Emilia Pardo Bazán (A Coruña, 16 de septiembre de 1851-Madrid, 12 de mayo de 1921) realizó crítica del arte musical y pictórico en artículos, pero también dentro de su narrativa. No fue la única: otras como Carmen de Burgos, María Martínez Sierra o Margarita Nelken fueron pioneras en el siglo XIX cuando las mujeres no podían profesionalizarse al no tener acceso a la universidad.
La burguesía decimonónica y el liberalismo político español dibujaron una nueva sociedad a su medida en la que se quiso encorsetar a las mujeres en un ideal de vida doméstica. Pero, al tiempo que la domesticidad y el espíritu liberal-burgués marcaban claramente la diferencia entre espacio privado y espacio público, relegando a la mujer al primero, se va a posibilitar una mínima apertura para la realización femenina a aquellas que pertenecían a una clase hegemónica dando lugar a que algunas intelectuales pudiesen viajar y disfrutar de las actividades culturales (ópera, cine, bailes de salón, etc.), y llegar a adentrarse en los ámbitos de la literatura, la prensa, la opinión pública o, en el caso único de Pardo Bazán, al de la Universidad.
La Segunda República española conllevó cierta "feminización" del discurso, dando cabida a la mujer en la esfera pública y promoviendo, en cierto modo, su acceso a la política y a la independencia económica y social. Sería con la llegada al poder del régimen franquista cuando cayeron las expectativas de abrir un camino hacia una liberación real de la mujer.
A Coruña
A finales del siglo XVIII, A Coruña contaba con cerca de 40.000 habitantes; su crecimiento fue enorme tras la creación de la fábrica de tabacos y el auge de los textiles, vidrios, conserveras, etc., siendo la nueva sede de la administración central. La burguesía frecuentaba las tertulias, bailes de salón, asociaciones culturales, debates y encuentros en casas de determinadas familias y ambientes: un ambiente que formará parte de la vida de Emilia Pardo Bazán, con el Teatro Principal como un impulso del género musical y operístico en la ciudad natal de la autora, siendo relevante en la concepción de sus obras y también en sus críticas de arte.
La literata
En 1905, Pardo Bazán publica La Quimera en la que introduce juicios sobre arte pictórico a través del protagonista Silvio Lago, un pintor en el que se oculta la personalidad del artista coruñés Joaquín Vaamonde (1872-1900).
En esa misma obra La Quimera y en Dulce Dueño introduce su propia opinión musical. En Por el Arte, Pardo Bazán expresa la necesidad de reconstituir la música, proponiendo a Wagner, compositor del Romanticismo, como modelo de perfección y criticando la ópera italiana, que define como "obligadamente admirada, pero algo burda y pegadiza".
De la lectura de crónicas, críticas y diversas reflexiones de la autora en La Ilustración Artística, La Nación, el Diario de la Marina y el Nuevo Teatro Crítico revelan su visión del Arte que, según ella, debe aspirar a unos ideales precisos. Pardo Bazán no duda a la hora de expresar cuáles han de ser la virtudes de un gran cantante, siendo especialmente relevante la capacidad de proyectar "grandes dosis de sentimiento en su interpretación". También alude a la falta de capacidad creativa de algunos autores poniendo como ejemplo de artista versátil a Chapí, que muere a los 57 años, habiendo estrenado ya con gran éxito Margarita la Tornera.
Emilia Pardo Bazán tenía opiniones propias que dejó plasmadas en artículos para revistas y periódicos, y formó parte del mundo de los grandes salones y las tertulias de los cafés, viajando a París, Londres, Roma, Berlín, Múnich o Viena, mundos que ella vio, integró y que nos ha dado a conocer desde su punto de vista.