Las joyas son indiscutiblemente valiosas para el humano aunque no se puede poseer su brillo, solo admirarlo. En el mundo del diseño, la creatividad y la imaginación juegan de la mano. Dos cualidades que no le faltan a Isidoro Hernández, el artesano detrás de las joyas que llevan numerosas celebridades del país en las galas más importantes. Sus diseños han alcanzado la cúspide de la joyería, provocando una revolución en un sector en el que hay que reinventarse y arriesgar; y que el madrileño lo ha conseguido sin vender ni una sola joya. ¿Por qué? Isidoro vende “ilusión”.
Isidoro tiene su estudio en el barrio Salamanca de Madrid, donde recibe a EL ESPAÑOL | Porfolio. Al entrar, muestra a este semanal unas de sus últimas creaciones. Orgulloso de su trabajo, se acomoda para ilustrar a través de pedrería, herramientas y su propia experiencia, lo que ha sido una trayectoria llena de grandes éxitos materializados en pequeñas sutilezas. “El diseño es una de las cosas más importantes de mi vida, pienso en él casi las 24 horas del día. Estoy continuamente trabajando, voy por la calle haciendo ejercicios de diseño, y todo eso lo traslado a la joyería, proyecto ese pensamiento. Antes era como una posibilidad o como un sueño, pero ha terminado siendo mi estilo de vida”, resalta.
Para llegar a ser un reputado diseñador hay que destacar sobre el resto, e Isidoro lo hace con elegancia en un mundillo que tilda como “estancado”. Tal y como cuenta, la mayoría de los que se dedican a la joyería sólo compran y venden, mientras que él diseña, fabrica y comercializa su producto. Camaleónico y atrevido, se define como “un clásico renovado”, pues fluctúa entre las aguas de la joyería tradicional y la moderna, situándose en el centro de las dos para jugar a ambos lados. “Me gusta mucho la joyería antigua, es más delicada, más romántica y sigo utilizando las mismas técnicas de fabricación que antes, pero intento apoyarme en la moda, renovarme para no quedarme atrás, y diferenciarme de la competencia”, desvela una de las llaves que abren la puerta del triunfo.
Pregunta.— ¿Dónde le gustaría llegar como diseñador?
Respuesta.— Ya he llegado. Cuando empecé tenía mucha ilusión, quería abrir tiendas por todo el mundo, ser reconocido por mi trabajo, tener un helicóptero, un montón de grupos persiguiéndome por las esquinas y que la gente se trastornara por comprar mis cosas, pero ya no lo necesito. Lo que querría ahora sería tiempo. Me gustaría tener una forma de trabajo diferente a la que tengo, donde me permitiera vivir, compartir con mi gente. También me he dado cuenta de que aquí estamos un poco de paso, te puedes poner malo, desaparecer, y no sirven para nada 20 años de trabajo o que tu nombre sea conocido, aunque creo que yo ya he cumplido un poco mi sueño.
El diseñador de las estrellas
Si bien el artesano ha superado la fase de querer ser famoso, la fama le aclama por si sola. Sus diseños son tan exclusivos, elaborados y originales que las celebridades se desesperan por llevar un “Isidoro”. Isabel Pantoja, Pelayo Díaz, Jorge Javier Vázquez o Mercedes Milá son solo algunos nombres de una lista infinita. Las obras del madrileño también son un reclamo para los presentadores en las galas de Gran Hermano, Maestros de la Costura o las campanadas de Fin de Año. Probablemente casi todo el mundo haya visto una de sus creaciones, “pero hay que fijarse en los detalles”.
Por si fuera poco, aparte de ser una demanda para los famosos, el joyero acumula numerosos premios como mejor diseñador novel, revista Vogue, primer premio internacional Perlas de Tahití en Milán, premio internacional Diamantes Milagro de la Naturaleza, en Venecia y publicaciones en revistas como Vanity Fair o Vogue joyas. Aun así, Isidoro prefiere mantener la mente fría, ser modesto y sencillo. “El diseño no es para alardear, si no para ilusionar”.
P.—¿Qué siente al ver sus diseños en celebridades?
R.— Para mí es un subidón brutal. Es como tener una valla publicitaria en la M30. Elaboras en el taller algo que has tenido en la cabeza, es como si pudieras tocar tus pensamientos. Ver cómo vienen a recoger un anillo de compromiso, que la gente llore, es emocionante. Me da pena que no tenga una cámara para grabarlo y meterlo dentro de un estuche. Cuando las celebridades llevan mis diseños, lo hacen estando maquilladas, vestidas perfectas, en el entorno perfecto. Lo que vemos es una puesta en escena de tu trabajo, por eso es mucho más bonito cuando pasa en la vida cotidiana. Me hace más ilusión que sean unas chicas felices, que estén contentas cuando llevan mis diseños, que lo hagan con orgullo. Es una satisfacción enorme cuando veo por la calle, en la acera de enfrente, a alguien que pasea con una bolsa mía en la mano, y no saben que estoy mirando. No se puede describir, es una sensación de orgullo interior brutal.
El vendedor de humos
En una profesión en la que todo se basa en imaginar y ser capaz de darle forma a esas ideas, tienes que encontrar fuentes de inspiración allí donde mires. El artesano afirma que se trata de “vender humos”. “Hago muchas cosas que no existen, por eso tengo que hacer dibujos para que los clientes se hagan la idea del producto. Hay gente que se crea un final, se imagina algo que luego a lo mejor no es, y esto es una de las complicaciones de mi trabajo. No vendo prótesis de rodillas, yo vendo ilusión, vendo anillos, por lo que no puedo jugar con las emociones de la gente”, menciona Hernández.
P.— ¿Alguna vez se ha quedado sin ideas a la hora de crear sus productos?
R.— No, pero muchas veces te repites porque te gusta tanto algo, que no puedes evitarlo y vuelves a caer otra vez. He tenido miedo de quedarme sin ideas, pero creo que no te puede suceder porque continuamente estás inspirándote sin darte cuenta. Un momento, un olor, una película, una canción, cualquier cosa te inspira y provoca que hagas algo. Es verdad que te apoyas en épocas y etapas distintas, que terminas desarrollando y haciéndolas tuyas, las trasladas a tu estilo, pero creo que es muy difícil que la gente se quede sin ideas.
Originario de Humanes de Madrid, Isidoro Hernández le picó la curiosidad por el diseño a la temprana edad de 16 años. Su talento es innato, nadie le enseñó, “es una cosa que tienes dentro y por circunstancias se refleja en la vida”, y su cerrera ha sido vertiginosa. La fuente de la sabiduría para este joyero no existe, y es de sus propios pensamientos y esfuerzos de donde emanan sus singulares diseños. “Lo que pasa es que hay ideas que son más brillantes e ideas que son menos brillantes”.