Refugiadas ucranianas en Galicia: "Estamos agradecidas a las familias que nos han ayudado"
Esta semana se cumple un año del inicio del conflicto armado, que ha dejado más de 7.000 muertos civiles según la ONU
20 febrero, 2023 06:00El 24 febrero de 2022 los ciudadanos y ciudadanas de Ucrania amanecieron con la noticia de que su país estaba siendo invadido por el ejército de Rusia. Un año después el conflicto continúa y se estima que en estos meses han perdido la vida más de 7.000 civiles, a los que se suman alrededor de 11.000 heridos, según datos de la ONU. Asimismo, ACNUR cifra en siete millones el número de desplazados por la guerra. En Galicia, la Asociación Galega de Axuda a Ucraína (AGA) ha trabajado desde aquella primera semana asistiendo a las personas que han llegado como refugiadas.
Una de las personas que tuvo que dejar el país después de que estallara el conflicto fue Yulia, de 22 años, que reside desde la primavera pasada en A Coruña con su hijo de tres años, Iván, mientras su marido, Sergiy, de 28, permanece en Ucrania luchando en el frente. La familia de Yulia llegó a Galicia gracias a un conocido que residía en Ortigueira después de recorrer cientos de kilómetros en autobús y tren desde Ucrania hasta Alemania.
Cuando estalló la guerra, Yulia se refugió junto a su familia en el sótano de su casa. Eran alrededor de 15 personas entre los que había varios niños, y la joven cuenta que el espacio era tan reducido que apenas podían dormir todos tumbados.
"A los pocos días se fue la luz y ya no podíamos cocinar, tampoco cargar los teléfonos móviles para recibir noticias del exterior", relata, por esa razón ella y su hermana decidieron acercarse a casa de un familiar para conseguir un generador eléctrico. Esa fue la primera vez que vieron "la devastación en las calles, los tanques, los soldados…".
"Justo cuando estábamos llegando empezó un bombardeo fortísimo y tuvimos el tiempo justo para refugiarnos. Mi hijo estaba en el sótano con el resto de mi familia y entré en pánico", explica. Ese día las dos pudieron regresar con su familia, pero el padre de una amiga, con el que tenía una relación muy cercana, falleció en el ataque.
Yulia recuerda con cierto cariño el 6 de marzo del año pasado, el día del cumpleaños de su hijo y de su hermana, cuando lograron hacer un pastel con lo que quedaba en la despensa de unos vecinos que les dejaron las llaves después de marcharse. "Estaba malísimo y les prometimos a todos los niños que el año que viene habría una fiesta mucho mejor", cuenta.
Sin embargo, de aquellos días Yulia destaca sobre todo la sensación de que "la vida había acabado".
Finalmente, varias semanas después del inicio de la ocupación, decidieron salir del pueblo, cercano a Kiev, y subir a unos autobuses de evacuación "sin saber a dónde íbamos". "Estar allí era peligroso, pero salir también, había noticias de que las bromas caían encima de los coches", detalla.
Terminaron en Leópolis, después decidieron seguir hacia Polonia, y finalmente hasta Alemania, donde vieron la posibilidad de seguir hasta España. Durante esas semanas dormían en las estaciones y también en centros de acogida para refugiados. "Dormir en un gimnasio era lo más bonito porque estábamos a salvo y por lo menos nos podíamos tumbar", explica.
Yulia cuenta que esta es una de las pocas veces que habla de lo sucedido pero quiere contar su vivencia para que se sepa que "no son números sino historias y vidas reales". En estos meses, reconoce, además de tristeza ha sentido "mucha ira, rabia, emociones que nunca había experimentado".
Ahora está estudiando español en A Coruña, y además cursa un grado de tecnología de alimentos de forma online. Si bien, en Ucrania tenía un negocio de venta de pan de masa madre junto a su marido que le iba bien y echa de menos: "Tenía muchas clientas, y ahora no tengo nada", lamenta.
Además, la joven espera poder ver pronto a su marido, con el que habla a menudo por teléfono, aunque no sabe cuándo podrán reencontrarse.
"Una familia nos acogió en A Coruña sin conocernos"
Otras de las personas que llegó a Galicia en aquellas semanas fue María, de 44 años, que vive en A Coruña con su hijo de 12 gracias al trabajo de AGA.
María, natural de Bajmut, se encontraba en Járkov, ciudad muy cercana a la frontera con Rusia, cuando estalló la guerra. Aquellos primeros días también los pasó viviendo en un sótano junto a su familia, hasta que los cortes de luz producidos por los bombardeos les obligaron a huir hacia el oeste del país. En el sótano, relata, lograban "calentar agua y hacer algo de comida", pero cuando se fue la luz, el frío, con temperaturas que llegaban a bajo cero, les impedía conciliar el sueño "incluso tapados con diez mantas".
Después de llegar a la zona de Ternópil huyendo de los bombardeos tuvieron que marcharse una vez más para evitar que su hermano y su hijo mayor fueran reclutados por el Ejército para ir al frente. En ese periplo terminaron en Truskavets, donde María escuchó hablar de unos autobuses -fletados por AGA en colaboración con grupos locales- para salir del país.
Ahora María lleva un año viviendo en A Coruña, al principio fue acogida por una familia hacia la que siente un "gran agradecimiento" por haberles acogido a ella y a su hijo "sin conocernos de nada". De hecho, siguen en contacto y su hijo, Máxim, va a comer con ellos una vez a la semana.
Sin embargo el proceso de adaptación no ha sido sencillo. Al cabo de unos meses María pasó por una depresión porque "echaba mucho de menos" su país y aquí todo "es muy diferente", si bien desde el otoño se siente mejor, en parte gracias a que ha podido aprender algo de español y a que su hijo ha hecho bastantes amigos en el colegio y se encuentra bien.
En este momento, María, que tiene formación financiera y en Ucrania estuvo empleada en Hacienda y en la banca, trabaja de niñera y en sus ratos libres acude a clases de español. Además, está inmersa en un proceso burocrático para poder juntarse con su marido, de origen indio.
El marido de María viajó a la India antes del conflicto y pensaba regresar a principios del mes de febrero de 2022, sin embargo, el fallecimiento de su padre le obligó a posponer los vuelos para el día 26 de febrero, dos días después de que estallara el conflicto armado. Desde entonces están separados y ella espera poder juntarse en España con él.
Respecto a las perspectivas de futuro, María asegura que no hace planes, agradece sentirse a salvo con su hijo, pero echa de menos su país y al resto de su familia y espera poder regresar. En ese sentido, explica que muchos ucranianos no han logrado adaptarse en los países de acogida y algunos han regresado a Ucrania a pesar de la guerra porque "echan mucho de menos su casa".