17 años de la catástrofe del Prestige, en el recuerdo colectivo de Galicia
Miles de voluntarios recogieron más de 90.000 toneladas de fuel, en un tiempo en que los gallegos incorporamos la palabra chapapote a nuestro vocabulario y teñimos de negro el blanco de la bandera
13 noviembre, 2019 19:24Era un día, como hoy, de fuerte temporal en la costa gallega. Un petrolero con bandera de las Bahamas y originario de Liberia anunciaba que había una fuga en el casco de la embarcación, cuando se encontraba frente a la Costa da Morte. Una costa, en realidad, llena de vida, que terminaría muriendo atrapada en el espeso fuel derramado por aquel barco, botado en su día con el nombre de Prestige, y que hoy sigue trayendo un recuerdo sombrío a la memoria de los gallegos.
El 13 de noviembre de 2002 comenzaba la historia de una catástrofe anunciada que nunca se hubiese querido contar. Se iniciaban seis días en los que, entre mensajes tranquilizadores por parte de los políticos de la época, se trataba de alejar al maltrecho petrolero de la costa previendo que lo peor estaba por llegar.
El día 19 de noviembre de hace 17 años el monocasco del carguero se partía en dos. Decenas de miles de toneladas de crudo comenzaron a depositarse principalmente en las costas de Galicia, viéndose afectadas también las de Francia y Portugal. Los pesqueros dejaron de faenar, los mariscadores de mariscar.
Fue en ese momento en el que palabras como "chapapote" y marea negra entran en nuestro vocabulario. La Torre de Control Marítimo de A Coruña, se convirtió en el punto donde se coordinaba la gestión de la limpieza de los kilómetros de costa y de rescatar a miles de aves afectadas.
"Nunca máis" se convierte en lema y bandera para todos los gallegos. Galicia entera se movilizó en manifestaciones reclamando responsabilidades ante el desastre ecológico. El escritor Manuel Rivas leyó un manifiesto ante miles de personas congregadas en la plaza del Obradoiro el día dos de diciembre, solicitando declarar a Galicia zona catastrófica.
Otra marea, pero de solidaridad, también se desencadenó a raíz de la catástrofe. Cientos de miles de voluntarios, llegados de toda Europa se enfundaron en monos blancos, y provistos de guantes y mascarillas, retiraron kilos de chapapote que asfixiaban la vida costera.
Un desastre que despertó también una conciencia medioambiental, reflejada en la ola de protestas como manifestación de la rabia de ver ante nuestras costas la mayor tragedia ecológica de la historia de España y que, desde entonces, pasen los años que pasen, nos sigue haciendo repetir: "Nunca Máis".