El papelón de Irene, la leyenda de Gasol y la bombera de Madrid
Irene Montero, Miguel Bosé, Pau Gasol y Virginia Morales; la autora comenta lo más destacado de la semana a través de sus protagonistas.
Irene Montero
A la ministra de Igualdad se le ocurrió la ley. Y a los jueces, los derechos del violador. Lo demás vino por obra y gracia de las subalternas de Montero, que le regalaban tartas de cumpleaños y les cambiaban los pañales a los bebés Iglesias-Montero. Más que un Ministerio parecía un bazar. Como consecuencia de la excitación que se vivía en aquella seudoescuela de suelos crujientes, a ratos hasta se notaba cierto aroma de pipí infantil flotando por los pasillos.
Irene estaba a lo que estaba: las nuevas fronteras de la libertad sexual. A todas horas presumía de haber hecho una buena ley y sus chicas la secundaban. Buena, no: buenísima, asentían con la cabeza. Desde hacía unos meses, estaban preparadas para ir al unísono, imbuidas de una ciencia infusa sin réplica posible. Todo estaba preparado para la victoria del "consentimiento" en la llamada ley del solo sí es sí. Era cuestión de repetirlo muchas veces, como en el colegio.
Pero el 8-M vino con la rebaja. Una sola celebración y varios feminismos. Por lo menos, dos. Con dos marchas callejeras, dos mil pancartas y dos millones de rimas. En la misma marcha, la grande, la oficial, brincaba la esposa del presidente de Gobierno y se interpelaba a Irene Montero. Nunca hasta este año se había manifestado una confrontación semejante. Para entendernos: Irene Montero versus Carmen Calvo, Nadia Calviño versus Ángela Rodríguez, Grande Marlaska versus Pablo Echenique. Y así.
El día anterior en el Parlamento un vacío silencioso y desangelado se había apoderado del banco azul. Solo dos ministras, Irene Montero y Ione Belarra, a punto de hacer el papelón porque su ley iba a ser rectificada por decisión del jefe Sánchez. Pero el presidente no estuvo ese martes 7 en el Congreso. Tampoco apareció el miércoles 8 en la calle, cuando se celebraba el Día Internacional de la Mujer. Delegó en su cónyuge, que acudió para dar saltitos en la cabeza de la manifestación.
El gobierno ha despilfarrado el momento feminista de 2023. En otras palabras, ha perdido el turno. A la hora de repartir las cuotas de bochorno, las chicas de Podemos salen mal paradas. La misma mañana del miércoles, en la radio. Carmen Calvo (feminismo en vena) les había afeado la conducta: "Mintieron con un discurso descaradamente pornográfico". Digo yo que estaría pensando en la doctrina Pam (Ángela Rodríguez, número dos de Montero) sobre el dilema estimulación o penetración, lo último que se despacha en el feminismo podemita. Cualquiera diría que es una adivinanza.
Miguel Bosé
Sale poco en los tebeos y en la tele. De vez en cuando asoma el careto como de pasada, pero lleva en los ojos una carga mefistofélica que espanta. Eso no lo dice Manuel Jabois, autor de la entrevista, sino yo, que en tiempos consideré a Bosé el hombre más bello del mundo pese a que no lo fuera. Me gustaba con falda, sin falda, con pelo largo, pelo corto, cuerpo bailón y curvas dulces. Pero lo que más me gustaba de él era su sonrisa, que estaba para comérsela. Según el doctor Chito Arozamena. Miguelito era uno de los niños más feos que había traído al mundo. No parecía hijo de sus padres, Luis Miguel y Lucía. Sin embargo, se fue haciendo guapo lentamente, y cualquiera habría dicho que el aire de Ciudad de Panamá le sentara como una bendición.
El caso es que según pasó el tiempo el niño se fue haciendo guapo hasta convertirse en un símbolo sexual. Desde entonces ha corrido mucho. Autor de grandes éxitos musicales, en estos últimos años ha escrito El hijo del Capitán Trueno, su biografía primeriza, Historia secreta de mis mejores canciones y en breve se estrenará un documental sobre su vida hecha y derecha. Con el documental se despedirá de sus primeros sesenta años de vida.
