Un galope nervioso y lejano en la fría oscuridad que precede al amanecer. Un grupo de jockeys cabalga una decena de purasangres, que prensan con sus cascos y herraduras una suave pista de fibra de polipropileno cuya textura se siente al tacto como la de una playa en el paraíso. A su lado, varios centauros calientan sobre la arena en una danza circular e hipnótica; en el centro observa, paciente, atento a cada movimiento, a cada cojeo, el maestro de ceremonias, Guillermo Arizkorreta, director de la orquesta de relinchos y bufidos que compone la sinfonía matutina del Hipódromo de la Zarzuela.
Este donostiarra de 49 años es el entrenador de caballos de carreras con el mayor palmarés de victorias de España. La última, hace sólo unas semanas, cuando uno de sus equinos se hizo con el primer puesto en el Gran Premio de Madrid, el galardón más prestigioso y cotizado de España. Clientes de todo el país, desde exministros como Íñigo Méndez de Vigo hasta miembros de la jet set como el exconsejero de ACS Antonio García Ferrer y algunas celebrities lo eligen a él como tutor personal de sus purasangre ingleses, el único animal que Arizkorreta cuida y pule en las cuatro pistas de Zarzuela con el mimo de un orífice. El exjockey hace de ellos los más veloces, los más dinámicos, los más cotizados; es un forjador de leyendas al servicio de uno de los deportes más antiguos de la humanidad.
"Existe un gran desconocimiento sobre este mundo", señala Arizkorreta mientras el jinete checo Václav Jánacek, campeón hace unos meses en el sevillano Gran Hipódromo de Dos Hermanas, revienta el silencio con el trote salvaje de su corcel. "En España somos muy pequeños en comparación con otros países. En Reino Unido nacen 10.000 purasangres al año; aquí, apenas 100. No hay una industria, y nunca se han puesto las herramientas para que se desarrolle. Por eso los propietarios de los caballos son el motor del sector". A pesar de que es un área asediada por el desconocimiento, Arizkorreta factura alrededor de 2 millones de euros anuales con sus servicios, tiene a una treintena de empleados a su cargo y entrena a un escuadrón de 75 cabalgaduras ubicadas en la Villa Norte de cuadras del hipódromo madrileño.
"Los entrenamos a diario, de lunes a sábado. Es un trabajo duro que se vuelve una forma de vida. No tienes tiempo para ti. Todo gira en torno a los caballos. A veces vienen corridos; otras los pulimos desde cero. Les busco las carreras adecuadas, superviso sus entrenamientos, su alimentación, quién los monta en las competiciones. Aquí, en el Hipódromo, tengo cinco patios. Cada animal tiene su box de 14 metros cuadrados. Todos los días los limpiamos dos veces, les cambiamos el agua, les damos forraje, los alimentamos, los cepillamos". Después, los llevan a ejecutar sus ejercicios diarios con vistas a ponerlos a punto para las carreras. Poco a poco, gracias a su expertise, a su paciencia, al boca a boca, Arizkorreta se ha ganado a pulso el sobrenombre de 'mejor entrenador de caballos de España'.
Los logros conquistados por el donostiarra tanto a lomos del caballo como en tierra son inabarcables. A él, hombre poco dado a las alabanzas y enemigo de la altanería, ni siquiera le gusta hablar de ello. Hace falta rascar en su pasado para que confiese que fue tres veces campeón de España como gentleman-rider, la categoría de jinete no profesional en carreras –años 97, 98 y 99– y subcampeón mundial en la misma categoría. También que fue el campeón absoluto de jinetes nacional, el único no profesional que ha logrado tal título hasta la fecha. Le sigue, ya como entrenador de caballos de carreras, un palmarés de 951 títulos, el mayor del territorio nacional, y desde 2012 lidera la estadística nacional de preparadores.
[Javier Díaz tiene el único criadero de caballos de oro y plata de España, de 70.000 euros y rusos]
"A diferencia de lo que ocurre con las estadísticas de los jockeys que montan a los caballos, la de los preparadores no se mide contando el número de victorias totales en carreras, sino el dinero en premios que se gana a final de año. En cada carrera se galardona a los cuatro primeros animales, y en los últimos doce años los que yo he entrenado siempre han quedado los primeros en la estadística".
