¡Ay, si las cigalas, las gambas blancas, las gambas rojas, los carabineros, los besugos, las merluzas o los rapes se pudieran recoger a mano de un arbusto como si fueran tomates o racimos de uvas!... Pero a estas y otras especies de mariscos y pescados exquisitos hay que ir a pescarlos a menudo a más de cuatrocientos metros de profundidad en los caladeros del Atlántico Nororiental, bien metidos mar adentro, arrancándolos de las profundidades submarinas con redes y rastrillos de fondo, como hacen los barcos pesqueros de arrastre. Rafael Núñez, conocido como Manigueta, y su amigo Jesús Pérez comentan en el muelle de Sanlúcar de Barrameda que todavía "hay gente que se cree que se cogen de las ramas" los frutos del mar que ven en las cajas del mercado.
El arrastrero Manuel Antonio I que pilota Rafael es uno de los alrededor de 500 barcos españoles de artes de contacto de fondo que, como otros europeos, tienen prohibido desde el 10 de octubre faenar en 87 zonas protegidas a más de 400 metros de profundidad. Este lunes ha entrado en vigor el nuevo Reglamento de Ejecución (UE) 2022/1614 de la Comisión Europea de 15 de septiembre (publicada en el Diario Oficial de la Unión Europea el 19 de septiembre y con efectos al cabo de veinte días), que busca con esta veda indefinida proteger los "ecosistemas submarinos vulnerables", como los habitados por corales.
El objetivo medioambiental parece razonable, pero la medida, que España disputa argumentando que usa datos científicos no actualizados de 2011, ha desatado la inquietud y las protestas, de momento solo verbales y más bien resignadas, de pescadores, armadores y autoridades pesqueras españolas, tanto del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación que dirige Luis Planas como de los gobiernos autonómicos de Galicia, Andalucía, País Vasco, Cantabria y Asturias. Los barcos españoles afectados de estas comunidades, que tendrán que cambiar de caladero, faenan en el Gran Sol (cerca de Irlanda), el Cantábrico y el golfo de Cádiz. El patrón de arrastre Rafael Núñez cuenta a EL ESPAÑOL | Porfolio cómo les va a cambiar su vida. En el mercado habrá muchas menos cigalas y gambas blancas, por ejemplo.
En esencia, el nuevo reglamento pesquero europeo para el Atlántico Nororiental restringe el anterior al ampliar de 800 a 400 metros de profundidad el límite a partir del cual no se puede pescar con artes de contacto de fondo en las 87 áreas delimitadas en su anexo. Según su título, en el Reglamento "se determinan las zonas de pesca en aguas profundas existentes y se establece una lista de zonas en las que se conoce la existencia de ecosistemas marinos vulnerables o la posibilidad de que existan"
La Alianza Europea de Pesca de Fondo (EBFA, por sus siglas en inglés), a la que pertenecen la patronal española de armadores Cepesca y las cofradías, cifró inicialmente en 10.000 pescadores comunitarios los afectados, de los que 2.500 pescadores y 500 buques son españoles, informa Efe. El gobierno de Galicia estima un posible impacto negativo de 347,5 millones de euros y el de Andalucía de 100 millones, en este caso con 600 pescadores.
De padre a hijo
Rafael, de 37 años, patrón del Manuel Antonio I, su padre, también Rafael, que es el armador del buque, y sus otros cuatro tripulantes son algunos de los afectados por la nueva restricción en el puerto pesquero de Bonanza, en Sanlúcar de Barrameda (Cádiz), donde el río Guadalquivir desemboca en el Atlántico. Él encaja el cambio con gravedad y calma, como haría con un temporal. La noticia le ha llegado mientras las flotas de arrastre del golfo de Cádiz (sobre todo en los puertos de Ayamonte, Isla Cristina y Punta Umbría, de la costa de Huelva, y este de Sanlúcar, en la de Cádiz) cumplen su anual parada biológica obligatoria de 45 días para favorecer la regeneración de los caladeros.
