Un programa de televisión entrevista en el Campo de Gibraltar a un miembro de la Guardia Civil. La imagen muestra al agente de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado con el mar de fondo, a plena luz del día. Hablan sobre el narcotráfico en la zona y el último suceso en el lugar: el asesinato de dos guardias civiles a manos de Kiko 'El Cabra', que los atropelló con una narcolancha.
No ha terminado el directo, que apenas dura unos minutos, cuando detrás del agente se pasea una embarcación semirrígida de entre 12 y 14 metros de eslora, prohibida desde 2018 en España, y utilizada para el narcotráfico. Los foráneos ponen el grito en el cielo. Los locales no se extrañan, solo es un día más.
Los narcos campan a sus anchas por el Estrecho ante la falta de medios de los agentes de la autoridad. En el mar, decía hace días una fuente a este periódico, las FCSE son un peso pluma ante los narcos, púgiles de peso pesado. O los narcos cometen un error o llegarán a tierra con relativa facilidad con todo el cargamento. Ahí ya se equiparará un poco más la lucha. En el agua sólo pueden perseguirles hasta conseguir que se queden sin gasolina.
Son las gomas —como se conoce en estos lares a las embarcaciones de alta velocidad que traen el hachís desde Marruecos— las que desequilibran la balanza. Son de gran potencia, superan con creces los 60 nudos (entre 110 y 130 kilómetros por hora de velocidad), y llevan hasta 4 motores fueraborda. Son capaces de cargar toneladas casi sin inmutarse y recorrer en minutos el Estrecho.
A esto hay que sumarle los escasos recursos de la Guardia Civil. Por ejemplo, en los próximos meses la Benemérita no contará con patrulleras para cubrir la costa que va desde El Estrecho hasta Sanlúcar de Barrameda: están averiadas.
De ahí que quienes residen o veranean aquí estén acostumbrados a ver la llegada de estas lanchas, imponentes cuando se tienen cerca. Son modelos de última generación. Tienen un coste de unos 200.000 euros, eso sin contar el gran gasto de gasolina que realizan. En realidad, todo depende de los 'extras' que lleve, claro, como todo. ¿Dónde puede conseguir usted una? Difícil. Quizás en Galicia, de manera mayoritaria, y en distintos puntos de la provincia de Cádiz, ilegalmente en ambos casos. En Portugal, legalmente.
La construcción
La normativa es clara: embarcaciones neumáticas o semirrígidas son aquellas que tengan flotadores rellenables o insuflables o en las que la totalidad o parte de su casco esté constituida por elementos no rígidos.
Son usadas para el transporte de la droga por su operatividad. Pueden desembarcar en lugares con escasa profundidad, son rápidas, relativamente manejables —se necesitan conductores expertos— y pueden cargar grandes cantidades de lo que sea; en este caso de droga.
Para configurar una narcolancha imparable es necesario tener un casco estrecho y alargado. Esto la hará de entre 12 y 16 por 2,5 a 4 metros (más o menos, pueden y sin entrar en términos marinos). Una vez se tenga esto, habrá que introducirle un timón, los mandos aceleradores, los indicadores de combustible, un radar, una emisora de radio y un gps. Solo el radar de antena cerrada de 4kW y 18 pulgadas puede valer 1.700 euros. Además, llevará cuatro asientos en la zona trasera para todos los ocupantes.
A todo esto solo faltaría sumarle los motores fueraborda, que se pueden comprar de manera legal en España. De dos a cuatro, dependiendo de la embarcación construida. En muchos de ellos se puede ver el logo de una conocida marca japonesa. Los V6, 250 hp, por ejemplo, que en la casa tienen un valor de 37.000 euros cada uno. Los hay que instalan algo más potente. Los XTO V8, 425 hp, en torno a los 60.000 euros. "A veces los compran en Madrid, a veces los roban", apuntan fuentes de la Policía Nacional.
Narcolanchas prohibidas.
El Real Decreto 16/2018, de 26 de octubre. Es la normativa que prohíbe las denominadas como narcolanchas. Son "género prohibido", según el texto, "las embarcaciones neumáticas y semirrígidas susceptibles de ser utilizadas para la navegación marítima que cumplan alguna de las siguientes características: "Todas aquellas cuyo casco, incluida en su caso la estructura neumática, sea menor o igual a 8 metros de eslora total, que dispongan de una potencia máxima, independientemente del número de motores, igual o superior a 150 kilovatios" (201.15 caballos de potencia). Igualmente lo son todas aquellas cuyo casco, incluida en su caso la estructura neumática, sea mayor de 8 metros de eslora total".