En la Península Ibérica las carreras no son tan típicas como en Inglaterra, Francia, Suiza, Japón, Irlanda o Estados Unidos, donde sí existe una vasta cultura caballista, especialmente gracias a la ferviente pasión que emerge de los paddocks. De hecho, en España sólo hay siete hipódromos, de los cuales los eventos más importantes se celebran en el de Madrid, con 255 carreras anuales; en el Donostiako Hipodromoa, en San Sebastián; y en el Gran Hipódromo de Andalucía, en Dos Hermanas, Sevilla. Entre ellos promueven alrededor de 430 encuentros al año y entregan 5 millones de euros en premios. El más importante, el Gran Premio de Madrid: una competición de 2.500 metros de distancia de carrera que se celebra de forma anual y que lleva aparejada, para el vencedor, 50.000 € de remuneración. El pasado junio, los caballos entrenados por Arizkorreta quedaron en primer y tercer lugar.
PREGUNTA.– ¿Qué tipo de caballos son los mejores para carreras y qué distingue a un buen ejemplar?
RESPUESTA.– Yo sólo entreno a ejemplares de pura sangre ingleses. Son animales muy sensibles que se ponen nerviosos con facilidad, que tienen muchísima energía, y por eso debemos tratarlos a diario. A pesar de ello, son muy generosos. Debemos trabajarlos metiéndonos en su cabeza, movidos por la intuición. Al ser una raza que desciende del caballo árabe, es más veloz y precoz, se desarrolla antes. Si se cruza correctamente también se puede adaptar a otras disciplinas. Es la raza por excelencia en todas las carreras del mundo. No hay otra igual.
P.– ¿Cuánto puede costar un ejemplar? ¿Y mantenerlo? ¿Es un deporte de lujo sólo apto para ricos, como se suele decir?
R.– El mantenimiento y entrenamiento de un caballo puede costar unos 1.500 € al mes, lo que genera mucho empleo directo e indirecto: los jockeys, los guarnicioneros, los que fabrican el pienso, los cameros, los herradores, los veterinarios. Es increíble el tejido empresarial que hay alrededor de un sólo animal. Sobre el precio de un caballo, yo los he comprado para clientes tanto por 3.000 € como por 200.000 €, aunque algunos se venden a 3 o 4 millones de euros. El valor no garantiza nada, es relativo; depende de muchos factores, entre ellos el pedigrí y las características del propio animal. Por lo demás, yo creo que eso de decir que es un mundo para ricos viene del desconocimiento. No es así. Cada vez se está poniendo más de moda comprar un caballo de monta entre varias personas, como si fuese una multipropiedad.
P.– ¿Cuáles son los principales tipos de carreras que se llevan a cabo en España?
R.– En general, en todo el mundo, las más comunes son las carreras de vallas y de liso. De las primeras, en Europa, sólo hay en Francia, Irlanda e Inglaterra, ya que son las segundas, las de suelo liso y sin obstáculos, las más extendidas. Cada caballo, según sus características y nivel, opta a un tipo de carrera u otra. Se dividen en tres grupos –Grupo 1, 2 y 3– y un cuarto conocido como Listed [la antesala de los grupos; las otras son las de máximo prestigio]. Los mejores del mundo son los caballos que compiten en el Grupo 1, pero en España no hay. Después, un Comité Internacional designa el nivel de las carreras y, en función de los caballos, les mete en una categoría.
P.– ¿Cuál es el secreto de sus múltiples victorias?
R.– ¡Tener muchos caballos! (Ríe). Es algo verdaderamente subjetivo, como cuando eres un entrenador de fútbol. ¿Quién entrena mejor a un equipo que otro? Es difícil de decir. El entrenador de caballos tiene muchos factores determinantes alrededor: ostentar una buena cartera de clientes, contar con buenos ejemplares, gestionar bien su negocio. Si no tienes los mejores animales, por mucho que seas un gran entrenador, no vas a poder ganar. Quizás hay algo de suerte en la ecuación.
P.– ¿Cuál es la vida útil de un caballo de carreras?
R.– La mayoría no compiten mucho, porque es un deporte muy exigente. Con el coste que tienen, si no merecen la pena desde jóvenes, se les da salida en otras disciplinas, como el ride o el horseball. Generalmente comienzan a competir desde los dos años, aunque comenzamos a entrenarlos antes. Algunos aguantan hasta los nueve antes de 'jubilarse', pero lo normal es que estén cuatro, cinco o seis años. En cualquier caso, pueden vivir hasta los 20.
P.– ¿Se ha encontrado alguna vez con el rechazo de los animalistas?
R.– A nosotros no nos dan problemas porque somos pequeños, pero fuera de España sí que existe mucha presión. Es algo que no tiene sentido, porque quienes nos dedicamos a esto cuidamos muy bien a los caballos, y si algo aúna a todos los que estamos aquí es la pasión por los animales. Piensa que ellos han nacido para esto y, aunque sea duro, les gusta lo que hacen.
