¿Conoce Sánchez el plan de Marruecos para el Sáhara?
Con su política de apaciguamiento, lo único que ha conseguido España, además de enemistarse con Argelia, es ganar algo de tiempo hasta el próximo chantaje de Rabat.
Escribí el 21 de marzo en EL ESPAÑOL que, al margen de la cuestión de fondo, lo peor del respaldo de Pedro Sánchez al plan de Marruecos para la consolidación de su ocupación del Sáhara Occidental mediante una mera autonomía fue el humillante modo en que se hizo público.
Transcurrido más de un mes, esa impresión no ha hecho más que afianzarse. También en lo referente a la obtención (o no) de contrapartidas utilizando al pueblo saharaui como moneda de cambio.
Porque en la célebre declaración hispano-marroquí emitida en Rabat con ocasión de esa cena en la que la bandera de España se colocó del revés, y más allá de la reapertura de las fronteras terrestres, así como de la posible apertura de una nueva aduana, no hay más que un cúmulo de vaguedades.
Nada, de hecho, que no existiera antes del estallido de la crisis.
Por supuesto, tampoco hay en ese documento reconocimiento marroquí alguno de la españolidad de Ceuta y Melilla, como algunos ingenuos habían especulado.
"En el Sáhara, según la Carta fundacional de Naciones Unidas, la potencia colonizadora sigue siendo responsable de promover las aspiraciones políticas de su población"
No se trata sólo de que algunos consideremos espurias esas supuestas contrapartidas logradas sobre la base de una pretendida realpolitik. Sino que, de existir, ni siquiera se conocen.
Todo indica más bien que, con su política de apaciguamiento, lo único que ha conseguido España, además de enemistarse con Argelia, es ganar algo de tiempo hasta el próximo chantaje.
Pero luego está el fondo de la cuestión: la modificación de la posición de España respecto al futuro de ese inmenso territorio desértico llamado Sáhara Occidental, ubicado a menos de cien kilómetros de Canarias y aún pendiente de descolonización según la ONU. Territorio que, a pesar del abandono de España en 1975, sigue teniendo derecho a la autodeterminación, según dictaminó el Tribunal de La Haya en 1975. Algo, además, que Naciones Unidas ha repetido en todas sus resoluciones.
En ese territorio, según el artículo 73 de la Carta fundacional de Naciones Unidas, la potencia colonizadora sigue siendo responsable de promover las aspiraciones políticas de su población.
Esto es lo que llevado al Gobierno de España a no apartarse nunca, a lo largo de los últimos 46 años, del principio de la autodeterminación. Esto es también lo que llevó a Marruecos a respaldar formalmente en la ONU un plan aprobado unánimemente por el Consejo de Seguridad, el arreglo de 1991, que preveía un referéndum con opción a la independencia.
E incluso a que cuando la diplomacia marroquí presentó en 2007 en la ONU el plan de Rabat que Sánchez respalda ahora, se señalara en su artículo I.8 que, pese a basarse en un referéndum sin opción a la independencia, dicho plan se llevaría a cabo, y cito textualmente, "conforme al principio de la autodeterminación".
"Sánchez ha desvinculado explícitamente del plan para el Sáhara que acaba de respaldar cualquier idea de autodeterminación"
Han leído bien. Autodeterminación sin opción a la independencia. Teoría tan peregrina se basaba en el argumento de que si ante una propuesta acordada por las partes el resultado del referéndum era negativo, sería siempre necesario presentar otras iniciativas hasta que alguna de ellas fuese finalmente aprobada. Incluso aunque nunca se ofreciese la posibilidad de la independencia.
Tan imaginativa teoría sobre la autodeterminación fue defendida en numerosos foros por el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero tanto a través de su ministro de Asuntos Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, como de su secretario de Estado, Bernardino León Gross. Algo de lo que ahora Sánchez se ha apartado al desvincular explícitamente cualquier idea de autodeterminación del plan que acaba de respaldar, tanto en su comparecencia ante el Pleno del Congreso del pasado día 30 como en una reciente entrevista con Susanna Griso.
Y ello, insisto, pese a que en 2007 la diplomacia marroquí, aconsejada por la española, no tuvo más remedio que incluir en su plan la palabra de marras, siquiera fuera para que la ONU tomara nota en sus resoluciones de la propuesta, aunque no la haya respaldado nunca.
O Sánchez no se ha leído nunca el plan o ha querido ir más allá de lo que, por exigencias del guion, Marruecos no tuvo más remedio que incluir en el texto.
Y es que, pese a su moderado respaldo a la autonomía, los Gobiernos de Zapatero siempre trataron, en su lenguaje y en sus formas, de no apartarse de la legalidad internacional. Porque sin mantenerse la mención a la autodeterminación (siquiera sea nominalmente, descafeinada y con trampa, como en el plan marroquí), uno se coloca literalmente al margen del dictamen del Tribunal de La Haya y de la ONU.
Lo que no sabemos es si Pedro Sánchez ha ignorado lo que se dice en el plan marroquí (y lo que dice el derecho internacional) porque desde Rabat así se lo han indicado o porque José Manuel Albares no le pasó nunca una copia de este.
*** Federico Echanove es periodista.