas con 12 tripulantes a bordo y 4 cañones que estaba ligeramente alejado de la escolta y en la parte trasera del convoy.

Tras acercar su barco, el capitán y cuatro corsarios más subieron al mercante. Tras reducir a su tripulación, sacaron al bergantín del convoy, que seguía su rumbo sin sospechar que uno de sus integrantes había desparecido. En Inglaterra nadie se habría imaginado que, siendo medio centenar de barcos y escoltados por la Marina Real británica, alguien se atrevieses a robar delante de sus narices uno de sus barcos.

Corsarios otomanos atacando un navío inglés. https://es.wikipedia.org

Los dos buques pusieron rumbo a puerto, no sin antes zafarse de una fragata de guerra británica a la altura de Lisboa que a punto estuvo de desbaratar el regreso a Galicia, donde informaron del botín a los armadores madrileños: 186.000 libras de algodón, 100 quintales de palo de Brasil y 19 pipas de vino, una pequeña fortuna.

El Espadarte protagonizaría más acciones similares durante varios años, llegando a capturar un mercante y dos bergantines en menos de una semana en febrero de 1805, convirtiéndose en uno de los corsarios más temerarios y más odiados por los británicos

Corsarios y gallegos, ¿qué podía salir mal?

Iván Fernández Amil. Historias de la Historia.

Referencias:

  • es.wikipedia.org
  • cronicamaritima.es
  • todoababor.es
  • paxinasdaguarda.blogspot.com
  • retablodelavidaantigua.blogspot.com
  • lavozdegalicia.es
  • elpais.com
  • laopinioncoruna.es
  • elidealgallego.com
  • elcorreogallego.es
  • armada.defensa.gob.es