Esto implicaría que todas aquellas gomas que utilizan los narcotraficantes están prohibidas. Con apenas dos motores superan la potencia permitida y la eslora suele alcanzar entre los 12 y los 15 metros. Sin embargo, aún hay más.
"El carácter de género prohibido se extenderá a la fabricación, reparación, reforma, circulación, tenencia o comercio de las embarcaciones citadas en el presente apartado, así como a la navegación por cualquier punto de las aguas interiores, mar territorial español o zona contigua", establece el RD 16/2018.
Los datos del Ministerio del Interior reflejan que se han incautado un total de 1.421 embarcaciones con esta denominación desde su prohibición hasta finales del pasado año.
Estas narcolanchas en ningún caso son compradas en el curso legal. Se obtienen por piezas y luego se montan en los conocidos como narcoastilleros. De hecho, no se fabrica excedente: solo por encargo. Luego, si hay algún problema, también hay narcotalleres para su reparación. Todo clandestino, todo aumenta la lista de trabajadores.
Que el sur de Galicia y las localidades cercanas a Cádiz es donde se hayan encontrado más narcoastilleros tiene una explicación a priori sencilla: aquí tienen los conocimientos básicos para ello, señalan fuentes conocedoras del narcotráfico. A esto hay que sumarle la cercanía con Portugal, donde estas naves no son ilegales. El "80%" de las embarcaciones que surcan el Estrecho provienen de territorio gallego, señalaba Lisardo Capote en 2022 a La Voz de Galicia.
La Guardia Civil desarticuló en 2022 una organización destinada a la construcción de este tipo de embarcaciones asentada en el Norte de Portugal y sur de Galicia. Se fabricaban en una nave en un polígono de Vigo. Luego las transportaban en camiones hasta Toledo y Sevilla y les dejaban en las conocidas como "guarderías". Salían al mar a través de la desembocadura del Guadalquivir. Solo es un botón más.
La primera gran narcolancha
Ninguna de las fuentes consultadas recuerdan cuándo se vio la primera narcolancha en el Estrecho de Gibraltar. Las primigenias que surcaron estos lares provenían de Inglaterra y eran similares a las que construía la marca Crompton. La relación del peñón con el Reino Unido no es baladí en este asunto, por supuesto.
Hoy en día Crompton sigue fabricando embarcaciones neumáticas semirrígidas. La Sea Phantom guarda mucha similitud con las narcolanchas que traen el hachís desde Marruecos, pero a los traficantes se les quedarían muy cortas, tanto de eslora como de potencia. Otro tipo de embarcaciones similares son las Vanguard TX10.
No obstante, ninguna de estas marcas construye estos barcos con la intención de que sean utilizados para traficar. Algunas de ellas hacen las embarcaciones para modo recreativo y otros las construyen para los sistemas de defensa. Es el caso de Aister con la HS60, la patrullera que pronto tendrá la Guardia Civil para combatir el tráfico de drogas.
El narco nunca se ha conformado con una nave de fábrica. La primera gran narcolancha se le sustrajo a Sito Miñanco. Se llamaba Sipra (Sito Prado), en honor a su dueño. Fue vista por primera entre las rías de Arousa y Pontevedra.
Tenía 20 metros de eslora y una patrullera de Aduanas comenzó a perseguirla hasta que se paró. En la proa almacenaba una gran cantidad de una especie de polvo blanquecino. Sal, concretamente. Estaban haciendo, muy posiblemente, pruebas de velocidad. Sobre plano era la mejor planeadora del momento.
Hasta 2018, las narcolanchas camparon por toda España sin problemas. Los cementerios de narcolanchas acumalaban decenas de estas embarcaciones tras ser utilizadas por el narcotráfico e incluso se producían robos. Sin embargo, tras las advertencias de los agentes en la lucha contra el narcotráfico, decidieron prohibirse. Esto no solventó el problema, pero cambió la forma de proceder.
Fiscalía contra las EAV
Lo ocurrido el pasado 9 de febrero en el puerto de Barbate no es una excepción. Desde la prohibición de las embarcaciones de alta velocidad (EAV), estas se pueden ver aparcadas en los días de temporal en distintas zonas del litoral de la costa de la luz.
Fuentes de la Guardia Civil apuntan que es lo habitual. Generalmente están varadas en alta mar. Allí esperan durante días hasta poder cargar la droga en la costa marroquí y traerla al sur de España, portando los habitantes de la misma víveres y hasta tiendas de campaña para no pasar noches a la intemperie.