Miguel fue objeto de frustraciones de su padre y objeto de culto de su madre, la actriz Lucía Bosé. La vida empezó a rodearlo de amigas y amigos que le cubrieron de enseñanzas bajo las sabanas. Entre ellos estaban Helmut Berger y Luchino Visconti (padrino de Bosé), Nacho Duato, que acababa de pasar la época más radiante de su vida y, naturalmente, la tribu femenina de su padre, que no tenía fin. Ellas eran Romy Schneider, Elisabeth Taylor, Ava Gardner, Ana Obregón, Rita Hayworth o María Félix.
Casi nada.
Me cuesta recordar cuándo llegó Nacho Palau a la vida de Miguel Bosé. Haciendo un esfuerzo quizá logre recordar qué hacíamos los dos almorzando en Válgame Dios rodeados de amigos que no nos habían sido presentados. Entre ellos estaban Bea Álvarez (para los íntimos, Bea Válgame), y David Ascanio, un músico canario que aparcó su amistad con Nacho para tomar partido por Bosé.
En aquella época, Bosé y Palau ya se habían repartido los niños. Solo faltaba el juez Salomón ofreciéndose a montar la rifa. Solo de pensarlo se me ponen los pelos como escarpias.
Pau Gasol
Esta semana, el pivot español ha abrillantado la historia de los Lakers, el equipo de baloncesto de Los Angeles al que sirvió durante seis temporadas y media. Pau ya es leyenda. Desde la semana pasada su camiseta, con el número 16, reina en lo alto del estadio Crypto.com Arena. Pau lloró de agradecimiento y felicidad. No le habían advertido lo suficiente de que acababa de entrar en el olimpo de los dioses mayores del basket.
Pau Gasol (Barcelona, 1980) nació en el complejo modernista Sant Pau, que ya entonces parecía predestinado a los grandes hombres. Intuiciones de la historia. Quizás por eso le pusieron Pau. Su padre, Agustí Gasol, era ayudante técnico sanitario (o sea, enfermero), y su madre, Marisa Sáez, doctora. Se conocieron jugando al baloncesto y hoy son los principales valedores de sus hijos, Pau y Marc. Nada ocurre por casualidad. El padre medía 1,96 metros y la madre, 1,86. No es extraño que luego viniera Gasol hijo y alcanzara los 2,15 m. Todos eran portentos. Su madre, Marisa, quería que fuera músico. De hecho el propio Pau cantaba bien e incluso imitaba a Pavarotti. Pero abandono la música como también abandonó los intentos por estudiar Medicina. El deporte pudo con él. Dieciocho temporadas en la NBA. Dos veces fue campeón en la NBA y tres veces en el Barça. En 2003 se vinculó a Unicef, donde llevo a cabo una labor encomiable dedicado a la nutrición, la educación y la protección a los niños desfavorecidos del mundo.
Su madre, Marisa, recuerda que detrás de todo late un impulso natural. Es la bondad de Gasol, un chico, como dice ella dulce, sensible y educado que a pesar de sus triunfos, no conoce el orgullo ni la pedantería. Amén.
Virginia Morales
Aquí donde la tienen, tan musculosa y boyante, es la primera bombera de la historia de Madrid. Aprobó su oposición como aprueban la suya los registradores de la propiedad y o los gimnastas del INEF. Virginia Morales ha conseguido, pues, lo que no consiguen cientos de muchachos vocacionalmente llamados a llevar casco y manguera, camión rojo y sirena. Cuando la vieron llegar ante el tribunal apostaban a que no levantaría ni 20 kilos de peso, pero he aquí que levantó el doble y ahora la que se cachondea es ella.
Tiene 35 años, se preparó intensamente durante 36 meses con un tesón de levantadora de piedras. Es sacrificada, hace una dieta dura como de aspirante a miss Mundo. Tiene los músculos marcados como el discóbolo de Mirón y la potencia de Poseidón, rey de los mares, pero no es tan femenina como la Venus de Milo.
Estamos ante la primera mujer bombera especialista del Ayuntamiento de Madrid, un cuerpo masculino que solo contaba con dos conductoras desde que fue fundado en 1894 por el conde de Romanones,
"De pequeña veía pasar a los bomberos y que medaba boquiabierta. No había espectáculo más apasionante. Agobiada por las dificultades de las oposiciones y la presión de tantos aspirantes (éramos 1500) tuve un poco de bajón. Por suerte, saqué la oposición al primer intento y desde entonces todo me ha ido bien", se explica.
Virginia no se ha planteado (creo) participar en uno de esos calendarios de bomberos donde todos posan en pelota picada. Supongo que tiene más gusto y mejor cuerpo.