Como paran entre el 15 de septiembre y final de octubre, cuando Rafael vuelva a zarpar el 1 de noviembre tendrá que buscar una zona alternativa en el golfo de Cádiz donde echar las redes, después de muchas temporadas acudiendo a las mismas aguas que antes frecuentaron su padre y su abuelo Manolo. Ambos fueron patrones mayores de la Cofradía de Pescadores de Sanlúcar. A los dos Rafael, padre e hijo, los conocen con el mismo sobrenombre, Manigueta.
La restricción "nos afecta a todos los pescadores en algo, porque va a haber más competencia todavía. Los que pescábamos en el caladero ahora cerrado tendremos que ir adonde ya hay otros. Seremos más en el mismo sitio, habrá más de lo mismo, el pescado durará menos y bajarán los precios", resume Rafael, de pie al borde del muelle pesquero, junto a los arrastreros parados.
A diferencia de sus colegas andaluces, los pesqueros de arrastre gallegos, a los que no les toca ahora la parada biológica anual −rotativa en España, para que siempre estén abastecidos los mercados−, han apurado estos últimos veinte días antes de la entrada en vigor del Reglamento pescando en los caladeros de fondo en el Gran Sol que se acaban de cerrar. Allí buscan especies de fondo como el besugo.
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La veda es para los arrastreros españoles un golpe que obliga a muchos a reconvertirse radicalmente, cambiando de aguas y de especies, y puede abocar al cierre a más de uno. Pero su impacto será menor al que temían en un principio. El reglamento europeo establece el veto en los mencionados 87 polígonos de pesca en aguas interiores comunitarias del Atlántico Nororiental, de la península Ibérica a Irlanda, con una superficie de 16.419 kilómetros cuadrados (1,16% del total), pero posteriormente, como anunció el Ministerio español, se ha matizado que los españoles podrán seguir faenando en 41 de esas 87 reservas porque su fondo se encuentra a menos de 400 metros de profundidad.
De los tres polígonos de pesca profunda del Atlántico andaluz, en el golfo de Cádiz, frente a las costas de Cádiz y Huelva hasta la frontera portuguesa, en dos se puede seguir calando y solo en uno, el más profundo y alejado, se aplicará la prohibición.
Es a este caladero al que Rafael Núñez y sus antecesores han estado yendo tradicionalmente al menos, calcula, la mitad de cada temporada, internándose 40 kilómetros mar adentro hacia Poniente, o 25 millas náuticas. Los pescadores como él dan las medidas de distancia en millas náuticas, que son 1.852 metros, y las de profundidad en brazas españolas, que son 1,6718 metros (la braza inglesa es de 1,8288 metros). En adelante, tendrá que cambiar de rumbo y dirigirse a los caladeros permitidos para sobrevivir en la actividad.
Un trabajo sufrido
Para Rafael Núñez, el trastorno de adaptarse a un nuevo mapa pesquero es solo una dificultad más en la larga lista de sacrificios en la vida del pescador, desde las tormentas hasta el agobio por el precio del gasóleo, pasando por las agotadoras jornadas de trabajo. Cuenta que zarpa a las dos o dos y media de la madrugada, vuelve a descargar las capturas a las ocho o diez de la noche (unas 20 horas después), tiene cuatro horas para ir a casa a ducharse, hablar con su mujer, dormir y ver a sus cuatro hijos (dos niñas y dos niños de entre 13 años y 4 meses, el más chico), antes de echarse a la mar de nuevo. Descansa sábado y domingo. No se queja. "Antiguamente, era de lunes a domingo".
Por esta dureza, dice que no va a animar a ninguno de sus hijos a que le hereden el oficio como él lo hizo con su padre. "La mar es lo último. Yo les digo lo que me decía mi padre: la mar siempre está aquí. Estudia y búscate una carrera; que no, te vienes conmigo. Es un trabajo muy sufrido".
