Así son los tableros de juego barrocos que se esconden por toda la ciudad de Santiago
Llevan ahí tres siglos, tallados en la fría piedra mojada de los lugares más emblemáticos de la capital gallega. No se esconden, están a la vista de todos… pero pasan desapercibidos
5 noviembre, 2022 06:00Compostela fue declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO en el año 1985, propiciando así el interés por parte de investigadores que acercaron nuevos conocimientos sobre la ciudad. Los tableros de juego barrocos fueron descubiertos por el colectivo A Rula, una asociación cultural que se dedica a proteger y divulgar el arte rupestre en el área de Compostela.
El colectivo se ha encargado de mapear y estudiar dichos tableros desde que en 2013 se descubrió el primero en la Iglesia del Carmen de Abajo. Aunque a día de hoy no se está llevando a cabo una búsqueda específica, se siguen encontrando tableros por toda la ciudad. ¿El último descubrimiento? En San Roque, donde se sitúa el Instituto Padre Sarmiento.
Hablamos con Luis del Río, del Colectivo A Rula, para contarte todo sobre los más de 200 tableros de juego barrocos que han sobrevivido al paso del tiempo en la ciudad peregrina.
¿Quién los creó y con qué finalidad?
En los siglos XVII y XVIII, si bien parecía que Santiago vivía un momento de esplendor económico y social, esto era solo en apariencia, pues gran parte de la sociedad pasaba por un mal momento financiero. Resultado de esta carencia económica, era necesario para muchas personas pedir limosna a las afueras de iglesias y monasterios. Como esta espera podía ser larga, jugaban con estos tableros para matar el tiempo. De este modo, la supervivencia de estos juegos refleja estratos sociales que apenas se mencionan a lo largo de la historia.
Por otro lado, las clases bajas tenían también la necesidad de buscar formas de entretenimiento adaptadas a su economía y ritmo de vida, ya no solo en fiestas sino también en el día a día de la sociedad. Se jugaba principalmente al tres en raya, conocido en aquella época como “pai fillo nai”. De hecho, hasta los años 60 se hacían campeonatos en los tableros de Praterías. Con la llegada de la Ilustración se imponen en las ciudades cambios en las gestión urbana y nuevas formas de entretenimiento, por lo que podría decirse que a finales del siglo XVIII las y los ciudadanos dejan de tallar estos juegos en las rocas.
¿Dónde ver tableros?
A pesar de que en la actualidad se pueden encontrar hasta 200 tableros, muchos se han perdido debido a labores de limpieza, restauración o por el simple paso del tiempo. La mágica lluvia santiaguesa juega un papel importante sobre ellos, puesto que la fuerza del goteo puede modificar o borrar estructuras, pero a su vez puede deshacer la erosión del granito, dejando ver nuevos. Consejo: el momento óptimo para reconocerlos es el atardecer.
Estructuras sencillas compuestas, generalmente, por nueve agujeros organizados en grupos de tres y ubicadas en los principales espacios públicos: Plaza del Obradoiro, barrio de Vista Alegre, Convento de San Francisco, Plaza de Mazarelos, Convento de Santa Clara… Al preguntarle a Luis si existe algún tablero especialmente curioso, nos indica que en la Plaza de la Azabachería, frente a San Martín Pinario, existen algunos que además de los agujeros tienen lineas entre cada uno de los puntos.
Curiosamente, en Santiago aun quedan elementos antiguos e historias que los propios locales desconocemos. Tal vez solo debamos fijarnos un poquito más la próxima vez que salgamos a las calles…
La historia tras el tablero de Casa del Cabildo
Visitar la Casa del Cabildo siempre es una buena idea: una pieza de arquitectura única del siglo XVIII que posee además de un interesante pasado, algunas de las mejores vistas de la ciudad desde su balcón central, el cual esconde una historia muy especial.
Siempre amable y sonriente nos encontramos en recepción a Bea, santiaguesa de toda la vida y apasionada por las historias de la ciudad. Nos cuenta que hace relativamente poco un señor de 105 años entró en el edificio diciendo que había sido su colegio cuando era pequeño y que si podía subir al balcón central para hacer una comprobación. "Nunca nos habíamos fijado pero allí mismo había un tablero de juego", cuenta Bea, "él y su hermano, ya fallecido, habían tallado un tablero de tres en raya para jugar con botones".
Pero nunca llegaron a jugar. El profesorado se enteró de la travesura y no les dejó volver a salir al balcón. Casi un siglo después, cuando Don Amador creía que fallecería sin haber jugado sobre ese tablero, se reencontró con esa obra que él y su hermano tallaron de pequeños. Y entonces, muy emocionado, jugó por primera vez.