Cuando la marea no les permite estar en alta mar, algunas narcolanchas reposan en aguas del Campo Gibraltar y la desembocadura del Guadalquivir. La parte trasera del castillo de Sancti Petri, en Chiclana de la Frontera, y los caños que recorren la zona también son lugar habitual de hospedaje, señalan las fuentes consultadas. Otras se van a Portugal.
El informe de la Fiscalía en 2023 ya avisó que se "requiere un urgente trabajo conjunto" de los países ibéricos para la represión del delito de contrabando de este tipo de naves. ¿El motivo? Las embarcaciones se desplazan" a territorio luso "aprovechando la frontera y teniendo en cuenta que estas embarcaciones no están prohibidas" allí.
Ese mismo texto señala que "el delegado de Málaga también recoge el incremento de las incautaciones de EAV y del tráfico de hachís en la provincia". Esto no solo ocurrió con la costa malacitana. Aquello también provocó que en la provincia de Huelva se comenzaran a ver este tipo de embarcaciones, como confirman fuentes de la capitanía marítima.
Las fuentes policiales consultadas señalan que es imposible conocer el número de gomas que tiene el narco. "Sabemos las que cogemos, pero es imposible contabilizar con cuántas cuentan", apuntan.
El petaqueo
Las narcolanchas necesitan una gran cantidad de combustible para poder funcionar. Imagínese lo que puede consumir una máquina cuya suma de motores supera los 1.000 caballos de potencia con suma facilidad.
Desde hace años, las asociaciones de guardias civiles y sindicatos policiales se quejan del transporte de grandes cantidades de gasolina en furgonetas para repostar las gomas. El mero transporte sin más relación no constituye un delito, por lo que imposibilita la lucha de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado.
Al no poder atracar en las costas españolas, el repostaje de las narcolanchas debe hacerse en alta mar. De ahí que ahora no solo haya furgonetas llevando bidones, sino también embarcaciones. Es el conocido como "petaqueo", una infracción cuyo castigo en ningún caso disuade a quienes lo realizan.
Con este nuevo problema, la Fiscalía propuso en su último informe una reforma legislativa "imprescindible". "Entre las primeras, se sugiere la tipificación del transporte y almacenamiento de combustibles líquidos predeterminado al narcotráfico, conducta que tiene lugar dentro de ese fenómeno criminal por parte de las personas conocidas como «petaqueros»".
La memoria destaca que estas personas se "dedican a transportar y almacenar grandes cantidades de gasolina". Posteriormente, la misma "se destina —como ya se ha explicado— al suministro de combustibles de las embarcaciones de alta velocidad utilizadas para el transporte de hachís desde el norte de África a la Península, y que tienen una indudable importancia logística en las actividades de tráfico de drogas".
El informe de la Fiscalía constata lo que vienen denunciando durante años quienes persiguen el narcotráfico: "Dicha actividad presenta severas dificultades en su persecución tanto por la complejidad de acreditar en el proceso penal la vinculación de esos transportes o almacenamientos con el narcotráfico, como por los problemas que se generan a la hora de incardinar tales conductas en algún otro tipo delictivo existente en nuestro ordenamiento jurídico-penal vigente".
Lo saben bien en Huelva. Desde el año 2018 han pasado de incautar entre 0 y 2 embarcaciones de alta velocidad a retener entre 20 y 25. "Aquí se ha notado mucho el aumento del contrabando. Ejecutamos más órdenes de retención de combustible porque lo que hay en Huelva es un aumento del tráfico logístico asocido al narcotráfico", apuntan fuentes de la autoridad portuaria.
La narcolancha del Cabra
Las narcolanchas situadas en el puerto de Barbate el pasado 9 de febrero eran seis. Cuatro de ellas más pequeñas: tenían solo tres motores. Las otras dos contaban con cuatro cada una.
La que conducía Kiko 'El Cabra' era difícil de distinguir en plena noche de tormentas de sus homólogas. Sin embargo, hay un detalle que delata a esta embarcación: la mayoría lleva un mástil, pero la del hombre que está a punto de matar a dos agentes de la Guardia Civil lleva dos.
Se trata de los radares. El precio inicial de los mismos es de 1.700 euros, como se comentó anteriormente. Detectan embarcaciones enemigas y otras narcolanchas que cruzan el estrecho sin luces.
En la mañana del 10 de febrero, una narcolancha con la quilla rota aparecía en Chiclana, bastante lejos de donde fueron detenidos sus presuntos tripulantes. La nave fue encontrada en la playa de La Alcaidesa a la mañana siguiente. Vecinos la grabaron mientras exponían: "Ha venido hasta aquí, está destrozada, esta es la que ha matado a los guardias".