La pesca de fondo une a toda su familia en tres barcos arrastreros: Rafael es patrón del Manuel Antonio I (en el varadero estos días para mantenimiento), su hermano Antonio es patrón del Nuevo Rosi y su cuñado Juan −marido de su hermana Rocío− es el patrón del Neptuno Dios Mar. En vez de Los tres tenores, son Los tres patrones que dan el do de pecho con sus tripulaciones para abastecer los mercados españoles de cigalas, gambas, calamares o corvinas.
Rafael lleva su vida inscrita en dos relatos: uno, tatuado en la piel del brazo izquierdo, con dibujos de un barco pesquero, una rosa de los vientos, la Virgen del Carmen de los marineros, la fecha del nacimiento de un hijo... La otra narración, digital, la guarda en el móvil con las fotos y los vídeos que saca de sus capturas pesqueras en alta mar, las puestas de sol, su vida al timón del barco.
Enseña los tatuajes del brazo y luego, en la pantalla del móvil, un corpulento langostino en la palma de su mano, una montaña de mariscos y pescados recién sacados de las profundidades en la red o las corvinas portentosas que atrapó más cerca de la costa, a entre 6 y 8 millas náuticas de distancia y a entre 15 y 30 brazas de profundidad (25 a 50 metros). Explica que iba al caladero ahora cerrado a pescar cigalas y gambas blancas, especies que hay que buscar a ras del fondo marino a entre "260 y 380 brazas de profundidad", que son de 435 a 635 metros de hondo.
En su nueva etapa, a partir del cierre de este caladero, se centrará "de aquí a las Navidades" en pescar con su arrastrero más cerca de la costa, en busca de langostinos de Sanlúcar (el famoso con denominación de origen), acedías y galeras (el raro marisco típico de aquí), y, tras las fiestas, ir a por el calamar y el choco.
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La pesca del preciado langostino de Sanlúcar tiene una particularidad que él detalla: los arrastreros y otros barcos grandes como los de cerco, a diferencia de las barcas de métodos artesanales, no pueden pescar a menos de seis millas náuticas de la orilla (11,1 kilómetros), que es donde más abunda el langostino, pero un poco más allá, a mayor profundidad, deja de haberlos enseguida: el margen donde hay langostinos que él pueda pescar legalmente está entre las seis y las nueve millas de la costa. En esa franja se concentrará desde ahora un número mayor de barcos, vaticina.
El armador y pescadero
Esa competencia puede provocar que haya más langostinos en el mercado en menos días y baje su precio, pero también que se agoten antes, aventura junto a Rafael otro protagonista del sector, Manuel Morgado, que además de ser armador de un arrastrero también afectado por la veda europea, el Virginia y Lili, es pescadero. Morgado es el dueño, junto a sus hermanas (las que dan nombre al barco), de la pescadería El Bigote, en la calle Hermano Fermín de Sanlúcar (este El Bigote no tiene que ver, aclara, con el famoso y homónimo restaurante del vecino barrio marinero de Bajo de Guía).
El armador y pescadero está en el puerto para comprar mercancía a otros pescadores; esta mañana los de cerco han traído boquerones y ahora los barcos de draga hidráulica están descargando chirlas, las almejas que extraen con su gran pala delantera del fondo arenoso junto a la orilla. Lamentan que las chirlas están muy bajas de precio. Oscilan durante el año a entre 1,80 euros y 4,80 euros el kilo).
Estas Navidades, estima Morgado, cuatro especies de mariscos del golfo de Cádiz "apenas se van a ver" en los mercados: cigalas, gambas blancas extras, gambas rojas y carabineros que hay que pescar muy por debajo de los 400 metros ahora protegidos, "a 300 brazas y pico para fuera", que son más de 500 metros. Explica que las cigalas se clasifican en cinco tipos por su tamaño, más caras cuanto mayor es su calibre, y que en este año, antes de la veda, se han cotizado en la lonja desde 9 euros el kilo las más baratas a 50 euros o más las más caras, que son las más grandes. Las pocas cigalas que haya a la venta en diciembre estarán carísimas, avisa. Sus hermanas y él le agregan al precio en la venta al público un margen de entre 6 y 8 euros, detalla.