Caballistas entregados a la competición
El diccionario de caballería está impregnado de términos que designan elementos que sólo pertenecen a la jerga de los hipódromos. Los maiden, por ejemplo, son los caballos en activo que aún no han ganado una carrera; el paddock hace referencia al recinto donde se pasean los caballos antes de la carrera, ante cuya imponente presencia los apostantes vuelcan sus economías e ilusiones; las manos son las direcciones en las que se corren las carreras; los handicappers definen a los especialistas que dan a conocer qué caballos son los mejores en base a sus características y a sus pesos; la poule es un tipo de carrera de 1.600 metros en la que compiten ejemplares de tres años, cuyos vencedores, en España, reciben el Premio Valderas y el Premio Cimera; el derby, por el contrario, es una prueba de 2.400 metros reconocida por el premio Villapadierna.
No hay trofeo que Guillermo Arizkorreta no luzca con orgullo en las vitrinas de sus caballerizas. "Algo que siempre me hizo mucha ilusión era viajar al extranjero. Entre mis primeras metas estaba ganar en Dubái. Hacerlo me dio una satisfacción enorme", confiesa. "Aunque la carrera que más ilusión me ha hecho es la que nos dio la Copa de Oro de San Sebastián. Fue una sensación muy especial, porque es mi tierra natal".
La pasión de Guillermo Arizkorreta por el mundo equino se inició precisamente en su cuna donostiarra. Que acabase siendo un caballista ejemplar fue fruto de los incomprensibles designios del destino, ya que nadie en su familia se dedicaba a ello, en su casa no tenían cuadras y ni siquiera la genética estaba de su lado, ya que la voz nasal con la que habla es consecuencia de su alergia a los caballos. "En el colegio tenía unos amigos que montaban mucho en una hípica de Oyarzun. Cuando fui por primera vez, me quedé fascinado. Me apasionaba el trato con ellos".
Fue en esa etapa cuando entabló una estrecha amistad con Ioritz Mendizabal, uno de los grandes jockeys internacionales. Arizkorreta comenzó a montar a los 15, estudió Administración y Dirección de Empresas y decidió presentarse a sus primeras carreras como jockey amateur, aún en su veintena, ganando tres campeonatos de España y, en 1997, el de campeón absoluto de jinetes. Después llegaron las victorias internacionales como preparador. En 2009, el Prix du Palais-Royal de París, Grupo 3, gracias al tordo As de Trébol; en 2021, con Rodaballo, la 88 edición de la Kronimus Oetingen Rennen (Gr2); en 2023, La Coupe de Maisons-Laffitte (Gr3) en Longchamp, ensillando a Naranco. A lo largo de su carrera ha sumado casi trece millones en premios, colocaciones y primas.
No obstante, antes del éxito, se abrió paso en el mundo de las carreras como cualquier hombre movido por un sueño. Viajó a Inglaterra para aprender de Luca Cumani, uno de los más prestigiosos entrenadores y criadores de caballos de pura sangre del planeta. "Allí hice de todo, desde hacer las camas [los establos] hasta montar y, poco a poco, dentro de su organigrama, fui ascendiendo hasta ser su assistant durante tres o cuatro años. Supervisaba toda la estructura que tenía y, cuando él faltaba, yo me quedaba a cargo".
Años después, ya con 31 y de vuelta en Madrid, sublimó todos esos conocimientos en Guillermo Arizkorreta S.L., su actual empresa. Lo explica mientras un cuarto grupo de caballos sale a entrenar. Otra vez. "Patience pays", reza la expresión inglesa. La paciencia recompensa. Es el lema de Arizkorreta, importación de sus conocimientos adquiridos durante la etapa con Cumani.
El sol recalienta las legendarias tribunas del hipódromo, Monumento Histórico Artístico y obra de ingeniería racionalista de Eduardo Torroja. El cuarto grupo de purasangres concluye su ejercicio, un tipo de entrenamiento tranquilo al trote y, ya en la cuadra, los jockeys los devuelven a sus boxes.
Jánacek guía al suyo hacia unas balas de paja mientras tira con suavidad de su cabestro; una joven jinete limpia con una esponja el asombroso pelo marrón de otro corcel, brillante como el de un Akhal Teké; un último desmonta la muserola de su ejemplar, le retira la montura y le acaricia la testuz con enternecedora entrega. Mañana será otra victoria.