¿Cuánto debemos temer la amenaza nuclear rusa?
Ucrania puede ayudar a Occidente a desarrollar tecnologías y estrategias efectivas para contrarrestar las armas nucleares estratégicas rusas.
Rusia amenaza periódicamente con usar armas nucleares, ya sea contra Ucrania o contra sus aliados, si cruzan las "líneas rojas" trazadas por el Kremlin. Otra manifestación del chantaje nuclear ruso fue la decisión en marzo de 2023 de colocar armas nucleares tácticas en Bielorrusia.
A principios de mayo, la directora de Inteligencia estadounidense, Avril Haines, afirmó en las audiencias del Senado que, en opinión de su Departamento, "es extremadamente improbable" que Rusia use armas nucleares. Sin embargo, para comprender si las amenazas del Kremlin deben tomarse en serio, vale la pena analizar sus motivos.
La Rusia de Putin busca restaurar su condición de superpotencia, pero hay una serie de obstáculos en el camino hacia ese objetivo. Primero, las nociones del Kremlin sobre superioridad político-militar están desactualizadas. Cuando el mundo cambia a armas de precisión y fuerzas armadas profesionales y altamente móviles, Rusia hace alarde de lo que heredó de la URSS: un arsenal nuclear y uno de los ejércitos más grandes, pero de ninguna manera el mejor del mundo.
En segundo lugar, la existencia de municiones nucleares en sí misma no significa nada si faltan los medios para lanzarlas. Rusia tiene sistemas tácticos de aviación y misiles para esto, pero hay serios problemas a nivel estratégico. Por ejemplo, Moscú todavía está tratando de asustar a Europa con bombarderos turbohélice Tu-95 diseñados en los años 50 del siglo pasado, mientras que el mundo entero cambió a la aviación supersónica hace mucho tiempo. Estados Unidos ya está planeando reemplazar el bombardero estratégico supersónico B-2 Spirit, construido con tecnología furtiva (de baja detectabilidad), con el nuevo B-21 Raider.
"La infraestructura militar rusa en el Ártico se está construyendo prácticamente desde cero, por lo que requiere mucho dinero, recursos tecnológicos y, lo más importante, tiempo"
Esta es una de las razones por las que Rusia necesita tanto Crimea. Habiendo desplegado sistemas tácticos de aviación y misiles en la península, Moscú los acercó a los objetivos fijados en los países de Europa Occidental, contando con una solución a tareas estratégicas.
Putin planeaba hacer lo mismo en el Ártico y en la región de Kaliningrado, pero resultó ser una tarea difícil. La infraestructura militar rusa en el Ártico se está construyendo prácticamente desde cero, por lo que requiere mucho dinero, recursos tecnológicos y, lo más importante, tiempo. Y Kaliningrado, un enclave ruso entre Lituania y Polonia, no es apto para establecer bases militares.
En tales circunstancias, Crimea se convirtió para Putin en lo que Cuba fue para el líder soviético Nikita Jruschov en octubre de 1962. En aquel entonces, comprendiendo que el arsenal nuclear estratégico de la URSS estaba irremediablemente a la zaga del estadounidense, Jruschov vio una única forma de igualar las posibilidades en el "gran juego": desplegar armas nucleares tácticas donde tendrían al menos una posibilidad mínima de alcanzar objetivos en el territorio de Estados Unidos. Y ahora, la única posibilidad de que Putin asuste a alguien con armas nucleares es emplazándolas cerca de las fronteras de la UE.
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Putin y el dictador bielorruso, Aleksandr Lukashenko, hablaron sobre el despliegue de armas nucleares en Bielorrusia ya a principios de 2021. El fiasco estratégico de Rusia en la guerra a gran escala contra Ucrania y su incapacidad para lograr sus objetivos en los primeros meses de la invasión obligaron al Kremlin a acelerar su movimiento en esa dirección.
En febrero de 2022 se realizó un "referéndum" en Bielorrusia que "aprobó" cambios a la Constitución, incluida la renuncia al estatus de neutral y no nuclear. En el verano de 2022, Lukashenko le pidió oficialmente a Putin que considerara la posibilidad de colocar armas nucleares rusas en Bielorrusia. A fines de marzo de 2023, Putin anunció su intención de desplegar armas nucleares tácticas en territorio bielorruso.