El patrón mayor
En el golfo de Cádiz, a la zona de aguas profundas alejada de la costa, por debajo de las 120 brazas de hondo, la llaman "foraira", dice Antonio Romero, más conocido, y así pide él que lo llamen, como El Tete, patrón mayor de la Cofradía de Pescadores de Sanlúcar de Barrameda, de 73 años. A su condición de pescador, aunque jubilado, une la de armador, como propietario del barco de cerco Nuevo Sirena del Mar, que pilota como patrón su hijo Antonio, de 53 años, con su nieta Marta, de 22, como marinera, una rareza única en este mundo de hombres. El Tete tiene cuatro hijos, "tres hembras y el machote", que es quien lo relevó en la mar.
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El Tete viene de pasar el día anterior, fiesta nacional del 12 de octubre, en el Palacio Real de Madrid, adonde ha acudido con su mujer, Pepi, invitados por el Rey. Felipe VI conoció al veterano pescador cuando vino el año pasado a Sanlúcar y lo mantiene como fuente personal para tomarle el pulso al sector pesquero. El patrón mayor ve la situación de forma agridulce.
Por un lado, el representante del gremio se alegra de que la flota de este puerto haya aumentado tanto en los últimos años, hasta sumar ahora 130 barcos pesqueros (de los que 55 son arrastreros, y, de estos, unos 10 o 12 los que iban a pescar al caladero que acaba de cerrar la Comisión Europea). Por otro, lamenta que haya cerqueros que prefieran no salir a faenar debido a que, con los bajos precios del pescado y el alto del gasoil, no les sale rentable la expedición. Encima, ahora los arrastreros tienen que adaptarse a la restricción geográfica en la pesca de fondo.
Pero hoy El Tete está contento, porque esta mañana su barco, donde van su hijo y su nieta, ha facturado 8.000 euros en boquerones, pagados muy bien a entre 17 y 18 euros el kilo, señal de que hay que arriesgarse para ganar la apuesta de cada día. Sus diez tripulantes salen a faenar a las siete de la tarde y regresan a puerto a las nueve de la mañana.
Cuenta el patrón mayor de Sanlúcar que empezó de muy niño a pescar y que con 12 años ya era patrón de un pequeño pesquero, una "motora chica", Los Compadres, por encargo de su dueño, Tomás de Osma García. Ha pescado a remo, a vela y con motor, y antes de dedicarse al cerco iba mar adentro a la pesca de fondo de arrastre, que es la que más le gusta.
La paradoja de su vida es que, al jubilarse, ha cambiado su relación con el agua. "Me gustaba la mar más que a un pescado, y ahora le he cogido miedo. Me da mucha pena de los marineros", dice sobre su preocupación al ver, en la carne de su hijo, su nieta y otros trabajadores, los peligros a los que se exponen, como los temporales de Levante, o el sinvivir de no pescar lo suficiente. "Con lo duro que es la mar, es una pena que unos hombres no puedan ganar para comer". Advierte de que, al cerrarse uno de los principales caladeros, los pesqueros se tendrán que concentrar más en los otros abiertos, aumentando así la competición y, según teme, la sobreexplotación.
Todas las penurias de los pescadores del mar puede que sean solo relatos legendarios dentro de unos años, cuando los mariscos de aguas más profundas también puedan criarse cómodamente, como se hace ya con tantas otras especies, en granjas de acuicultura en la costa, apunta en el muelle Jesús Pérez, recordando que su hermano Desiderio es gerente de una que cría ejemplares de pez limón en la vecina El Puerto de Santa María. Todo llegará.
Mientras se acerca el día en que las cigalas se cojan de un estanque en calma como peras de un árbol, el patrón Rafael barrunta, cerca de las redes apiladas al sol, qué rumbo tomar el 1 de noviembre con su barco arrastrero. En el cuerpo le queda aún más piel en blanco para tatuarse sus próximas aventuras. Sus mariscos y pescados sabrán aún mejor en la boca si los comensales en la mesa se enteran de dónde han venido y quién los sacó del fondo del mar. El sudor y la épica que los impregnan son grandes condimentos. Si se sabe apreciar su sabor.