A principios de abril, el ministro de Defensa ruso, Sergei Shoigu, anunció que Bielorrusia ya había recibido portadores de armas nucleares tácticas: sistemas de misiles Iskander M y aviones de ataque.
El Gobierno ruso tomó esta decisión porque las rondas anteriores de chantaje nuclear habían fallado. Utilizar la amenaza nuclear como herramienta híbrida para disuadir a Occidente ya no le da al Kremlin los resultados deseados y el atraso tecnológico vuelve a poner en riesgo los planes geopolíticos de Moscú. Había que hacer algo al respecto y al Kremlin se le ocurrió la idea de reformar las fuerzas nucleares estratégicas.
El 2 de marzo, la revista científica militar rusa Opinión Militar (Военнаямысль) publicó un artículo sobre la reforma de las fuerzas nucleares estratégicas en el contexto de sus perspectivas geopolíticas y la guerra contra Ucrania. Cuando Rusia, dice el artículo, se enfrentó a la necesidad de contrarrestar estratégicamente las "operaciones multiesfera de Estados Unidos" con el uso de armas de alta tecnología, especialmente defensa antimisiles, sintió la urgente necesidad de compensar su atraso tecnológico.
"El chantaje y despliegue de armas nucleares tácticas en Bielorrusia es una cortina de humo que oculta los esfuerzos rusos"
La defensa antimisiles estadounidense dejó al arsenal nuclear estratégico ruso con un diagnóstico final decepcionante. Sus sistemas de lanzamiento anticuados, tanto misiles como bombarderos, prácticamente no tenían ninguna posibilidad contra las modernas tecnologías antimisiles.
Según el autor del artículo, el 65-70% de las armas nucleares rusas y los sistemas de lanzamiento serán destruidos si Estados Unidos/OTAN ataca primero a Rusia. Sólo el 35-40% de los misiles tendrá éxito si Moscú lo hace primero. Por lo tanto, dicen, es necesario desarrollar un nuevo concepto operativo de fuerzas nucleares estratégicas para intentar igualar las probabilidades.
Se trata de la creación de una nueva unidad de las fuerzas nucleares estratégicas de Rusia, equipada con modernas armas hipersónicas: misiles Kinzhal, que se lanzan desde aviones, y Zirkon, lanzados desde barcos. Esto supuestamente permitiría quebrar las defensas antimisiles occidentales en un primer ataque, asegurando un paso seguro para los obsoletos misiles soviéticos.
Para la estrategia de disuasión occidental, que intenta neutralizar el potencial nuclear de Rusia y otros potenciales adversarios, este es un desafío serio. Y el chantaje y despliegue de armas nucleares tácticas en Bielorrusia es una cortina de humo que oculta estos esfuerzos rusos.
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Por lo tanto, Occidente debería prestar más atención a sus capacidades contra las armas hipersónicas si quiere mantener su ventaja. Es decir, transferir sistemas modernos de defensa antimisiles al Ejército ucraniano para probarlos en condiciones reales de combate y mejorarlos oportunamente, si es necesario.
Este proceso ya ha comenzado. En la noche del 4 de mayo, el sistema Patriot derribó un misil hipersónico Kinzhal disparado desde un avión Mig-31K cerca de Kiev. Durante años, Rusia se ha jactado de que era imposible derribar un Kinzhal, un arma que "no tiene análogos" y puede llevar una ojiva nuclear.
Proporcionar a Ucrania sistemas Patriot PAC-3 adicionales y aviones de combate modernos como el F-16, capaces de contrarrestar las aeronaves rusas que llevan misiles hipersónicos, es la mejor opción para Occidente si quiere que el chantaje nuclear ruso quede para siempre como meras palabras.
Sin embargo, Ucrania no debería ser sólo un campo de pruebas, sino que debe participar activamente en el desarrollo de tecnologías y la estrategia detrás de ellas para contrarrestar de manera efectiva el arsenal nuclear de la agresión híbrida rusa.
*** Taras Zhovtenko es analista de defensa.